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Domingo Soriano

Eurobonos: por qué Sánchez e Iglesias los anhelan y por qué serían terribles para España

No se me ocurre nada a lo que nos puedan obligar Merkel o Rutte que sea peor que lo que tiene previsto nuestro Gobierno.

No se me ocurre nada a lo que nos puedan obligar Merkel o Rutte que sea peor que lo que tiene previsto nuestro Gobierno.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante el pleno del Congreso celebrado este jueves. | EFE

Por el momento, no habrá Eurobonos (o Coronabonos). Al menos, en el corto plazo, no con ese nombre. La emisión de deuda de forma conjunta sigue siendo tabú en algunos de los países más ricos de la Eurozona (Alemania, Holanda, Austria, Finlandia).

También es verdad que muchas veces parece que todo gira en torno al nombre. Porque es verdad que Eurobonos, como tal, no hay. Pero las medidas aprobadas en las últimas semanas en Bruselas suponen un enorme salto cualitativo y cuantitativo: del Programa de Compras de Emergencia para Pandemias (PEPP) del BCE (750.000 millones en un programa de compra de activos públicos y privados) al más de medio billón de euros en ayudas aprobados esta semana por el Eurogrupo (240.000 millones en líneas de crédito del MEDE; 200.000 millones en préstamos a empresas del Banco Europeo de Inversiones; y 100.000 millones en un fondo europeo contra el desempleo a disposición de los gobiernos).

Lo podemos llamar como queramos, pero no deja de ser una forma de mutualizar el riesgo. De hecho, es lo que hace el euro desde su creación. Como comentábamos hace un par de semanas, "a ver si alguien se piensa que Italia o España estarían financiándose a los tipos actuales si no compartiesen moneda con alemanes u holandeses. O si Mario Draghi no hubiera dicho en el verano de 2012 que haría 'todo lo que fuera necesario' para sostener el euro". ¿Quieren Eurobonos? Pues miren los billetes y monedas de sus carteras.

También es cierto que emitir deuda de forma conjunta implicaría ir un paso más allá. Y eso lo saben los que negocian en Bruselas y sus ciudadanos.

Dicho esto, el debate sigue anclado, más o menos, en los mismos términos que hace dos semanas. Es verdad que la retórica se ha suavizado (sobre todo desde Holanda y Alemania) pero en el fondo no ha habido demasiados cambios:

  • Por un lado, los países del Sur (liderados por Italia, sobre todo, y España) mantienen su exigencia de un instrumento de deuda conjunta para ayudar a salir de esta crisis. Los líderes de estos países, y muchos economistas, miran con envidia los sucesivos programas extraordinarios que la Fed está lanzando en EEUU (el último, de 2,3 billones de dólares, esta misma semana)
  • Enfrente, holandeses y alemanes exigen compromisos (condicionalidad macroeconómica). Si alguien quiere un apoyo como éste, debe aceptar que sus socios (que se convertirían, de una forma u otra, en prestamistas) le impongan también ciertas obligaciones para asegurarse de que cumple con lo pactado (los hombres de negro, un MoU, etc…)

Por España, no a los Coronabonos

Todo lo apuntado hasta ahora está más o menos claro. La batalla se plantea en términos ideológicos (aunque puede haber matices, podríamos decir que los economistas más liberales se muestran menos partidarios de los Eurobonos y los más keynesianos, a favor), geográficos (norte vs sur) e incluso morales (austeros-individualistas frente a despilfarradores-solidarios).

Lo que no tengo nada claro es que en esa batalla estemos todos en el campo que nos corresponde. Yo estoy en contra de los Eurobonos: no a pesar de ser español; sino, precisamente, porque lo soy. Si hay un país para el que, en este momento, la emisión de deuda conjunta y sin condicionalidad sería una noticia nefasta, ése es el nuestro (bueno, tiene pinta de que también a Italia le valdría el 95% de lo que expondré en este artículo).

