Muchos quizás no sean conscientes, pero hemos vivido una semana histórica para España. Con los datos disponibles a día de hoy, debemos tener dos cosas claras: La primera es que ya no queda ninguna duda de que la crisis de 2008 va a ser una anécdota comparado con la que ya está aquí; la segunda, que el gobierno de España ha decidido buscar enemigos externos para justificar su incapacidad de acción y nos llevará de cabeza a una segunda crisis incluso más severa.
Ni Europa ni la oposición tienen la culpa de que España afronte esta crisis con 15.000 millones menos de margen presupuestario, que es la diferencia entre el déficit comprometido por Rajoy y el anotado por Sánchez; ni de que se haya actuado tarde, mal y con muchos errores en materia sanitaria; ni de que la falta de capacidad para llegar a acuerdos mantenga al país paralizado precisamente cuando más se necesitan decisiones valientes.
El gobierno de España es el máximo responsable de la situación actual. Una situación dramática, de la que ya vamos teniendo algunas certezas:
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El PIB ha caído un -5,2% en el primer trimestre de 2020. Se trata de una caída que duplica el mayor ajuste vivido en 2008 (-2,6%) y de la más abultada de toda la serie histórica.
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Por si eso fuera poco, los indicadores de confianza empresarial y de las familias registran mínimos históricos, con la formación bruta de capital fijo en viviendas, otros edificios y construcciones, uno de los sectores más importantes de nuestro PIB, cayendo a plomo (-9,6%).
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La EPA refleja una fotografía optimista de nuestro mercado de trabajo, en el que aún 16,4 millones de asalariados del sector privado sobreviven a la escabechina empresarial que estamos viendo. Teniendo en cuenta que hay 1,2 millones de autónomos cobrando la prestación extraordinaria por desempleo, quedan otros 2 millones que, en un escenario de nuevo optimista, podrían seguir operando. Esto hace un total de 18,4 millones de trabajadores del sector privado soportando las nóminas y subsidios de 21 millones de personas que dependen directamente del sector público (funcionarios, pensionistas, ERTE, etc.)
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Y, para acabar con los datos que hemos conocido, los costes laborales se están disparando por encima del 5% en plena crisis y con más empresas cerradas.
España necesita 300.000 millones
Cuando finalice el estado de alarma ya no es que vayamos a estar en la peor crisis de nuestra historia. Es que vamos a afrontar una España sin empleadores, y los pocos que queden no podrán contratar por lo caro que es. Y entonces nos daremos cuenta de que, por ejemplo, la brutal subida del salario mínimo interprofesional del 22%, o los gastos superfluos como el control de horario sí que destruyen empleo.
Las propias estimaciones del gobierno de España, que nunca han pecado de ser optimistas, nos dejan en 2020 con una tasa de paro del 20% y una deuda del 115%. Esto supone acercar a nuestro país al abismo del rescate financiero, en el mejor de los escenarios.
En 2012, durante el peor año de la crisis económica, España tuvo un pico de necesidades de financiación de 350.000 millones de euros. Solo pudimos encontrar 250.000 millones en los mercados financieros, y por eso tuvimos que pedir a Europa que congelara fondos por valor de 100.000 millones para asegurar la supervivencia de nuestro sistema financiero.
En 2020 las necesidades de financiación del gobierno de España ya se estiman en 300.000 millones de euros, y con una prima de riesgo al alza. Saquen las conclusiones por ustedes mismos.
Nuestro gobierno, en lugar de afrontar la situación desde la responsabilidad y afrontar las reformas estructurales que necesitamos de frente y atendiendo a los principales partidos de la oposición, prefiere seguir instalado en el marketing político y la inacción. Su empeño en mirar a Europa es probable que se traduzca en un rescate financiero, como mínimo, por el tramo sin condicionalidad asociada que ofrece el MEDE para financiar los gastos sanitarios por la covid-19.
Alemania necesita a Europa
Los debates en el seno de la Unión Europea han sido acalorados durante las últimas semanas. Francia, Italia y España han formado el frente de la falsa solidaridad, frente a Alemania, Holanda o países nórdicos, entre otros. El clásico eje norte-sur.
Es cierto que Alemania es sólo un voto. Pero probablemente estemos ante el voto más importante de toda la zona Euro. Contar con una posición favorable a mecanismos de financiación light es un elemento imprescindible para que prevalezca la voluntad de los países del sur.
Y, desafortunadamente, y a pesar de que sea una postura contraproducente para la Unión Europea a largo plazo, es lo que va a ocurrir.
Alemania es uno de los tapados de esta crisis. Todos los ojos están puestos sobre España o Italia como los países más afectados, pero los indicadores adelantados sitúan a Alemania en niveles de crecimiento muy preocupantes.
Debemos tener en cuenta que la fortaleza alemana se basa en dos elementos: su sector exterior (50% del PIB) y su sector industrial. Con el mundo afrontando la peor crisis de su historia reciente y las cadenas de valor globales rotas, difícilmente podemos esperar una recuperación rápida de la locomotora alemana.
Alemania no necesita un plan de estímulo para su economía doméstica. Necesita un plan de choque para sus mercados internacionales, entre los que Europa (casi el 40% de sus exportaciones) ocupa un lugar preferente y, además, es en el único lugar en el que tiene influencia directa en la toma de decisiones.
Dicho de otra manera, está dentro de los intereses alemanes financiar un plan de rescate a Europa con el que revitalizar el mercado único.
Tanto es así que Angela Merkel ya ha abierto la puerta a dedicar más fondos a la Unión Europea. Los mecanismos de salvación (eufemísticamente llamados de solidaridad) ya se están poniendo en marcha, y lo mejor que nos puede ocurrir a los europeos es que estos estén asociados a una condicionalidad de estricto cumplimiento que ponga a todos los países de la Unión Europea en el mismo punto de partida cuando esta crisis finalice.
Esta es la única manera de que podamos avanzar en la construcción de una verdadera Unión Europea y solucionar los problemas estructurales de la actual (unión bancaria, marco fiscal, etc.): el cumplimiento de unas mismas normas comunitarias para todos.
Alemania lo sabe, y entre sus responsabilidades está no sólo evitar la ruptura de la UE en el corto plazo, si no asegurar su supervivencia en el largo. Cualquier otra vía es abrir aún más las puertas a populismos y nacionalismos que nos pueden costar la mejor construcción institucional de nuestra historia económica reciente.