Entre comienzos de 2008 y el final de 2011, Zapatero hizo subir la deuda pública a un ritmo medio de casi 8.100 millones de euros por mes. Además, dejó 74.000 millones en facturas sin pagar y unas cajas de ahorro insolventes, para cuya recapitalización hubo que pedir un préstamo de 40.000 millones a la UE. Por eso, en verdad, el incremento de la deuda pública en la segunda legislatura de Zapatero fue de unos 10.600 millones de euros por mes. Así, la deuda, que era de 389.000 millones cuando llegó al poder, quedó en 860.000 millones cuando se fue (+120%).
La paulatina reducción del déficit fiscal durante la gestión de Rajoy-Montoro (que se hizo con la permanente crítica del PSOE y Podemos, que querían gastar más), llevó a la deuda hasta 1,16 billones de euros al momento de la moción de censura que puso a Pedro Sánchez en el poder. Eso equivalía al 99% del PIB.
No hace falta siquiera estar alfabetizado para darse cuenta de que, con esa situación, las cuentas públicas deberían llevarse con máxima cautela. No lo entendió así el Dr. Sánchez, que prefirió aumentar el gasto público. A tal punto, que la meta de déficit fiscal de 1,3% del PIB que había dejado pactada Rajoy con Bruselas para 2019 fue en verdad un déficit de 2,8%.
Y llegó el coronavirus
En ese marco de cuentas públicas al límite, llega el coronavirus, el confinamiento y la mayor caída del PIB de posguerra. El déficit fiscal llegará al 10,34%, según las previsiones que el Gobierno ha remitido a Bruselas (casi tan alto como el máximo histórico de 11,5%, conseguido por Zapatero en 2009), agujero que se financiará con más deuda pública. Partiendo de una previsión prudente (caída del 9,2% del PIB), la deuda pública llegará al 115,5% del PIB.
El "dopaje" del BCE, que lleva años comprando bonos en el mercado, permite que siga siendo posible colocar esas enormes cantidades de títulos a precios muy baratos (menos del 1% anual para las obligaciones a 10 años). Aun en este mercado de bonos intervenido, la realidad no deja de imponerse: la prima de riesgo (diferencia entre los rendimientos de los bonos a 10 años de Alemania y España) marcó el 22 de abril un máximo de 155 puntos base, duplicándose en dos meses. Es también el mayor valor en tres años.
El mercado financiero valora expectativas. Lo que intenta valorar el mercado es cuánto vale un bono de un gobierno con una deuda muy alta, que es incapaz de cumplir sus objetivos de déficit, que enfrenta le peor recesión en décadas y que aun así no muestra síntomas de entender la gravedad de la situación fiscal (proyecto de renta mínima, subsidio a las televisiones, etc.).
El riesgo es que el mercado, en algún momento, crea que la deuda pública es impagable y deje de comprar bonos. En ese punto, quedan pocas alternativas: el BCE cubre el bache (algo incierto; es probable que ya se haya excedido en sus funciones), se pide un rescate para que Alemania nos preste el dinero o se deja de pagar, lisa y llanamente. No puede descartarse que la última alternativa sea la preferida por el ala bolivariana del gobierno (el mercado también pondera eso).
Hay que actuar antes de que estalle la bomba, mi propuesta es:
- Una revisión total del gasto público, para suprimir las partidas improductivas.
- La apertura en bolsa del capital de Loterías y Apuestas del Estado y la venta en subasta de sus participaciones en AENA, Bankia, Enagas, Red Eléctrica, Indra y otras 21 empresas, para cancelar deuda pública con todo lo recaudado.
Habrá a quien le guste más y a quien le guste menos. Las alternativas son todas peores. Quien lo dude, que pregunte en Grecia y Portugal acerca de las consecuencias del rescate.
El cardenal Richelieu decía que los problemas son de dos tipos: cuando se anticipan, fáciles; cuando no, insolubles. Pues eso.
Diego Barceló Larran es director de Barceló & asociados (@diebarcelo)