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Kurz vs Sánchez: las tres semanas de exitosa desescalada de Austria

Austria cumple ya más de tres semanas de normalización progresiva de la actividad, y no se ha producido ningún "rebrote".

Austria cumple ya más de tres semanas de normalización progresiva de la actividad, y no se ha producido ningún "rebrote".
Sánchez y Kurz | Agencias

Tras el estallido de la crisis de la covid-19, la mayoría de los gobiernos europeos optaron por introducir medidas de confinamiento como respuesta a la pandemia. El motivo que se argumentó entonces era el de evitar el colapso del sistema sanitario, de ahí las continuas alusiones a la necesidad de aplanar la curva de contagiados y, de esa forma, evitar el colapso de hospitales y centros de salud.

En el caso de España, el pico de presión sobre las infraestructuras sanitarias se alcanzó tras dos semanas de cerrojazo. La progresiva caída en el número de hospitalizados, el trágico desenlace de miles de contagiados y el aumento de capacidad de hospitales y centros de salud permitió ese ansiado aplanamiento de la curva y preparó el camino para que España iniciase un proceso de reapertura progresiva.

El siguiente gráfico recoge la evolución de la presión sobre los recursos del sistema sanitario, medida a partir de indicadores como las camas de hospital, las UCI o los respiradores.

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Otra forma de medir la congestión soportada por los hospitales y centros de salud pasa por analizar las altas y salidas de pacientes infectados con el patógeno.

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Sin embargo, a pesar de que estos datos aconsejarían la adopción de un proceso de reapertura más o menos ágil, el gobierno de nuestro país ha adoptado un plan de desconfinamiento largo, dilatado y burocrático, caracterizado por una infinidad de asimetrías regulatorias que no solo generan confusión sino que complican la necesaria tarea de reconstruir cuanto antes una economía en ruinas.

España vs Austria

En este sentido, el Modelo Sánchez choca frontalmente con el Modelo Kurz. El mandatario austriaco anunció hace un mes que el desconfinamiento echaría a andar a mediados de abril y avanzaría de forma rápida hacia la normalización de la economía. Obviamente, el país centroeuropeo ha pedido a sus ciudadanos que tomen una serie de precauciones básicas: mantener el distanciamiento social, llevar mascarillas, minimizar el contacto con personas que formen parte de los grupos de riesgo, evitar las grandes reuniones sociales… Además, la reapertura no ha sido total, sino que se ha planteado con un plan de reapertura progresiva.

No faltaron las voces críticas que censuraron este paso del joven canciller de centro-derecha, alertando de un "rebrote" y una "nueva ola" de contagiados. Teniendo en cuenta que el periodo de incubación del patógeno ronda los 5 días y partiendo de que el periodo medio de resolución de cada caso ronda los 20 días, parecía aconsejable esperar al menos tres semanas para evaluar las consecuencias sanitarias de la ágil reapertura austriaca.

¿Y qué nos dicen estos datos? En esencia, que no se ha producido ningún "rebrote" ni tampoco una "nueva ola" de infectados. Mientras Austria cumple ya más de tres semanas de normalización progresiva de la actividad, el número de nuevos contagiados, de casos activos y de fallecidos diarios presenta una clara tendencia a la baja.

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Los datos de movilidad de Google ya muestran un cambio de tendencia. Si la asistencia a los lugares de trabajo llegó a caer un 60%, hoy se sitúa un 35% por debajo del promedio. En los parques y espacios verdes, la concurrencia ha ido a más y ha crecido casi un 25%. También se observa una "remontada" progresiva en las cifras de movilidad de los comercios o del transporte público.

De estas cifras se deriva que, más allá de un confinamiento de primera fase orientado a aplanar la curva de contagiados y de esa forma eliminar el colapso del sistema sanitario, tales medidas no tienen mucha justificación conforme se invierte la tendencia y la propagación del patógeno va a menos. De modo que, pese a la incertidumbre que rodeó el anuncio del plan de "desconfinamiento" austriaco, el canciller Sebastián Kurz ha marcado el paso al resto de gobernantes europeos y ha dejado en evidencia a aquellos que, como Pedro Sánchez, han dilatado en el tiempo la reapertura, dando la espalda a la evidencia sanitaria y a la urgencia económica.

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