Desde que estalló la crisis sanitaria del coronavirus, el indicador de referencia empleado por los medios de comunicación para hacer un seguimiento de la pandemia ha sido el número de nuevos positivos diagnosticados por los profesionales sanitarios. Sin embargo, este indicador que tanta relevancia ha cobrado en otros países tiene una utilidad limitada en el caso de España, donde el número de exámenes realizados ha sido especialmente reducido, además de lento.
Entonces, si el volumen de casos diagnosticados no es representativo, ¿en qué indicadores podemos fijarnos para hacer un seguimiento más pegado a la realidad? La mortalidad se ha convertido en una métrica de uso común, puesto que permite comparativas internacionales a partir de un análisis de fallecidos per cápita. Desde este enfoque vemos que España se sitúa entre los países con un peor resultado, ya que alcanza un ratio de 496 decesos por cada millón de habitantes.
Sin embargo, aunque los datos de fallecidos son indudablemente los más preocupantes y a pesar de que su trayectoria sí es útil para hacer un seguimiento de los efectos más graves del brote infeccioso, no deja de ser cierto que también hay serios problemas asociados al uso de dicha métrica. Por un lado, la demografía de los contagiados no es homogénea, de modo que un país puede tener más muertos que otro pero, comparando casos similares, la tasa de mortalidad puede ser similar. Por otro lado, la metodología adoptada por la mayoría de gobiernos contabiliza solo como muertos por covid-19 a quienes pierden su vida tras un diagnóstico positivo de la infección.
Los estudios de inmunidad, respuesta clave
Ante la necesidad de contar con indicadores fiables para desarrollar el desconfinamiento, ha ganado peso el rol de los estudios de inmunidad que, a través de distintas técnicas, aspiran a conocer el número real de personas que han sufrido la infección. En algunos casos, estos informes son simples sondeos que aspiran a trazar el número de posibles contagiados mediante el auto-diagnóstico de los ciudadanos. En otros casos, los informes consisten en análisis de sangre o test rápidos realizados entre segmentos de población lo suficientemente amplios como para resultar representativos.
En España ya se han dado algunos pasos en esta dirección, pero el gobierno nacional ha vuelto a quedarse muy por debajo de las expectativas. Así, aunque el ministerio de Sanidad anunció que realizará test masivos aleatorios a partir de esta misma semana para reducir la brecha de información, el alcance de dicho proyecto se antoja muy limitado, puesto que solo abarca 36.000 hogares.
Por comparación, el gobierno autonómico gallego tiene previsto hacer un estudio de inmunidad que abarque la incidencia del patógeno en 102.000 familias. Si ajustamos los datos para tener en cuenta la población del conjunto de España y de la comunidad que gobierna Alberto Núñez Feijóo, vemos que el muestreo elegido por la Xunta es 50 veces mayor, en términos de su cobertura per cápita.
EEUU enseña el camino
A pesar de las recurrentes críticas de la izquierda europea al gobierno de Donald Trump, Estados Unidos ya se ha convertido en uno de los países de referencia a la hora de pasar de la fase de contención a la de reapertura. Los indicadores económicos ya apuntan que lo peor ha pasado ya y las cifras referidas a la crisis sanitaria también acumulan semanas de mejora progresiva.
En lo referente a la mejora de los mecanismos de medición y rastreo de contagiados, el país norteamericano ha apostado por realizar exámenes y sondeos masivos que permitan esclarecer la incidencia real del patógeno. Los estudios realizados muestran que, más allá de los casos que terminan en un diagnóstico oficial, la incidencia de la covid-19 es más profunda, pero menos letal.
En Miami, por ejemplo, se estima que el 6% de la población ha sufrido el contagio del virus llegado de China, de modo que la cifra real de contagiados es 16 más alta de lo que revelan las cifras oficiales. Sin embargo, esto también significa que el número total de fallecidos respecto al total de infectados es mucho menor (se situaría en un 0,1%, frente al 3% que se estimaba hasta ahora al tomar solo como referencia el dato oficial de positivos.
Para el Estado de Nueva York, epicentro de la infección, se barajan cifras similares. El 21% de sus habitantes habría caído infectado, muy por encima del 1% que arrojaban las tasas oficiales de diagnósticos por test. No obstante, ese altísimo volumen de contagiados también implica que la mortalidad del patógeno sería del 1%, lejos del 6% que se venía manejando hasta ahora.