El Gobierno no termina de comprender que la situación económica es verdaderamente grave y parece dispuesto a actuar con la misma diligencia que lo hizo ante la crisis sanitaria, es decir, tarde y mal, que es lo que ha obligado a adoptar tan duras medidas ahora, que han puesto a la economía contra las cuerdas. No obstante, ya hemos reiterado que no es el momento ahora de dedicar tiempo y esfuerzo a analizar el motivo que nos ha traído a esta situación tan extremadamente grave, tanto sanitaria como económicamente, sino que ahora, cada uno, en la medida de nuestras posibilidades, tenemos que arrimar el hombro para conseguir superar esta situación. Tiempo habrá de examinar en profundidad las causas de la desgraciada evolución de los acontecimientos.
Y en eso, más que ninguno, debería estar el Gobierno. Aquí debe concienciarse de que no se trata de ganar o perder votos -puede que, aunque no lo sepa, ya haya perdido muchos entre el electorado- ni de empalagar con frases hechas tratando de apelar a la sensibilidad de los ciudadanos, ni diciendo, una y otra vez que juntos vamos a superar esta situación.
Por supuesto que juntos es como hemos de superarla, pero eso sólo será posible si cada uno cumple con su obligación, y la del Gobierno es no dejar morir al tejido productivo, al cual ha parado en seco por decreto. No es cuestión de dilucidar si esa medida ha sido acertada o no -probablemente, en el tardío momento en el que se tomó, tras celebrarse las manifestaciones del domingo ocho de marzo, no quedase ya más remedio-, sino de que al igual que ha intervenido todo el sector productivo con un decreto, es su obligación deshacer el quebranto con otra intervención que provea de la liquidez necesaria a las empresas, especialmente a pymes y autónomos.
Francia pone sobre la mesa 300.000 millones de euros, y el Reino Unido moviliza 330.000 millones de libras, pero aclarando que proveerá toda la liquidez que exceda de ese importe si fuere preciso. Aquí, sin embargo, habla de 100.000 millones de euros en avales que, además, son de riesgo compartido con las entidades bancarias, porque no cubre el 100% de la financiación, penaliza las operaciones de refinanciación, que son las más urgentes ahora, y pretende cobrar por el aval que presta, cuando se trata de una situación de emergencia, no de una actuación corriente. De momento, Sánchez sólo ha puesto sobre la mesa avales por 20.000 millones.
Al igual que se precisan respiradores, mascarillas y material sanitario de protección, cuidado y recuperación -que gracias a Amancio Ortega y a tantas empresas españolas se va consiguiendo, para que luego los socios podemitas que se sientan en el consejo de ministros los odien y critiquen tanto-, el tejido productivo necesita con urgencia aire financiero con el que combatir la asfixia de liquidez que van a empezar a sufrir. Una gran multitud de pymes y de autónomos no tienen manera de soportar más allá de un mes de cierre total como el que se ven obligados por razones de fuerza mayor. Como son causas ajenas al mercado y a sus decisiones las que los han llevado hasta dicho lugar, hay que sostenerlos en el cortísimo plazo con medidas que no les obliguen a echar el cierre para siempre. Junto a ello, una condonación de impuestos y cotizaciones a la Seguridad Social mientras duren las restricciones son imprescindibles para su supervivencia.
Son necesarias más medidas
Esas medidas habrán de ser acompañadas por otras de carácter estructural, como retornar a una política económica ortodoxa, que abandone el populismo podemita. La vicepresidenta Calviño sabe que no se puede llevar a cabo la subida de impuestos que el Gobierno pretendía, porque sería aplicar una política fiscal contractiva, que perjudicaría aún más a la economía y al empleo. Es más, es tiempo de bajar impuestos para atraer financiación y generar actividad económica y empleo.
Johnson ha sido ambicioso en las medidas económicas que ha presentado, especialmente desde la transmisión de una señal de confianza económica a través de una liquidez ilimitada. Trump también, que ha visto claramente el riesgo letal que puede tener una gran recesión. Merkel y Macron también están actuando con la dotación de ingentes importes de liquidez. España no puede seguir viviendo sólo de alocuciones, de sentimientos y de almíbar. Es preciso que pase a la acción.
El mayor de los problemas que puede tener la economía española no es que en esta primera parte del año caiga con intensidad, sino que su estructura productiva se dañe y no se recupere después, que se pierda para siempre. Si eso sucede, el ritmo de la economía languidecerá y se estancará, con la pérdida de crecimiento potencial y la no recuperación de cientos de miles de puestos de trabajo durante mucho tiempo.
Hace unos días, comentábamos la posibilidad de que la economía española se moviese entre cuatro escenarios. Goldman incluso es más pesimista y llega a hablar de una caída de un 9,7% para España en 2020 -aunque creo que le da más peso al comportamiento del primer semestre que al del segundo semestre, que muestra como un rebote rápido según sus propios números-. Esas cifras manejadas por Goldman creo que todavía podrían evitarse, como dijimos hace unos días, pero para ello el Gobierno debería dejar de pensar en la foto para la prensa y pensar en la liquidez para las pymes, para los autónomos y para todas las empresas. Si no lo hace, avanzaremos hacia un desastre que puede causar también daños irreparables.