Desde que estalló la crisis sanitaria del coronavirus, han salida a la luz grandes diferencias internacionales en materia de gestión de la pandemia. El gobierno de España, por ejemplo, ha quedado en evidencia como uno de los que peor ha respondido al Covid-19, puesto que nuestro país tiene una mortalidad que alcanza ya los 415 fallecidos por millón de habitantes, un triste récord que nos sitúa en terrenos desconocidos para la mayoría de países, salvo Bélgica (430), Italia (365) o los microestados de Andorra (425) y San Marino (1.120).
El Ejecutivo conformado por socialistas y comunistas es consciente de esta debacle pero, en vez de admitir sus errores y rectificar su respuesta a la pandemia, su reacción ha consistido en redoblar los ataques contra la oposición y sostener que España, lejos de ser uno de los países que peor ha respondido a la pandemia, es un caso de estudio. Al mismo tiempo, desde los altavoces mediáticos que avalan la actuación del gabinete que preside Pedro Sánchez no se ha dudado en emitir de forma reiterada todo tipo de bulos sobre la situación sanitaria de Estados Unidos. Sin embargo, estos clichés y mentiras tienen poco recorrido, puesto que se desmontan con un simple vistazo a los datos.
1. EEUU es líder en gasto sanitario.
La primera cifra que saca a relucir la izquierda en los debates sobre la calidad de la sanidad es la del gasto comprometido en dicha materia. En este caso, Estados Unidos es el país de la OCDE con el mayor gasto en esta materia del mundo, rozando el 17% de su producto interior bruto.
Además, frente al mito que sostiene que el grueso de dichos desembolsos es privado, lo cierto es que la mayor parte de estos pagos se canalizan bien a través de gasto público o bien mediante seguros privados que, a menudo, son ofrecidos por las empresas a los trabajadores.
2. Cobertura para los más desfavorecidos
En Estados Unidos existen dos grandes programas públicos de gasto sanitario. Para la población de más de 65 años existe Medicare, creado en 1966 y dependiente de la Seguridad Social del país norteamericano. Para grupos vulnerables (ciudadanos de rentas bajas, menores de edad o ciertas mujeres embarazadas), la atención sanitaria se canaliza a través de Medicaid, que nació en 1955. Además, los militares cuentan con un programa propio de cobertura sanitaria (Tricare), que se extiende después a su vida como veteranos retirados bajo otro paraguas (ChampVA).
Medicare cubre a más de 60 millones de personas y consume anualmente el 15% del presupuesto federal, con un gasto neto de 600.000 millones de dólares por ejercicio. Medicaid asegura a 64 millones de ciudadanos y también moviliza anualmente cerca de 600.000 millones, aportados en un 65% por el gobierno nacional. Por lo tanto, estos dos programas públicos garantizan el acceso a la salud al 35% de los estadounidenses. Del 65% restante, un 55% recibe atención sanitaria gracias a seguros privados que, en la gran mayoría de los casos, son ofrecidos por las empresas a sus trabajadores. Hay otro 10% que no cuenta con seguro, pero este porcentaje está compuesto por colectivos de distinto tipo (jóvenes que prefieren ahorrarse este gasto, trabajadores de la economía sumergida, inmigrantes en situación irregular…).
3. Sanidad de calidad
Ni el gasto ni las tasas de cobertura sirven de nada si la calidad de la atención médica no es de calidad. Sin embargo, todos los indicadores para Estados Unidos establecen lo contrario. Por ejemplo, cuatro hospitales del país norteamericano figuran entre los diez mejores del mundo; además, el índice de salud que elabora Bloomberg coloca a Estados Unidos en la zona alta de la tabla (73 puntos sobre 100).
