Sánchez no sabe gobernar -entendido como detentar el poder, no de gestionar, que a la vista está que no gestiona- si no es gastando lo que tiene y lo que no tiene, es decir, en este último caso, incurriendo en déficit y, por tanto, engordando la deuda pública que habremos de pagar en el futuro todos los españoles, legando una losa enorme a las generaciones futuras.
No se trata de que en estos momentos Sánchez haya interrumpido la disciplina presupuestaria debido a la crisis derivada del coronavirus. No, porque Sánchez, desde que llegó, no ha hecho otra cosa que incrementar una y otra vez el déficit sobre el objetivo fijado y aumentar, así, la deuda. De hecho, el déficit de 2019 lo elevó desde el 1,3% al que se había comprometido Rajoy al 2,82% con el que ha cerrado.
Eso son 18.273 millones de euros más de déficit y deuda que los que habría tenido de haber cumplido con el 1,3% el año pasado. Entonces no había crisis derivada del coronavirus, pero sí que hubo lo que el Gobierno llamó "viernes sociales", que incrementaron el gasto en casi 10.000 millones de euros con carácter previo a las elecciones de abril de 2019. Por tanto, el gusto de Sánchez por endeudar a los españoles es estructural, no coyuntural.
Siempre hemos dicho que aumentar el déficit y la deuda constituía un tremendo error, nocivo para la economía española y una señal muy mala para los mercados, al dar la sensación de que España no puede reducir su desequilibrio presupuestario o, lo que es peor, que el Gobierno no quiere, ya que no hace nada para reducirlo. Es más, si puede, anuncia medidas que lo incrementarán.
Y que era un error porque más déficit implica un mayor endeudamiento cada año, deuda que hemos de pagar entre todos los españoles y que se desliza, inmoralmente, a las generaciones futuras, a las que se deja atadas de pies y manos para que asuman los quebrantos de generaciones anteriores, que por no gestionar convenientemente les legaron una losa de endeudamiento de unas dimensiones preocupantes.
Por desgracia, muchos políticos, de cualquier ideología, tratan con naturalidad el hecho de que, ejercicio tras ejercicio, incurramos en déficit e incrementemos, así, la deuda. En la segunda mitad del siglo XX era común que, al estudiar Macroeconomía, así como Hacienda Pública o Política Fiscal, en la universidad se hablase directamente de déficit presupuestario en lugar de referirse al saldo presupuestario (que puede cerrar en superávit, equilibrio o déficit). Posteriormente, sólo durante un período breve de tiempo -desde el establecimiento de los objetivos de convergencia para entrar en la moneda única europea hasta la modificación del protocolo de déficit público excesivo en 2005- vimos defender en algunas ocasiones lo contrario. La disciplina europea fue importante para ello y en España, con el profesor Barea a la cabeza, había por primera vez un Gobierno -el del presidente Aznar- que se tomaba como un objetivo la reducción del gasto, la consecución del equilibrio presupuestario y, con ello, la disminución del endeudamiento. Después, -cuando los incumplimientos de Francia y Alemania hicieron relajar equivocadamente, en el citado 2005, las actuaciones cuando se entraba en el protocolo de déficit público excesivo-, volvió el déficit y, lo que es peor, se perdió la disciplina presupuestaria de manera estructural, dando por bueno el que las cuentas públicas cerrasen siempre con saldo negativo.
Y ahora Sánchez sigue igual. Se ha publicado los datos a marzo sobre la deuda de las administraciones públicas españolas y ha experimentado un fuerte incremento, ni más ni menos que de 22.473 millones de euros en el mes de marzo, un tercio de todo lo que Sánchez ha incrementado la deuda desde que llegó al Gobierno (66.906 millones de euros).
Si lo analizamos de forma diaria, cada día desde que gobierna Sánchez ha incrementado la deuda en 99,86 millones de euros, y en marzo ha añadido 725 millones de euros al día.
Eso hace que Sánchez esté incrementando la deuda pública con la que asfixia a cada español. Así, desde que gobierna, ha incrementado la deuda por persona en 1.432 euros. Sólo en el último mes lo ha hecho en 481 euros por español.
Y todo ello sin que todavía se hayan contabilizado en marzo las grandes emisiones de deuda pública del año, que, recordemos, ascenderá a alrededor de 130.000 millones de endeudamiento nuevo. Eso nos lleva a un endeudamiento que sobrepasará con mucho el 100% del PIB.
En definitiva, una cosa es que en estos momentos haya que afrontar la dura situación económica que se presenta, agravada por las decisiones de Sánchez en la gestión de la crisis del coronavirus, y otra que ese gasto se mantenga como estructural, porque, de ser así, perjudicará mucho a la economía española.