Los galeristas te reciben con una gran sonrisa. Les está yendo de perlas. Se encuentran vendiendo piezas artísticas y obras pictóricas desde el primer día en el que se inauguró ARCO (26 de febrero al 1 de marzo). "Madrid es uno de los mejores sitios para exponer, es donde más vendemos. Hay una gran devoción por el arte y muchísimos coleccionistas interesados que vienen entregados a este evento mundial. España es muy reconocida en el extranjero en este ámbito, no tiene nada que envidiar a las ferias de arte de Nueva York, París o Londres. Además, el ambiente es exquisito y extraordinario", nos comenta un galerista venezolano que no deja de atender a clientes.
De repente, un señor casi destroza una obra valorada en 5.000 euros. Se trata de un puñado de caramelos con un envoltorio con la bandera de España. Se trata de una denuncia indigenista contra "el colonialismo español", nos explican. El hombre pisa el montón sin querer para espanto de los galeristas que allí se encontraban velando por "la obra". Preguntamos, ¿quién va a querer gastarse 5.000 euros en unos caramelos tirados en el suelo? Nos miran regular, "es una composición artística, no es un puñado de caramelos. Es del artista Esvin Alarcón. Y ya tenemos interesados en comprarla. Uno de ellos es alguien que va a exponerla en su salón como elemento decorativo, así nos lo ha dicho, les ha encantado. Aquí se vende todo", nos termina informando ya en un tono más afable y dicharachero un galerista con look de Jack Sparrow.
Un total de 209 galerías de 30 países se concentran en Ifema. La inmensidad y el número de piezas artísticas para ver hacen que terminen doliéndote los pies, y por qué no, hasta los ojos. La estética grotesca y Kitsch se impone. La mayoría son herederos de Marcel Duchamp, quien se tomó muy en serio a primeros del veinte reírse de la burguesía que pagaba precios desorbitados por cuadros donde solo había pintado un punto, o por una Rueda de Bicicleta en un Taburete. En Arco se aprecia, en muchos sentidos, la continuación de esta tendencia dadaísta. Coleccionistas, galeristas y artistas coinciden en que esta moda pretenciosa tiene "grandes adeptos en el mercado del arte y existe una alta demanda", nos traslada Juan Fernández, galerista y experto en arte posmoderno.
"Hay una nueva hornada de jóvenes coleccionistas que invierten en arte y empiezan con obras más baratas. Aquí tenemos precios que van desde los 3.000 euros hasta los 500.000", nos comenta una galerista austriaca mientras nos enseña la obra del artista que han traído a Ifema: Július Kóller. El autor ya fallecido muestra a través de sus piezas una denuncia al comunismo soviético que padeció. "En su época, jugar al tenis o al ping pong servía para poder reunirse y criticar el régimen de Stalin sin ser sospechoso. Esta red es una obra de arte que pertenece a una de las pistas donde él jugaba", nos explica la especialista. ¿Cuánto cuesta?, preguntamos. "80.000 euros", contesta la representante.
Cabezas cortadas, esqueletos, vídeo-perfomance con cuerpos desnudos sin depilar, cubo de fregonas y hasta el gotelé en la pared tienen un precio de salida de 5.000 euros. Todo es arte, cuestionarlo es un sacrilegio y así nos lo hacen saber sus representantes. Cada stand cuesta a un galerista 21.000 euros. "Sale muy rentable, aquí vendemos casi todo", señala un galerista francés. En su salón hay una escultura que llama la atención del público. "Es de Barry Flanagan", nos informa mientras rodeamos a una especie de conejo con un cuerno de bronce que vale más que un piso: 330.000 euros.
Hay cierto oscurantismo y penumbra, arte depresivo que remueve hasta las entrañas, pero que vende. Funciona. Miles de personas entran y salen de los pabellones 7 y 9 de este ARCO 2020. Una especie de cerebro de algodón con piezas de madera en forma de lego ha sido adquirida, o eso parecía ante nuestros ojos, y, dicho sea de paso, ante nuestro asombro.
Las representantes del Instituto de Artes de Baleares advierten de que las obras, sea como fuere, despiertan la curiosidad del gran público. Perturbar los sentidos o dejarte patidifuso, es objetivo prioritario de sus artistas. Y lo consiguen. Tropezamos con dos hierros que son obras de arte. "Se trata de dos instrumentos que utilizan los magos para sus trucos. El artista los ha pintado y los ha transformado en arte contemporáneo".
Continuamos el recorrido. En una galería próxima, un bloque que parece un homenaje al histórico helado Frigopie, capta todas las miradas.
¿Cuánto calculan que pueden vender? "Mucho. Aquí se mueven millones de euros en cuatro días. Lo que pasa es que los coleccionistas suelen ser muy discretos. Hay gran parte de esnobismo en todo esto, cierto elitismo que pretende diferenciarse del resto de los mortales comprando un puñado de cascos de obra como aquellos que están allí expuestos", nos confiesa un galerista entre susurros.