Tales frases fueron pronunciadas por Pedro Sánchez en el Congreso de los Diputados, el pasado 18 de marzo. La idea es clara: quiere aprovechar la crisis por la irrupción del coronavirus (cuyas consecuencias están magnificadas por la negligencia del gobierno y por la irresponsabilidad de haber malgastado recursos que ahora se necesitan) para subir los impuestos y aumentar el gasto público. Es decir, para aumentar el poder del Estado, cosa que siempre reduce la libertad de las personas.
No nos equivoquemos: medidas extremas para proteger la salud de terceros inocentes, son necesarias y no las critico. Aprovechar la incertidumbre para tapar los propios errores e incluso avanzar en una agenda ajena a los intereses de los ciudadanos es, como mínimo, moralmente muy bajo.
Tampoco puede sorprendernos demasiado. El socio principal del gobierno, el vicepresidente Pablo Iglesias, no conforme con saltarse dos veces la cuarentena que el Gobierno exige a los ciudadanos, ha alentado protestas contra el Jefe del Estado y propuesto la nacionalización de las empresas de energía. Es decir, aprovecha la crisis para avanzar en su agenda radical y antisistema.
No hay falta de recursos; sobra el malgasto
No hay falta de recursos; sobra el malgasto y la improvisación. Entre los miles de ejemplos de derroche del dinero de los contribuyentes (televisiones autonómicas deficitarias, subvenciones a sindicatos, partidos y todo tipo de organizaciones, duplicación de actividades en distintos niveles de gobierno, etc.), daré solo uno: España tiene un ayuntamiento cada 5.700 habitantes; Alemania, uno cada 6.900, e Italia, uno cada 7.500 personas. Para situarnos en la media de ambos países, deberíamos suprimir más de 1.600 ayuntamientos (con sus alcaldes, concejales, asesores, etc.).
Uno de los peores enemigos de la sociedad es un gobernante diciendo "algo hay que hacer". Eso lleva demasiadas veces a hacer cosas innecesarias e, incluso, contraproducentes. Un ejemplo es la posibilidad de requisar material sanitario que decretó el gobierno. Si la intención era garantizar la disponibilidad de mascarillas, el efecto está siendo el contrario. La incertidumbre creada ha casi paralizado la importación de ese tipo de material, al punto que el Ministerio de Sanidad tuvo que emitir una "nota interpretativa" para aclarar que no se ha "previsto actividad de incautación alguna". Como era de esperar, ahora la escasez de mascarillas se ha agudizado.
¿Alguien cree que alguno de esos problemas se podría solucionar subiendo los impuestos? De ninguna manera. Aumentar los impuestos solo transferiría más recursos desde el sector privado al Estado, con lo que este postergaría (otra vez) el esfuerzo de gastar mejor los recursos disponibles. Si una familia tiene un gasto inesperado, revisa sus prioridades: deja de gastar en unas cosas para poder financiar el nuevo gasto. ¿Por qué el Gobierno no puede hacer lo mismo?
En este caso, además, quien inventa un nuevo argumento para subir los impuestos es la misma persona que, antes de las últimas elecciones, dijo que "no podría dormir" si pactaba con Podemos y prometió reinstaurar el delito por convocatoria ilegal de referéndums. Si tras las elecciones hizo exactamente lo opuesto, ¿qué garantía podemos tener de que un eventual aumento de impuestos se utilice para gasto sanitario?
Que tengamos que navegar esta tormenta con el peor piloto, es algo que no podemos remediar. Pero no olvidemos el refrán que dice que otro vendrá que bueno te hará. Aceptar los argumentos de Sánchez para agrandar aún más el Estado, solo nos dejaría en peor situación el día en que el destino nos ponga en el gobierno a un personaje de similar o peor nivel.
Diego Barceló Larran es director de Barceló & asociados (@diebarcelo)