Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del ministerio de Sanidad, afirmó hace escasas semanas que España "no va a tener más de algún caso de coronavirus diagnosticado". Huelga decir que su optimismo se ha topado de bruces con la cruda realidad. Hoy vemos que España suma ya más de mil expedientes confirmados de contagio y más de una veintena de fallecidos.
Según la base de datos de la John Hopkings University, se han registrado al menos 111.332 contagios en todo el mundo, de los cuales el 72% corresponden a China y el resto se reparten por diversos países. Otros países especialmente golpeados por la epidemia son Corea del Sur, Italia e Irán, que cuentan con más de 7.000 en cada territorio. Detrás de ellos van Francia, Alemania y España.
Como es lógico, esta crisis sanitaria va a poner a prueba la capacidad de gestión del gobierno, que de momento solo ha anunciado que presentará próximamente un "plan de choque" del que no han trascendido detalles. Mientras tanto, la tasa de crecimiento del COVID-19 es ya mayor en nuestro caso que en Italia, puesto que, en los diez últimos días, el número de contagiados se multiplicó por 17 en España y por 9 en el país transalpino.
Menos ingresos y más gasto
A nadie escapa que el coronavirus está teniendo ya un impacto en la economía. En el turismo, por ejemplo, el miedo y las restricciones van a golpear al turismo, tanto el ordinario como el asociado a grandes acontecimientos culturales o religiosos, caso de las Fallas de Valencia o de la esperada Semana Santa de tantas capitales de provincia de nuestro país. También en las bolsas se puede constatar el nerviosismo imperante, puesto que se han producido fuertes desplomes en las últimas semanas. Ayer lunes, el Ibex cerraba con un desplome del 7,9%.
Todo esto tiene implicaciones fiscales de doble signo: por el lado de los ingresos, implica un menor caudal de recursos privados fluyendo hacia las arcas públicas; por el lado del gasto, exige un mayor desembolso presupuestario asociado al gasto sanitario y a posibles "medidas de estímulo" orientadas a mejorar la situación de las empresas afectadas. El problema es que, como venía advirtiendo Libre Mercado, la situación fiscal de nuestro país dista mucho de ser favorable y, de hecho, se encuentra entre las menos saneadas de toda la Unión Europea.
Aunque aún no se conoce el déficit público de 2019, sí sabemos que se situó en el entorno del 3% del PIB. Esto supone un año perdido en materia de consolidación presupuestaria e implica rebasar en más de 19.000 millones el descuadre fiscal esperado por Bruselas. De modo que, lejos de estar ante una situación fiscal manejable, nuestro país tiene muy poco margen para tomar medidas fiscales.
Ocurre, además, que este saldo solo irá a peor como consecuencia del coronavirus, puesto que, como hemos dicho, la emergencia sanitaria introduce presiones a la baja en los ingresos y al alza en el gasto. Ambas circunstancias empujarán a España a un escenario de estrés fiscal que, precisamente, coincidirá con la agitación que viven los mercados. Y, no lo olvidemos, la deuda pública rebasa el 95% del PIB, muy por encima del 60% que exigen las reglas de la Eurozona, de modo que el margen de endeudamiento tampoco es muy grande.
A la espera de conocer el "plan de choque", es evidente que hay algunas medidas que no acarrean un coste directo muy elevado para el gobierno (por ejemplo, imponer cierres y cuarentenas en zonas afectadas) pero que sí suponen un coste indirecto para el Ejecutivo (al provocar una caída de la actividad que induce un desplome recaudatorio y aumenta el gasto en prestaciones de paro). Por el lado de los impuestos, es posible aplicar medidas de alivio (en Italia se han anunciado rebajas tributarias y en Estados Unidos están encima de la mesa), pero esto también implica ensanchar la brecha presupuestaria. Si se intenta combatir la caída de la producción mediante grandes "planes de estímulo", igualmente veremos cómo los números rojos crecerán más y más. Y, si todo lo anterior pretende financiarse con subidas fiscales, lo único que veremos es que la caída de la producción, el consumo, el empleo y la inversión será aún mayor.
De modo que el coronavirus puede terminar convirtiéndose en el cisne negro que, además de desatar una crisis sanitaria y económica, induce también la crisis fiscal con la que España lleva tiempo coqueteando y que, en caso de seguir por este camino, terminará materializándose a corto plazo.