No hay momento en el que la izquierda haya gobernado en España que no haya deteriorado la situación económica con su gestión: con González quedó maltrecha la economía, con la Seguridad Social sin fondos para abonar la paga extra de diciembre de 1996 de los pensionistas, que tuvo que remediar el Gobierno de Aznar con un préstamo con la banca; y la economía ralentizada y una tasa de paro que era de casi el 25%, sin posibilidad de que, de continuar esa gestión, España entrase a tiempo en la unión monetaria europea.
Con Zapatero parecía imposible de superar una gestión tan pésima: dejó a España con gravísimos desequilibrios y dudas sobre su solvencia, sus políticas dispararon el paro a seis millones de personas y la deuda la dobló en sólo cuatro años, con la acumulación de varios ejercicios en déficit y la necesidad de ejecutar unos recortes en mayo de 2010, impuestos desde fuera, por haber dilapidado la buena herencia que recibió de Aznar.
Ahora bien, en poco tiempo, Sánchez ha demostrado que supera a su inmediato antecesor socialista en la presidencia del Gobierno, pues preside un Ejecutivo que no está pensado para gestionar, sino para la propaganda, la imagen y la nota de prensa, y eso se nota en todos los ámbitos, también en el económico. En el mejor de los casos, sólo sabe gobernar con las arcas llenas, pero de tanta propaganda y tan mala gestión, las arcas se van vaciando y, con ello, se esfuman los fuegos artificiales del Gobierno de Sánchez.
Su gestión general, especialmente económica, está desprestigiando a España, pues no es capaz de cumplir ninguno de los objetivos económicos fijados. No se trata sólo de la actual situación económica derivada de la crisis del coronavirus, sino de su planteamiento económico general, de gasto desbordado. Esa desconfianza ya se dejaba ver antes del estado de alarma, con la prima de riesgo en 116 puntos básicos frente a los 106 en los que estaba cuando Sánchez llegó al Gobierno tras la moción de censura a Rajoy. Actualmente, se encuentra en 140 puntos. Es decir, hasta mediados de marzo, con Sánchez la prima de riesgo con Alemania se elevó un 9,4% respecto a como la recibió, que asciende a un 32,1% si comparamos la llegada de Sánchez al Gobierno con el momento actual.
Adicionalmente, nada más llegar sembró dudas en la Comisión Europea al revisar los objetivos de estabilidad de España, elevando el objetivo de déficit de todos los años. De esa manera, en el año recientemente concluido, 2019, el objetivo pactado por Rajoy con la UE era del 1,3%. Sánchez lo elevó de inmediato al 1,8%, elemento que no contribuyó a generar confianza en inversores, mercados e instituciones.
Posteriormente, dejaba entrever que el déficit se situaría alrededor del 2%, mientras gastaba miles de millones de euros en cada viernes previo a las elecciones de abril de 2019. Eso elevó el déficit todavía más, hasta el 2,64%, pese a que el INE había dado un 2,7% días antes. Resulta curioso cómo se quedó la estimación del Gobierno en esa exacta centésima. De haber saltado al cinco, el decimal habría coincidido con el del INE.
Pero lo que ha supuesto una menor credibilidad es que Eurostat ha incrementado el déficit español de dicho ejercicio, ni siquiera llevándolo al 2,7%, sino elevándolo al 2,82%, con el primer incremento de déficit en seis años, que ya se había producido, en cualquier caso, sobre el dato de 2018, que fue del 2,53% después de que el Gobierno también tuviese que rectificarlo al alza, desde el 2,48%.
De todo esto, se desprenden dos conclusiones: la primera, que Sánchez y su Gobierno no son fiables, de forma que generan tensiones por la poca credibilidad que despiertan. La segunda, que el empeoramiento de la economía por la mala gestión de Sánchez ya se daba antes de la crisis del coronavirus.
Mala gestión que continúa ahora y que ya supone un auténtico despropósito para nuestra economía. Además de la nulidad para gestionar la crisis sanitaria, en la vertiente económica de dicha crisis -que será todavía peor que la sanitaria si el Ejecutivo sigue por esa línea- las decisiones del Gobierno no generan confianza, sino todo lo contrario. Lo grave no es ya el retroceso que se sufrirá en 2020, que es importante, sino su profundidad y, sobre todo, la destrucción de tejido productivo que se puede provocar por no adoptar el Gobierno las medidas adecuadas que permitiesen un repunte rápido y robusto. Por eso, el FMI considera que en 2020 vamos a caer medio punto más que la media de la zona euro y que en 2021 también vamos a crecer 4 décimas menos que la eurozona: no sólo caeremos más sino que, además, creceremos menos.
El cierre de la economía, la ausencia de liquidez y la inexistencia de una política económica clara y de una gestión sanitaria que introduzca certidumbres en todos los ámbitos, especialmente en el propio sanitario y en el económico, nos llevan a contemplar un horizonte de penuria económica, cuando se podría evitar con una gestión diferente, como puede ser la de Alemania. La comparación en tasa de paro entre ambos países no deja lugar a dudas.
Y esa destrucción del tejido productivo y del empleo generará un déficit insoportable. Sólo los estabilizadores automáticos, como la caída de la recaudación por menor actividad y el incremento del gasto por aumento del número de prestaciones por desempleo, elevarán de manera importante el déficit, pero, además, el resto de medidas que Sánchez quiere llevar a cabo terminarán de sembrar un gasto estructural difícil de deshacer con posterioridad. Así, el Banco de España prevé que el déficit en 2020 se mueva entre el 7,2% y el 11%.
Con esas credenciales, Sánchez se va a pedir deuda perpetua a la UE. Por cierto, tanto exhumar a Franco y ahora Sánchez abraza su política financiera, pues en el régimen de Franco se empleaba la deuda perpetua como método de financiación. Deuda amortizada en 1998 por el Gobierno de Aznar, por cierto.
Es lógico que holandeses y alemanes no confíen en Sánchez. No en España, sino en Sánchez. El problema no es España; el problema son Sánchez y su Gobierno populista, que siembra dudas ante cualquier variable. Sánchez se ha convertido en una pesada losa para el prestigio de España, de manera que él y su Gobierno no van a ser una solución para salir de la crisis, porque la agravan más y son parte de ella.