Es cierto que, desde la perspectiva española, estos resultados se antojan inferiores, pero no hay que olvidar que nuestro país es líder en este campo. Sin embargo, si hacemos una comparativa global más generalizada, EEUU sale bien parado. Tomando como referencia el informe Health at Glance de la OCDE vemos que la esperanza de vida converge hacia los 80 años y que solo el 2,6% de la población declara tener "mala salud" (tres veces menos del promedio observado en los países desarrollados). Es cierto que hay tendencias preocupantes en campos como las adicciones (con la crisis de los opiáceos) o la obesidad, pero también datos muy favorables de supervivencia ante el cáncer y, además, los plazos de espera tienden a ser bajos.
4. Test y tratamiento del coronavirus
En lo referido a la respuesta sanitaria ante el Covid-19, en España se está difundiendo el bulo de que los seguros sanitarios estadounidenses no cubren ni el test ni el tratamiento del coronavirus. Según este relato, mucha gente no tendría capacidad de diagnóstico o de atención sanitaria. Sin embargo, ya a mediados de marzo se anunció que las pruebas de coronavirus serían gratuitas o, mejor dicho, quedarían cubiertas por los seguros, que realizarán los exámenes sin coste adicional para los afectados y solo exigirán un copago disuasorio a quienes sean evaluados pero no estén infectados. Lo mismo sucede con el tratamiento. Existen diversas casuísticas, dependiendo del plan de seguros que tenga contratado cada ciudadano, pero en todos los casos vemos que el cuidado asociado al coronavirus está cubierto, con o sin copago. Además, la población con menos recursos económicos tiene el tratamiento y el test asegurados a través de los programas públicos mencionados en el punto 2 del presente artículo y quienes no disponen de seguro alguno (ese 10% de la población al que aludíamos antes) puede recibir este tipo de atención a través de fórmulas especiales ofrecidas por Medicaid u otros programas públicos y privados de atención sanitaria.
5. Las cifras del coronavirus en EEUU
Aunque el número total de casos diagnosticados de coronavirus es aparentemente muy alto (678.000 positivos a primera hora del 17 de abril), la cifra total debe ajustarse para tener en cuenta el enorme tamaño de la población del país del Tío Sam (alrededor de 330 millones). Con esta métrica, Estados Unido se queda en 2.000 infectados por cada millón de personas. Usando el mismo parámetro, vemos que España tiene 4.000 diagnósticos por cada millón de habitantes, mientras que Suiza y Bélgica rondan los 3.000, Italia está en 2.800, Irlanda en 2.700 o Francia en 2.500.
Algo parecido ocurre con el número de decesos. Estados Unidos presenta 100 muertes por cada millón de ciudadanos, frente a los 420 de Bélgica, los 415 de España, los 365 de Italia, los 275 de Francia, los 200 de Reino Unido, los 190 de Países Bajos, los 150 de Suiza, los 130 de Suecia o los 110 de Luxemburgo. Si se desglosan los datos, encontramos que casi el 50% de los fallecimientos se han producido en Nueva York. Por otro lado, el pico de nuevos casos se alcanzó el 4 de abril y la cifra de fallecidos se ha estabilizado desde el 7 de abril. Además, la presión sobre el sistema sanitario parece remitir gracias a que, desde la primera semana de abril, los nuevos casos confirmados llevan prácticamente una semana descendiendo, de modo que los recursos médicos necesarios han superado el pico de demanda el 10 de abril.
Precisamente porque existe una gran variabilidad territorial, las autoridades estatales tienen poder para diseñar un confinamiento más o menos estricto. Nueva York, por ejemplo, está coordinando su estrategia de salida de la mano de otros cinco territorios (Nueva Jersey, Connecticut, Pennsylvania, Rhode Island y Delaware). Además, el gobierno de Donald Trump ya ha propuesto un plan de acción para la reapertura del país.
Nota: El coautor del artículo, Santiago Calvo (@SantiCalvo_Eco), es economista, doctorando en la Universidad de Santiago de Compostela e investigador colaborador en el Insituto Juan de Mariana.