Los defensores de los Eurobonos utilizan, fundamentalmente, tres argumentos que son ciertos en buena medida (los resumo tanto que se corre el riesgo de una cierta simplificación; pido al lector que los interprete de la forma más favorable posible):

  • España e Italia no han sido especialmente cuidadosas con sus finanzas en los últimos años, pero tampoco lo fueron Alemania o Francia en la década de los 2000, cuando lo necesitaron.
  • A diferencia de la crisis de 2010-2012, no existe riesgo moral, en el sentido de que nadie quiere que su país se vea afectado por el Coronavirus. La economía ha colapsado por culpa de un cisne negro, no por el déficit o cualquier otro indicador macro.
  • El problema de España no es el déficit o la deuda. Argentina quebró con un nivel de deuda pública sobre el PIB muy inferior al que nosotros tenemos en la actualidad y Japón lleva años viviendo por encima del 200% del PIB sin que eso implique un riesgo cercano de default.

Como decía, las tres cosas son ciertas… pero con matices (sí, el diablo y los detalles).

En primer lugar, es verdad que Alemania y Francia incumplieron el Pacto de Estabilidad cuando lo necesitaron. Aunque también es cierto ese incumplimiento fue menor (en años y en desviación de los objetivos) de los que hemos visto en España e Italia.

Pero lo relevante no es esto. La clave es: ¿implicó ese incumplimiento que requiriesen del aval de sus socios para salir al mercado? El problema de España e Italia no gira en torno a la pregunta de si "se merecen" o no lo que les pasa. El problema es que les pasa.

Los que dicen "España no ha hecho nada malo. Al menos, no ha hecho nada sustancialmente diferente a lo que hicieron otros. No hay ningún riesgo de quiebra de España. Nuestras finanzas públicas son sólidas"… tienen un problema: la propia petición de Eurobonos desmiente las afirmaciones anteriores. Si lo anterior fuera cierto, saldrían al mercado como lo hacen Holanda y Alemania. Y si no pueden hacerlo, es porque lo anterior no es cierto.

En segundo lugar, lo del "riesgo moral" también se puede leer de muchas formas. Es obvio que ningún Gobierno va a contagiar a propósito a sus ciudadanos de Covid-19. Pero lo que preocupa a alemanes u holandeses no es eso. Lo que temen es que sus socios españoles e italianos usen la excusa de la pandemia para financiar gratis un gasto que no pueden permitirse o para retrasar las reformas que hace años deberían haber puesto en marcha.

El reformador

Y esto nos lleva al último argumento. Al que de verdad es relevante. Ése que dice que España no tiene un problema con sus finanzas públicas y que los países no quiebran por tener un 10% de déficit un año o una tasa de deuda del 120% del PIB.

Esto es cierto.

Sí, lo sé. Yo he sido muy crítico en los últimos años con los incumplimientos del Gobierno español. Y he defendido en algunas ocasiones algo así como que "nos merecíamos" que nuestros socios nos ignorasen (a los españoles), porque éramos nosotros los que habíamos puesto en peligro nuestras finanzas públicas.

Sin embargo, hace tiempo que asumí que los países no quiebran (o no del todo) por lo que han hecho en el pasado, sino por lo que harán en el futuro. Lo importante no es si tienes una deuda del 10% o del 150% del PIB. Tampoco si los intereses de esa deuda se comen el 1% o el 25% del gasto público.

Por supuesto, estos datos son relevantes: a igualdad de condiciones, mejor deber 3 que 30. Pero la clave no es si debes 100 o si debes 10.000. La clave es si podrás pagarlo. Por eso, EEUU y Japón no son España o Italia. Y no es porque tengan moneda propia o puedan darle a la máquina de imprimir. Sino porque esa moneda, aunque maltratada por sus bancos centrales, sigue estando respaldada por la capacidad productiva de sus economías.

