Ayer lunes fue el primer día laborable tras del estado de alarma que decretó el Gobierno de Pedro Sánchez el pasado sábado. No es exagerado asegurar que ha sido la jornada más atípica con la que se han encontrado los trabajadores españoles a lo largo de toda su trayectoria profesional. Algunos empleados se han puesto a teletrabajar por primera vez en su vida, otros han despertado con un fatídico ERTE de su empresa encima de la mesa, pero también han sido muchos —empresarios y asalariados— los que tenían vía libre para seguir operando. Y así lo han hecho.
Mucho se ha hablado de las experiencias de los sanitarios o de los empleados de los supermercados, y aunque la mayoría de españoles tiene que quedarse en casa, Sánchez ha dado luz verde a la actividad de una lista de sectores. Estos son sus testimonios en el Día 1:
Mari Carmen trabaja en el servicio de paquetería online de Cafés La Méxicana. "Ni en Navidad, ni en el Black Friday" se había encontrado "jamás" con la cantidad de pedidos del lunes. "Esto se ha disparado, es increíble. Hoy hemos triplicado el número de pedidos. Antes, la gente se tomaba los cafés en el bar y ahora, se lo tienen que tomar en su casa. Es normal", cuenta. En pleno auge del coronavirus en nuestro país, en la empresa de Mari Carmen no sólo ha cambiado el volumen de trabajo, también el protocolo de seguridad. "Nos ponemos un uniforme limpio cada día, nos lavamos los zapatos y trabajamos con guantes y mascarilla. No tenemos contacto directo con el café. Además, hemos aumentado la distancia de trabajo entre nosotros y desinfectado las zonas comunes". Ayer, a esta mujer la tuvo que llevar su marido al trabajo porque "yo no conduzco, y el metro y el autobús no los piso. Soy una persona tranquila, pero me da miedo". Ese mismo día, la empresa les ofreció a todos los empleados de la fábrica de Madrid costearles el taxi.
Silencio en las emisoras de taxi
Un taxi como el de Carlos Luengo, que ayer trabajó todo el día "para ganar 50 euros, y quítale a eso gasolina e impuestos", lamenta. En una de sus irrisorias carreras, este profesional del volante tuvo que llevar a "un chico al que su empresa había aislado para trabajar en un nuevo edificio. Poco más". Después, estuvo "cinco horas en el aeropuerto esperando". Los pocos clientes potenciales que vio "eran turistas que venían a Madrid de las zonas de playa porque se habían ido allí a pasar la cuarentena, algún extranjero que se volvía a su país antes de que cerraran las fronteras y algún jubilado del Imserso. Madrid está desierto", asegura.
Luengo va a estar hoy muy pendiente del anuncio de Pedro Sánchez tras el Consejo de Ministros. "Yo pago 350 euros todos los meses de autónomo. Si no ingreso nada, al menos me podía ayudar con los 800 euros que se cobran estando de baja, que al final, quitando lo que pago, son 450 euros, no es más. Tengo dos hijos y eso me daría para comer y pagar las cuatro cosas básicas", explica. Eso sí, "aunque lo estamos pasando mal, nos hemos apuntado a las listas para trasladar a los sanitarios gratis a los hospitales de Madrid", añade.
José Arenas ha tenido una jornada similar a la de su compañero. "Es una ruina. Llevo 20 años de taxista y es la primera vez en mi vida que veo tan pocos clientes. Y eso que mi taxi es de 6 plazas, tiene silla para niños, acceso a silla de ruedas… que al final tienes más posibilidades". La emisora del taxista ha estado todo el día en silencio sepulcral. "Sólo he oído que había un cliente, no he oído más", cuenta. Cuando Arenas nos da estas declaraciones, lleva 4 horas esperando en Barajas. "Tengo compañeros que han estado 14 horas para ingresar 20 euros. Es desesperante". Ante este panorama, al taxista no le ha quedado más remedio que "ir al banco a sacar el dinero en efectivo para poder comer, y ya, que pase lo que tenga pasar con los recibos". Arenas conduce con guantes y con una mascarilla que ha conseguido en la farmacia. "Me han cobrado 15 euros por 3, y encima son de las malas". Eso sí, asegura que tiene "mucho tiempo para desinfectar" a fondo el taxi. "Cierres, aperturas, el asiento… lo dejo todo perfecto".
