Luis Garicano (Valladolid, 1967) atiende a Libertad Digital por videoconferencia desde su confinamiento en Madrid, la misma modalidad con la que estos días mantiene diversas reuniones de trabajo como jefe de la delegación de Ciudadanos en el Parlamento Europeo.
Como apasionado de la tecnología que es, la charla informal antes de la entrevista versa en parte sobre las compañías que desde hace años comercializan las videollamadas, hoy tan socorridas.
Las crónicas hablan de un encuentro de los socios europeos muy bronco ayer (la entrevista se realiza el viernes por la mañana) en el que tanto Pedro Sánchez como Guissepe Conte, el primer ministro italiano, habrían pedido un esfuerzo mayor a sus homólogos para afrontar la crisis del coronavirus.
Es muy desafortunado que los países más afectados por la pandemia hayan sido España e Italia y que volvamos a las mismas líneas divisorias del año 2012, sur contra norte. Si hubiera empezado [el contagio del coronavirus] por otro lado y si nosotros pudiéramos ahora mostrar su debilidad con los suecos o con los daneses, pues a lo mejor sería mas fácil políticamente. La realidad es que se ha vuelto a reproducir que España e Italia son los mas tocados, como en la crisis del euro, y volvemos a ser los que pedimos, y ellos los que dan. Con lo cual se vuelve a reproducir una dinámica política que es muy tóxica, y que llevamos ya diez años con ella.
Las divisiones ayer [el jueves, en el encuentro por videoconferencia de los líderes comunitarios] tienen dos ejes. Uno es si es una ayuda general o es una ayuda particular, para un país en concreto que lo necesite. Y otro es si se trata de una ayuda condicional o incondicional. Lo que España e Italia quieren es un instrumento que permita que toda Europa tenga un bazooka europeo, como lo llamé yo el otro día en un artículo. Es decir: un instrumento común, de lucha contra el coronavirus, que no individualice a un determinado país en apuros y que no tenga una condicionalidad macroeconómica como la que solían tener los rescates.
En estos dos ejes, los países del norte quieren lo contrario. Quieren que la ayuda sea especial para quien la necesite, que no haya instrumentos nuevos, que tenga condicionalidad y que venga cuando haga falta. Según la versión de estos países, no hay ninguna prisa, ahora mismo hay acceso a los mercados y cuando haga falta que un país necesite un recate pues se le rescata. Es algo políticamente inaceptable. Pensemos en Italia, si ahora tiene que ir a un rescate pensar que es un problema macro, como el de la otra época, cuando en realidad tenemos un problema sanitario, que es una crisis que no tiene riesgo moral. Los holandeses están insistiendo en este concepto, el de riesgo moral, que es un poco absurdo.
Eso habría sido el caso de Grecia, en su día.
Claro. Tú no haces las reformas necesarias y esperas a que te rescate yo. No estamos en ese caso. Estamos ante una epidemia, hablar de riesgo moral es completamente absurdo. ¿Estás dejando que crezca tu epidemia para poder tener dinero? No tiene ningún sentido. Y lo digo tratando de entender su posición, y su preocupación, que es encontrarse con una montaña de deuda italiana dentro de dos o tres años, de la que serían responsables. Lo que hay que procurar es que sea un mecanismo especial, creo que encontraremos próximamente una solución que contente a todos.
El primer ministro portugués, Antonio Costa, ha dicho que la postura holandesa es "repugnante".
Yo prefiero siempre los hechos a los calificativos. Prefiero buscar soluciones que llamarse cosas. Es lo que he hecho en España y lo prefiero en Europa. Ya tendremos tiempo de calificativos. Si esto sale mal, vamos a acabar muy mal.
Se están estableciendo paralelismos inevitables con la crisis de 2008, pese a los matices que hacía antes sobre el riesgo moral y dejando por sentado que estamos, en primera instancia al menos, ante una crisis sanitaria. En ese sentido, parece evidente que el Banco Central Europeo (BCE) ha tardado mucho menos en actuar, pese a los titubeos iniciales de su gobernadora, Christine Lagarde.
