En cuanto empezó a hablarse de la necesidad de encontrar al sucesor de Mario Draghi en la presidencia del Banco Central Europeo, todas las miradas se dirigieron hacia el alemán Jens Weidmann. Este tecnócrata teutón pasó por organismos como el FMI o el G-20 hasta recalar en la presidencia del Bundesbank y es un hombre de toda confianza de la canciller de su país, Ángela Merkel, quien le incluyó en su día entre su equipo de consejeros económicos.
Sin embargo, la llegada de Weidmann al BCE se empezó a torcer a mediados de verano de 2018, cuando diversos socios europeos expresaron a Merkel su inquietud sobre las enormes cotas de poder que parecía codiciar Berlín. Siguiendo su espíritu pactista, la germana priorizó el nombramiento de su aliado Manfred Weber como futuro presidente de la Comisión Europea y descabalgó a Weidmann de la carrera por el BCE.
Este episodio clave de la realpolitik europea hizo que Christine Lagarde terminase abandonando la jefatura del FMI para convertirse en la nueva responsable del BCE. En cuanto a Weber, su nombramiento no llegó a oficializarse, puesto que las diferencias con otras familias políticas exigieron un reemplazo de su candidatura y acabaron propiciando el nombramiento de Úrsula von der Leyen como presidenta de la Comisión Europea.
A comienzos de 2020, Merkel estaba ya de retirada. Su impronta en la escena política europea era cada vez menor y su despedida como canciller estaba acordada. Además, los crecientes rumores sobre el deterioro de su salud contribuían a dibujar una figura política disminuida y con los días contados.
Pero entonces llegó el coronavirus, una amenaza sanitaria y económica de primer nivel. Y, a pesar del desencanto que estaba marcando la última legislatura de gobierno de la dirigente conservadora, lo cierto es que el manejo de la pandemia ejecutado por su gabinete se ha situado entre los mejores del mundo, al menos en lo referido a la contención de la mortalidad y a la reactivación económica.
A finales de abril, la pandemia se había cobrado entre seis y ochos veces más fallecidos por habitante en Francia, Italia o España que en Alemania. No solo eso: mientras el cerrojazo seguía en vigor en buena parte de Europa, el país teutón diseñaba un plan de desescalada rápido y sensato, que permitirá una recuperación "en V".
Obviamente, la presencia de Merkel volvió a ser requerida en las altas esferas europeas, pero la canciller teutona aprendió la lección de la crisis del euro y, aunque su discurso pro-austeridad no ha cambiado mucho, su papel ha pasado a un segundo plano, dejando que sean otros socios como Holanda los que lideren la batalla por frenar iniciativas como los "coronabonos" o los "rescates" sin condiciones.
La Justicia germana también ha pedido a Merkel que de un paso al frente, esta vez con la sentencia del Tribunal Constitucional que exige un frenazo del "programa de compras" con el que el Banco Central Europeo lleva más de cinco años financiando a coste reducido las emisiones de deuda de los países integrados en la moneda única. La sentencia pide al BCE que "justifique" dicho programa y habla de "proporcionalidad" para sugerir un recorte de su tamaño.
Aunque Merkel comparte este sentimiento, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea respaldó en diciembre de 2018 esta "barra libre" de liquidez proporcionada por la entidad monetaria con sede en Frankfurt. Por lo tanto, no parece que este llamado del Tribunal Constitucional de su país vaya a provocar una actitud muy diferente en la canciller.
Los niveles de aprobación de la lideresa teutona se han disparado en las últimas semanas. El tradicional sondeo que realiza de forma periódica la radiotelevisión pública ARD apunta que el 72% de los ciudadanos aprueban su manejo de la crisis. Si se celebrasen elecciones, la CDU y sus socios bávaros de la CSU sumaría el 34% de los sufragios (un aumento de siete escaños), muy por encima del 22% de Los Verdes (que perderían un curul), del 16% de los socialdemócratas (que mantendrían el mismo número de representantes) o del 10% de Alternativa por Alemania (que se dejaría dos parlamentarios). Aunque hay algunos rumores que apuntan a su permanencia en el poder, Merkel ha anunciado que 2021 marcará su adiós de la política germana.
De modo que el curso de despedida de Merkel, que se antojaba tranquilo pero bucólico a comienzos de año, se ha convertido en todo un reto sanitario y económico del que la canciller ha terminado saliendo muy reforzada.