Y aquí estamos, de vuelta, en la casilla de los Eurobonos. El futuro de la economía española en las próximas dos décadas no dependerá de si el déficit de este año es del 8% o del 12% del PIB. Ni de si la deuda alcanza el 140% a finales de 2021. Eso será un lastre que nos obligará a desviar recursos al pago de intereses que podrían estar dedicados a otra cosa. Pero la riqueza de la España de 2040 será hija de la productividad de la España de 2020.

Desgraciadamente, los gobiernos españoles han demostrado una manifiesta incapacidad para afrontar el gran problema de la economía española: su productividad. Como decía mi amigo John Müller, en Leones contra dioses, el mejor relato de la crisis 2008-2013, "el único reformista real que ha habido en España en los últimos veinte años ha sido la prima de riesgo" (cito de memoria, pero algo parecido decía John). Y así es. Desde las reformas de Aznar en la década de los 90, sólo vivimos un cambio real, un impulso reformista y modernizador, durante los seis meses de locura que abrieron la primera legislatura de Mariano Rajoy: de enero a junio de 2012, el Gobierno, ahogado por la crisis de deuda soberana, aprobó una reforma laboral, del sistema financiero, de las cuentas públicas, inició la de las pensiones y comenzó a hablar de algunas liberalizaciones. Entonces apareció Mario Draghi, dijo que haría "lo que fuera necesario"… y nunca más se supo.

Por eso me aterra lo de los Eurobonos. Para Holanda o Alemania serían una mala solución, porque les convertiría en avalistas de Sánchez o Iglesias. Pero sus economías, más o menos, podrían soportarlo. Para España, en cambio, sería terrible.

Nunca me ha gustado demasiado eso de que "España es el problema y Europa la solución". Desgraciadamente, ahora mismo, en lo que se refiere a nuestra economía, es la realidad. Imagínense a este Gobierno, recibiendo inyecciones de dinero desde Bruselas sin ninguna "condicionalidad". Y pudiendo gastar como les plazca, sin exigencias en cuanto a reformas o control de las finanzas.

Explicaba Pablo R. Suanzes en El Mundo, este sábado, que si hubiera emisiones conjuntas de deuda, fuera cual fuera el formato, "tendrían que ir de la mano, o precedidas, de menor soberanía y mayor disciplina fiscal". ¡Dios le oiga! Y eso que los planes de salvamento llegados desde el extranjero me dan un miedo enorme: normalmente, los hombres de negro (ya sean del FMI, de la Troika o de donde sea) llegan a los países con muy pocos conocimientos del mismo, sin entender en ocasiones la cultura-historia-política de las sociedades a las que van a recetar su medicina, ignorando que lo que puede ser bueno a medio plazo tiene que ser también digerible a corto…

Los políticos españoles, sin embargo, me han convencido de que sería un mal menor en condiciones normales. Y si miramos el actual Gobierno, ni hablamos. ¿Qué preferirían ustedes: que la economía la maneje el vicepresidente Iglesias como en las últimas semanas o los enviados del malvado Wopke Hoekstra? ¿Que el gasto público en el próximo ciclo electoral esté en manos de un tándem Sánchez-Montero libre de ataduras o que les obliguen a pasar por un examen en Bruselas cada tres meses? ¿Que les den sin ningún tipo de condiciones a estos tipos un préstamo de 250.000 millones que tendrán que pagar ustedes, los contribuyentes españoles? No me extraña que Sánchez e Iglesias los esperen como como agua de mayo: serían la herramienta perfecta para imponer su programa de máximos. ¡Y con lo que parecería como un aval de Bruselas!

"Condicionalidad", dicen algunos, como si fuera algo malo. Pues depende de las condiciones. Ahora mismo, no se me ocurre nada a lo que nos puedan obligar Merkel o Rutte que sea peor que lo que tiene previsto nuestro Gobierno. Ésa es nuestra desgracia. Y estar dentro del euro, nuestra mejor (casi diría que única) esperanza.

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