Sí, ha reaccionado en una semana. Es el tiempo que ha pasado entre esa comparecencia de prensa de Lagarde a la que aludía, en la que no parecía que fuera actuar, y la siguiente, en la que pusieron 750.000 millones de euros de compra de activos. Eso es una respuesta enorme, mayor, dejémoslo claro, de la que nadie esperaba. El BCE ha eliminado todos los obstáculos para comprar deuda de los países, ha eliminado la necesidad de comprar en proporción de unos y de otros, va a comprar de todos y en ese sentido creo que hay un cambio radical con respecto a la crisis anterior. Esto garantiza el acceso a los mercados de los países europeos. Esto es suficiente para saber que nos vamos a poder financiar. Ahora bien, la cuestión es quién va a pagar la factura de esta crisis, si será la UE en su conjunto o que cada país aguante su vela.
La pregunta del millón sigue siendo, hablando por ejemplo de la respuesta del Gobierno español, con esos 250.000 millones, es si es posible pagarlo, sobre todo con una deuda pública tan elevada. Tenemos menos margen de maniobra que en 2008.
Necesitamos ayuda, es evidente. Con países tan endeudados como el nuestro e Italia buscar esta cantidad de financiación es complicado. Yo calculo que va a subir la deuda con respecto al PIB treinta puntos este año. Y el déficit estará seguro en dos dígitos y también el PIB caerá dos dígitos. Son cantidades enormes, es mucho lo que vamos a tener que pedir a los mercados y los mercados van a tener que saber que no es sólo España la responsable. Que hay una garantía europea detrás.
Ha sido un lugar común en los últimos años decir que por Italia se podía romper el euro y ahora nos encontramos con esta situación.
Lo puse en un hilo en Twitter el otro día. Cuando hubo que aprobar el tratado del MEDE, en el resto de Europa no ha sido ni noticia pero en Italia ha tenido muchísima importancia, han sido portadas y semanas de polémica. Y luego las declaraciones que comentábamos de Lagarde hace dos semanas fueron también, a diferencia de en otros países, muy comentadas. Cuando la gobernadora habló de que los spreads [el diferencial en el precio de la deuda] no eran una cuestión del BCE, eso provocó problemas políticos de envergadura. En Italia ya hay una sensación de que llevan treinta años sin crecer, de que no hay respaldo europeo y va a ser muy difícil que eso no se salga de madre allí.
El plan para afrontar esta crisis se basa en que el Gobierno sea el comprador de último recurso. ¿Hasta qué punto eso es aplicable a todos los actores de la economía?
Nadie tiene una provisión para afrontar lo que se viene encima. Y nadie sabe cuánto durará. Si tenemos que terminar cerrando toda la actividad productiva para parar esto podemos tener una caída del PIB del 30% o del 40%. No estamos ante una recesión clásica, digamos.
Inés Arrimadas ha dado un respaldo sin fisuras al Gobierno, singularmente en la declaración del estado de alarma, pero dice que se puede hacer más por los autónomos y por el sector primario. ¿Cómo?
Con el pago de las cuotas de autónomos tenemos un problema claro. Creemos que es necesario reconocer su grave situación, para la que nadie puede estar preparado y cuyos costes debe asumirlos el Estado. Pasa lo mismo con los impuestos, pensamos que tiene que haber una moratoria fiscal y una absorción por parte del Estado de parte de estos costes que estamos sufriendo todos. Nosotros estamos dando todas las ideas que podemos. Arrimadas fue la primera que planteó un respaldo a unos Presupuestos Generales del Estado de emergencia nacional.
La fallida compra de test y el futuro
Mirando a largo plazo, hay economistas como Emmanuel Saez y Gabriel Zucman que plantean que todo esto termine, eventualmente, en un ajuste fiscal para pagar el exceso de deuda. ¿Qué le parece?
