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Mikel Buesa

Álvarez, la inteligencia y la lucha de clases

De que el ministro de las pensiones es un tipo bien preparado y con la cabeza amueblada, no me cabe la menor duda. Lo que no tengo tan claro es qué hace metido en política.

De que el ministro de las pensiones es un tipo bien preparado y con la cabeza amueblada, no me cabe la menor duda. Lo que no tengo tan claro es qué hace metido en política.
El secretario general de UGT, Pepe Álvarez | Europa Press

De que el ministro de las pensiones es un tipo bien preparado y con la cabeza amueblada, no me cabe la menor duda. Lo que no tengo tan claro es qué hace metido en política, pues debiera saber que lo que cuenta en ella es el poder, no el raciocinio ni, menos aún, la ética. José Luís Escrivá ha formulado con claridad cuál puede ser una buena solución a la quiebra del sistema público de pensiones: descargarlo de aditamentos pasando su coste al presupuesto del Estado, hacer unos cuantos retoques fiscales y, sobre todo, alargar la edad real de jubilación. Según él, "con cada año que se retrase la edad de jubilación se soluciona una cuarta parte del problema"; y tiene razón, como desde hace años vienen concluyendo todos los que, con solvencia, han estudiado el asunto. De todos modos, no se entiende bien que, siendo eso así, no se haya propuesto ahondar la reforma de Zapatero dejando la edad del retiro en 69 años, en vez de en los 67 que serán en 2027. Si además hubiera adelantado el calendario zapateril, mejor que mejor.

Pero hete aquí que, como acabo de decir, lo de los ministros es la política, no las ecuaciones y losl modelos econométricos; y en la política lo que se dirime es el poder. Por eso le ha salido rápidamente a Escrivá un grano en la figura de Pepe Álvarez, el mandamás de la UGT –que, por cierto, con esto del progresismo, está a partir un piñón con el PSOE y su secretario general–. El líder sindical ha enmendado la plana al ministro apelando a su nivel intelectual cuando le ha dicho, por rueda de prensa interpuesta, que, "con el nivel de desempleo que tenemos, me parece un insulto a la inteligencia" eso de desplazar la edad de jubilación. Y ha añadido, para rematar, que con ello lo que se ahorraría "serían cuatro euros". O sea, ha venido a decir que Escrivá no sabe que de lo que habla es del mercado de trabajo y, para más inri, tampoco tiene habilidad para echar las cuentas.

Lo interesante de estas declaraciones del ugetista es que, tras ellas, se revela una concepción radicalmente falsa del mercado de trabajo que, sin embargo, está muy extendida. Se trata de la idea de que la cantidad de trabajo que hay en una sociedad es fija y, entonces, de lo que se trata es de ver cómo repartirlo. Para Álvarez la solución es fácil: jubilemos cuanto antes a los currantes en activo para dar paso a los desempleados, que al fin y al cabo suman más de tres millones. Ya se ve que los cursillos de FP y la experiencia en el metal no le han dado a Álvarez el conocimiento de que, como en cualquier otra mercancía, la cantidad demandada de trabajo depende de su precio y nunca es, por eso, una cantidad inmutable que pueda repartirse. Resuena, por cierto, en esto aquello del "ejército industrial de reserva" de Marx, aunque más mal que bien asimilado. Así que no parece que la inteligencia ofendida de Álvarez pueda considerarse de un nivel superior a la del ministro Escrivá.

Pero, como digo, lo que se dirime en la política es el poder. Y por eso se explica bien que el líder de UGT elogie al ministro de Seguridad Social cuando se propone reducir los incentivos fiscales a los planes individuales de pensiones para trasladárselos a los de empresa. O sea, para entendernos, quitármelos a mí o a cualquiera de los que están leyendo esto para dejárselos a los sindicatos –que son los que meten su cuchara en los planes de pensiones de empresa–. Claro que, para justificar esto, Álvarez apela a la lucha de clases diciendo: "Quienes se están aprovechando de la fiscalidad en los planes de pensiones no son los trabajadores con un nivel medio de poder adquisitivo; son los que tienen un altísimo poder adquisitivo". O sea, que se jodan los ricos –aunque sean trabajadores– para que se lo lleven los pobres. El argumento parece inmejorable e incluso sorprendentemente inteligente. Lo malo es que encierra una mentira, pues los planes de pensiones de empresa sólo existen en las grandes compañías que emplean a los trabajadores que tienen salarios superiores a los que pagan los pequeños negocios e industrias.

¿Qué resultará de todo esto? Pues no lo sé, aunque me barrunto que a Escrivá, en el Consejo de Ministros, no le aprobarán lo primero –la edad de jubilación ni tocarla– y sí lo segundo –porque así se refuerza el sindicalismo–. En esto consiste, en estos tiempos de progreso, la política, el poder y la lucha de clases.

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