Desde que estalló la crisis del coronavirus, en ciertos círculos intelectuales se ha popularizado un relato según el cual es preciso elegir entre "salvar vidas" o "salvar la economía". Pretender separar una cosa de la otra resulta curioso, puesto que existe una larga y rica tradición de investigación que desmonta esa supuesta tensión.
Esta línea de trabajo, coronada en 2015 con la concesión del premio Nobel de Economía a Angus Deaton, ha demostrado de forma continuada que existe una relación positiva entre el desarrollo económico y los avances en materia de salud. El enriquecimiento de la sociedad se traslada a mejoras sociales que redundan en unas mejores condiciones sanitarias.
Sin embargo, a la hora de defender las políticas de confinamiento generalizado y estricto que han adoptado gobiernos como el español, no faltan quienes justifican la necesidad de sacrificar la economía para preservar la salud. Este planteamiento choca también con la evidencia disponible, que por un lado desmonta la necesidad de acudir a restricciones tan hondas y, por otro, muestra que hay un camino alternativo al español que permite "salvar las vidas" al tiempo que se "salva la economía".
Libre Mercado ya ha publicado varios artículos sobre lo primero. Sin duda, no se trata de un debate sencillo, puesto que los límites de lo políticamente correcto han quedado marcados por la insistencia del gobierno español en que solo un Estado de Alarma drástico y prolongado puede contener la propagación de la covid-19. No obstante, las comparativas regionales e internacionales muestran que la apuesta por un aislamiento blando puede arrojar buenos resultados sanitarios si se ejecuta de forma inteligente.
De hecho, si cruzamos el grado de rigurosidad de las medidas de aislamiento adoptadas en la OCDE con el número de fallecidos por habitante, encontramos que no existe la pretendida correlación entre el cerrojazo socioeconómico y el freno a la propagación de la pandemia. La clave, pues, es otra: medidas de prevención, mantenimiento del aislamiento social, parón selectivo de ciertas actividades, uso masivo de mascarillas, aplicación generalizada de test, estrategias de rastreo de contactos, etc.
La situación en la UE
En la misma línea, el economista Luis Huete ha plasmado en un gráfico la relación entre dos variables: la caída del PIB esperada por Eurostat y las muertes por millón de habitantes provocadas por el coronavirus. Este ejercicio muestra que España se sitúa en el peor de los escenarios posibles: la estrategia de PSOE y Podemos "no salva vidas y no salva la economía".
Estamos lejos del equilibrio óptimo en el que aparecen aquellas naciones que "salvan vidas y salvan la economía". En dicho grupo aparecen ocho países: Polonia, Japón, Austria, Dinamarca, Malta, Eslovaquia, Alemania y Portugal. Su planteamiento ante la covid-19 ha sido capaz de minimizar fallecimientos y, al mismo tiempo, contener el impacto sobre la economía.
Cerca de ellos se colocan Lituania, Chipre y Luxemburgo. A cierta distancia, también aparecen Estados Unidos, Holanda, Suecia o Irlanda. Son países con peores indicadores sanitarios y económicos, pero que se alejan del peor de los casos posibles, que es precisamente en el que ha terminado España: "No salvar vidas y no salvar la economía".