Si estamos hablando de veinte o treinta puntos más de deuda y de una economía que va a salir muy tocada, pues casi todo estará sobre la mesa. Lo que está claro es que esta crisis nos va a dejar con un nivel de vida más bajo. Precisamente estuve en un seminario reciente con cien economistas, entre ellos Saez, y todo el mundo está de acuerdo en que lo más importante es mantener la renta de los trabajadores, para que la economía pueda aguantar, pero realmente nadie sabe cuánto se puede aguantar una situación así. Nadie sabe cómo vamos a poder salir, porque hay unas incertidumbres epidemiológicas clave. Hay incertidumbre sobre si habrá vacuna, sobre si se consigue inmunidad cuando se pasa el coronavirus, comparado con los otros cuatro virus de este tipo, y no está claro que se produzca esa inmunidad de año en año.
Los epidemiólogos no nos dan tampoco certidumbre sobre la incidencia del contagio en verano con respecto a invierno, entonces no sabes cuándo lo vamos a poder parar. Y eso para un país turístico, como el nuestro, es particularmente importante. Pregunta numero uno: ¿van a querer venir los turistas a España? Pregunta número dos: ¿vamos a querer que vengan los turistas? Si Brasil tiene un foco, o si lo tiene EEUU, ¿vamos a dejar que vengan los americanos o vamos a estar cerrados? Insisto, para una economía tan dependiente del turismo como la española esto es clave. En definitiva, y por todo eso, me parece muy complicado pensar en el día después, a nivel fiscal o a cualquier nivel. Pero de momento el Estado tiene que ser el avalador de último recurso ante una situación de impagos en cadena. De uno a su proveedor, del proveedor al otro proveedor, etc.
¿Qué le parece el fallo por parte del Gobierno en la compra de test que tanto se está comentando?
Es cierto que estamos ante un mercado sanitario loco. Ahora leía en el New York Times que en el Monte Sinaí, el mejor hospital de Nueva York, las enfermeras van tapadas con bolsas de basura. Esto es un hospital de élite mundial y no hay sistemas de protección, les faltan respiradores y mascarillas, les pasa lo mismo que aquí. Parte de todos los errores se pueden atribuir a eso, sin duda, pero no que el Gobierno haya tenido un mes entero, como EEUU y Reino Unido, que son los tres países que han desperdiciado totalmente este preaviso, para poder hacer esas compras y poderse preparar. Desgraciadamente hemos tenido una actitud muy poco precavida. Sobre todo viendo un país idéntico en latitud, en demografía, en hábitos sociales, como Italia, viendo los pueblos del norte de Italia cerrados la semana del uno de marzo y todo eso, parece imposible que no quisiéramos tomar medidas.
Está en el aire que no estemos realmente en las previsiones de combate de la curva de las que se hablaba hace una semana. Se habla de adoptar medidas más duras, algo que planteaba incluso esta semana, en el pleno parlamentario, el portavoz de Unidas Podemos, Pablo Echenique.
Yo tengo dos pensamientos opuestos, pero que los dos encajan. El primero es que si cerramos toda la economía vamos a tener una caída del PIB, como ya le he dicho, del 40%. Eso es prácticamente inasumible para ningún país. Pero el segundo pensamiento es que, si no curamos esto, no hay PIB. No hay elección, ojalá podamos evitar el cierre total pero la realidad es que no podemos soportar una pandemia como esta que vaya creciendo. Habrá que hacer lo que haya que hacer, porque si no conseguimos acabar con la pandemia ni va a haber turismo, ni va a haber producción ni va a haber salud.
Le veo pesimista.
Pero para dar un poco de esperanza: a medio plazo está claro cómo se lucha contra esta epidemia. Todos hemos entendido el modelo de Corea del Sur, que no es meter a todo el mundo, indiscriminadamente, en su casa, sino meter a los que tienen el virus y a los que tienen contacto con quienes tienen el virus. Y hay que hacer muchísimos test. Alemania está haciendo quinientos mil a la semana, nosotros hemos hecho trescientos mil en total. Con test y mucha tecnología podemos aislar a la persona que está mala y a sus contactos, que es lo que está haciendo Corea.
Obviamente, para llegar ahí hay que pasar esta fase de expansión absolutamente sin control de la enfermedad, y luego podemos entrar en una fase en la que controlemos de manera inteligente. Yo espero que cuando superemos la curva podamos pasar del siglo XV, que es la contención medieval, nos quedamos en casa y construimos muros, al siglo XXI, que es la contención con información, con test y con tecnología.