La gente mayor debe quedarse en casa
En la farmacia de Esther "ya no quedan mascarillas, ni guantes, ni geles. Decían que iban a traer, pero ya no sé si, como el Gobierno se va a quedar con el material, traerán". También se les está acabando el Paracetamol. "A quien no viene con receta médica, ya no se lo vendemos porque ha habido gente que se ha llevado 3 y 4 cajas y no estaban enfermos. Hemos empezado a racionar", cuenta. Las colas se siguen sucediendo en el local de esta empleada, que, desde ayer, sólo permite entrar a clientes de tres en tres. "Mucha gente viene a por tonterías y debería quedarse en su casa, sobre todo la gente mayor. Que no salgan a la calle es fundamental. Muchos ancianos vienen para pasearse, cuando lo que vienen a comprar se lo podrían comprar sus hijos en otro momento. No puede ser", denuncia la profesional.
Una experiencia similar ha vivido una empleada de Unicaja, que prefiere no dar su nombre. "Viene mucha gente mayor para salir de casa y no lo entiendo. Algunos compañeros me han contado que venían ancianos sólo a actualizar la libreta", asegura. "Hasta ha venido gente a pagar recibos, cuando tienen 56 días para hacerlo, o a que le escaneemos una nómina, ¿qué necesidad? Veo normal que vengan los de los supermercados a ingresar el dinero que están ganando, que ahora es mucho, pero ya está". La mujer no está nada conforme con las escasas medidas de seguridad que ha tomado su banco para protegerles de la pandemia. "Nos han dado un bote de gel para toda la oficina, y yo llevo guantes porque me los ha regalado un cliente", cuenta. La profesional declara que "no tiene sentido que las entidades bancarias tengamos que operar al 100% cuando la mayoría de los trámites se pueden hacer online o por internet. Nosotros también tenemos miedo".
Dani, el responsable de un estanco de Madrid, también tiene miedo. Por eso, está instalando en su mostrador una mampara de metacrilato para protegerse del virus. "Hoy ha venido poca gente" se muestra extrañado. John, que regenta otro negocio tabaquero, tiene la explicación: "Hoy ha venido poca gente porque el viernes hubo un rumor de que iban a cerrar los estancos, y se llevaron 4 o 5 veces más de tabaco del normal". Con guantes, mascarilla y con alcohol, John limpia "hasta las monedas" que le dan sus clientes. "Los fumadores fuman igual, no creo que se resienta el negocio", asegura optimista.
Las pymes, ahogadas
El negocio que sí se va a resentir es el de Cristian Bello, propietario del concesionario de coches Premium Car. Sus ventas se han paralizado por completo. "Hoy he venido a puerta cerrada a hacer labores administrativas y en todo el día he recibido una llamada y dos correos. Es increíble". El hombre tiene claro que "vamos a perder mucho dinero". Al mes tiene unos gastos fijos de más de 8.000 euros, que tenemos que seguir pagando con ingresos cero. No sé hasta dónde vamos a aguantar". De momento, a su plantilla le ha dado 15 días de vacaciones, "que a todos les ha parecido bien", pero después tendrá que hacer un ERTE. "Yo tengo un remanente para seguir tirando, pero muchas empresas del sector de la automoción van a tener que cerrar porque el sector está completamente parado. ¿Quién va a comprar un coche ahora en Madrid? Nadie", se responde.
Amparo Gutiérrez, propietaria de la empresa de fabricación y cocinas en Segovia Nieva Line, también va a tener que hacer, "sintiéndolo mucho", un ERTE en su compañía. Aunque ha tenido que cerrar la actividad comercial, "en fábrica hemos seguido trabajando, pero tendremos que parar tarde o temprano" porque el estado de alarma no les permite vender el producto que fabrican. El caos en su negocio es total, debido a que "tenemos cocinas a medias que no hemos podido acabar de montar. Estamos muy preocupados". La empresaria también estará hoy muy pendiente de Pedro Sánchez a quien le pediría una condonación de determinadas obligaciones tributarias. "Los aplazamientos de impuestos no son la solución porque es alargar la agonía unos meses. Además, ¡si yo ya aplazo el IVA! Las pymes necesitamos más apoyo porque nuestra liquidez es limitada", reclama.
Con los ingresos paralizados, a Gutiérrez le viene la factura de "muchos suministros y electrodomésticos que habíamos pedido para montar las cocinas. Eso lo tenemos que pagar y ya no podemos vender. No nos va a quedar otra que endeudarnos", asegura. Mientras hace números, Amparo también tiene que gestionar las autorizaciones de sus empleados para seguir trabajando en fábrica. "Otra cosa más", concluye.