¿Funcionan las medidas de confinamiento generalizado que se están tomando para enfrentar la pandemia de la covid-19? En términos económicos, es evidente que su coste es muy hondo, puesto que el servicio de análisis de Morgan Stanley estima que la caída provocada en el PIB por unas restricciones tan severas puede moverse en el entorno del 14%, alcanzando incluso el 23% si el cerrojazo se prolonga. Pero, ¿qué hay del bagaje sanitario? ¿Es esta la única respuesta viable a la propagación del patógeno originario de China?
El politólogo Wilfred Reilly se ha hecho esta última pregunta en clave estadounidense y ha optado por comparar los resultados que han arrojado las distintas estrategias de prevención adoptadas por los distintos territorios del país norteamericano. Su conclusión es que no hay base empírica que respalde una mayor efectividad del confinamiento generalizado por encima de las estrategias blandas de distanciamiento social.
¿Cómo llega el analista estadounidense a este hallazgo? Veamos los datos:
- En primer lugar, Reilly se fija en los siete territorios que no confinaron a su población de manera generalizada hasta el 6 de abril. Estos Estados tomaron pocas medidas restrictivas (el mejor ejemplo sería prohibir los eventos de masas) y se limitaron a recomendar a los ciudadanos que mantengan cierto distanciamiento social. Se trata de Arkansas, Iowa, Nebraska, Dakota del Norte, Dakota del Sur, Utah y Wyoming, que el 16 de abril presentaban un promedio de 1.321 casos y de 22 fallecimientos.
- En segundo lugar, el autor toma como referencia el resto de territorios de la Unión, en los que las medidas adoptadas si fueron más similares a las que se han tomado en España o Italia. Para evitar un sesgo al alza, Reilly deja a un lado el dato referente a Nueva York. Pues bien, entre este grupo de territorios, el promedio alcanzado en la misma fecha apuntaba a 8.408 casos y 342 fallecimientos.
- En tercer lugar, se ajustan los datos anteriores para tener en cuenta el número de decesos por millón de habitantes. Para el primer grupo, la cifra arroja un total de 10, mientras que para la segunda se situó en el entorno de los 54 decesos por millón.
- En cuarto lugar, Reilly aplica un modelo de regresión, es decir, una técnica matemática que permite medir la influencia de una variable sobre otra y aislar cualquier otro factor, como en este caso podrían haber sido el número total de residentes, la densidad de población, la renta mediana o la edad mediana, la presencia de mayor o menor diversidad étnica. Este ejercicio revela que el 94% de la variabilidad en los datos de contagios o fallecidos se explica por factores distintos al grado de aislamiento exigido por las autoridades, siendo la densidad demográfico y el tamaño de la población las dos variables clave.
Por otro lado, en las páginas del Wall Street Journal se ha presentado un informe del empresario T. J. Rodgers y sus colaboradores Joe Malchow y Yinon Weiss en el que se ajusta el efecto calendario para analizar de forma homogénea la mortalidad en los distintos territorios de Estados Unidos. El resultado de su análisis es que un cerrojazo social y económico más estricto y temprano no supone una menor mortalidad, mientras que otros factores como la densidad de población sí tienen mucha más incidencia en la cifra final de decesos, hasta el punto de que el 44% de la mortalidad se podría explicar por dicho factor.
Por su parte, un estudio del investigador Thomas Meunier sugiere que las políticas de distanciamiento social son suficientes y que no hay evidencia que respalde la mayor efectividad del confinamiento masivo decretado en Italia, Francia o España. El estudio pone como ejemplo el aislamiento "light" de Alemania o Países Bajos.
Las diferencias internacionales, a debate
En clave internacional, la evidencia sobre el funcionamiento de las políticas de "aislamiento blando" es limitada, pero también arroja conclusiones interesantes. Japón se ha desmarcado como el país de la OCDE con menos fallecidos per cápita, de modo que su apuesta por medidas menos restrictivas no parece haber generado la hecatombe sanitaria que preveían algunos analistas. Algo parecido ocurre en Corea del Sur, donde la apuesta por la medición y el big data parece haber sido suficiente, o en Taiwán, donde la rapidez de las autoridades parece haber sido la clave.
En clave europea, el ranking elaborado por la Universidad de Oxford muestra que países como Alemania o Finlandia han conseguido cifras reducidas de mortalidad por habitante a pesar de no haber decretado un cerrojazo generalizado. En el caso del país germano, que ya camina hacia la normalización plena de la actividad, la tasa de fallecidos es de 75 por millón de habitantes, mientras que en el país nórdico vemos que este ratio es de 35.
Otros países que han apostado por una estrategia menos restrictiva, como Suecia o Países Bajos, presentan cifras de mortalidad más elevadas, pero asimilables a las de otros socios europeos que sí han abogado por el cerrojazo de la actividad socioeconómica. El promedio sueco es de 245 fallecidos por millón, mientras que el resultado neerlandés alcanza un ratio de 275. Pues bien, en Francia o Irlanda, donde las políticas aplicadas han sido mucho más severas, estos dos indicadores hablan de 370 y 240 muertos por millón de habitantes. En España e Italia, dicho ratio se dispara a 520 y 460.
Además, los expertos suecos que han diseñado el aislamiento "light" subrayan que su apuesta implica mayor mortalidad a corto plazo, pero suaviza dichas cifras en el medio y largo plazo al promover una inmunidad de grupo que ayudaría a descartar la temida segunda ola de casos. En este sentido, los datos suecos deberán ser analizados de nuevo dentro de uno o dos años, puesto que los expertos escandinavos insisten en que el paso del tiempo hará que la comparativa sea más acorde con los plazos que pretende abarcar este tipo de apuesta.
Anticipación y prevención
Esto no quiere decir que una fase de mayor aislamiento deba ser totalmente descartada, puesto que Austria ha demostrado que puede ser una buena fórmula para preparar una estrategia de adaptación y prevención que ayude a recuperar la actividad en cuestión de unas pocas semanas. Pero, una vez superado ese ajuste, la evidencia no parece destacar el confinamiento generalizado por encima del mero aislamiento blando.
Lo que sí es crucial es una respuesta política y social rápida ante la irrupción de la pandemia. En este sentido, el gobierno de España movió ficha con muchos más contagiados que otros países, de modo que la incidencia final de la pandemia terminó siendo mayor. Se estima, de hecho, que adelantar las medidas de aislamiento habría evitado el 80% de los fallecimientos. De modo que, si la apuesta es el confinamiento, lo lógico es seguir el modelo austriaco (respuesta rápida y salida rápida) y no el modelo español (respuesta tardía y salida tardía).
Entonces, ¿qué lecciones sacamos de todas estas comparaciones? En esencia, podríamos decir lo siguiente:
1. Los datos de EEUU confirman que el confinamiento tiene menos impacto en la evolución de contagios y fallecidos que otros aspectos como, por ejemplo, la densidad demográfica o el tamaño de la población. Esto recomendaría respuestas flexibles, diferenciadas y descentralizadas ante episodios infecciosos de este calibre.
2. La anticipación en la reacción es un factor clave. Si no hay un cambio temprano en los hábitos de los ciudadanos, los patógenos altamente contagiosos aumentan exponencialmente su alcance.
3. El aislamiento "light" tiene un coste económico mucho menor pero no se ha traducido necesariamente en cifras de mortalidad peores a las de países que sí han adoptado un cerrojazo generalizado.
4. Las medidas de prevención (nuevas prácticas de aislamiento social, refuerzo de los hábitos de higiene, generalización de las mascarillas, uso de guantes y otros materiales protectores, etc.) son un aspecto vital de la lucha contra la pandemia.