El coronavirus se ha convertido por derecho en el cisne negro de la economía global en 2020. Lo que a finales del pasado año era una crisis sanitaria aparentemente limitada a una provincia china se ha convertido ya en un riesgo real para la salud de decenas de millones de personas que residen en países donde la propagación del virus no para de ir en aumento.
En los últimos días se han publicado numerosos análisis apresurados sobre lo que puede suponer el COVID-19, pero ¿qué aspectos deben permanecer en nuestra mente si realmente queremos analizar bien lo que está pasando? En clave económica, es evidente que hay dos cuestiones que debemos seguir con cuidado: la tasa con la que crece el alcance de la epidemia y las medidas de política económica que se toman para ajustar la producción a esta nueva situación.
El primer dato relevante para poner en perspectiva lo que está sucediendo tiene que ver con la inevitable comparación de las cifras de contagio de coronavirus en España con las de Italia. A nadie escapa que, ante la gravedad de lo que está ocurriendo en el país transalpino, cada vez son más las voces advierten sobre la necesidad de que nuestro país tome medidas más drásticas para combatir la propagación del COVID-19. Pero, ¿hasta qué punto son comparables una y otra situación?
No es fácil hacer comparativas de este tipo, puesto que la información disponible es aún un tanto limitada y, sobre todo, carece de homogeneidad. Partiendo de esa base, podemos tomar como fuente los estudios de situación que publica a diario la Organización Mundial de la Salud, agencia dependiente de Naciones Unidas que se encarga de coordinar la respuesta global a esta amenaza.
Si nos remontamos un mes atrás y repasamos los datos de dicha entidad para el 8 de febrero, vemos que apenas había un caso de contagio en España y tres en Italia. Diez días después, el 18 de febrero, estas cifras seguían siendo moderadas: dos contagiados en España, tres en Italia. No obstante, la situación cambió a peor en los días siguientes y, el 28 de febrero, España tenía 25 casos e Italia sumaba 650. La evolución observada desde entonces refleja un profundo deterioro en ambos casos. España llegó al 8 de marzo con 430 casos registrados ante la OMS, mientras que Italia sumaba un total de 5.883 expedientes en esa misma fecha.
Es importante precisar que los datos de la OMS son sensiblemente inferiores a las cifras que ofrecen los gobiernos nacionales, puesto que la comunicación de estos expedientes no es inmediata. Pero lo importante es que, al tratarse de un protocolo similar para todos los países, las cifras de contagios son más o menos homogéneas y permiten extraer patrones que resulten significativos desde el punto de vista del análisis y la prevención.
Así, las voces más optimistas se centran en comparar el volumen absoluto de casos que reporta Italia (5.883) con los expedientes que reconoce España (430). Sin embargo, desde el punto de vista de la contención de los contagios, lo cierto es que resulta más relevante comprobar el ritmo de crecimiento observado en cada país. En ese sentido, los diez últimos días estudiados por la OMS muestran que el número de contagiados se ha multiplicado por 17 en España, mientras que en Italia es hoy 9 veces mayor que el 28 de febrero.
Por lo tanto, es un error pensar que España está en una situación más favorable que Italia. Aunque nuestro escenario actual es mejor que el del país transalpino en cuanto al número de contagiados, la evolución no invita al optimismo y pone de manifiesto que, efectivamente, podemos terminar en una situación tan complicada como la italiana.
En este sentido, la toma de medidas preventivas (un mayor número de pruebas de detección, una estrategia más cautelosa en materia de aislamiento…) es vital, pero puede llegar demasiado tarde. No hay que olvidar que Italia ya ha impuesto cierres y cuarentenas regionales y ha limitado los permisos para celebrar eventos de masas. Sin embargo, en España no se han tomado decisiones similares y, a tenor de lo que apuntan los datos, esto puede terminar dejando a nuestro país en una situación comparable o incluso más desfavorable que la de Italia, en caso de que se mantenga ese mayor ritmo de contagio.