Justicia: el nudo a desatar
Francisco Sosa Wagner
Francisco Sosa Wagner es catedrático universitario y autor del libro 'La independencia del juez: ¿una fábula?' (La Esfera de los libros, 2016).
El hombre es el único animal que tropieza no dos, sino mil veces en la misma piedra. Sólo así se entiende que, a pesar de las amargas y trágicas lecciones que ha enseñado la historia, la humanidad no haya aprendido de una santa vez que el comunismo mata, siempre y en todo lugar. Da igual la intencionalidad de sus precursores o las particulares condiciones del país en el que se intente poner en práctica, que el resultado, sin excepción, será el mismo en todos los casos: miseria, represión y muerte.
Sin embargo, tras su última derrota, con la caída del Muro de Berlín en 1989 y el posterior colapso de la antigua Unión Soviética, la extrema izquierda vuelve a brillar con luz propia a uno y otro lado del Atlántico, como bien demuestra la reciente victoria del peronismo en Argentina, la permanencia en el poder del chavismo en Venezuela o el hecho de que Podemos haya entrado en el Gobierno de España de la mano del PSOE, entre otros ejemplos, además del sustancial crecimiento social que ha registrado en los últimos años el ecologismo, el feminismo y el pensamiento políticamente correcto, que, de una u otra forma, son fiel reflejo del socialismo en sus diferentes vertientes.
El capitalismo, por el contrario, sigue gozando de muy mala fama entre la intelectualidad imperante, la mayoría de medios de comunicación y la sociedad en general. Poco importa que el ser humano viva hoy el período de mayor prosperidad, bonanza y bienestar desde que el mundo es mundo o que la pobreza, gracias al sistema capitalista y la globalización, esté a un paso de la extinción, algo absolutamente impensable hasta hace bien poco.
La combinación de propiedad privada, cumplimiento de los contratos (seguridad jurídica) y libertad económica en un sentido amplio es la única receta que garantiza la creación y acumulación de riqueza. Prueba de ello es que el PIB global era un auténtico páramo hasta el siglo XIX, sin apenas crecimiento alguno durante milenios.
Pero todo cambió con el nacimiento y la expansión del capitalismo. Así, mientras que en 1870 la renta media per cápita a nivel mundial rondaba los 1.260 dólares al año, en la actualidad ya roza los 14.600 -a precios constantes de 2011-, diez veces más, y creciendo, siendo, además, los países más capitalistas los que disfrutan de una mayor riqueza por habitante, con ingresos medios de entre 40.000 y algo más de 50.000 dólares al año.
En el caso concreto de España, más de 17 millones de personas pertenecen al 10% más rico del mundo, con un patrimonio superior a los 109.000 dólares, y, de ellos, más de 1 millón forman parte del 1% con mayor riqueza, con más de 936.000 dólares, según el Global Wealth Report 2019, elaborado por Credit Suisse.
Y si el mundo nunca ha sido más rico, igualmente, nunca ha sido menos pobre. La pobreza extrema, cuyo umbral se sitúa en menos de 1,9 dólares al día, se sitúa por debajo del 10% de la población mundial, cuando hace apenas dos siglos rondaba el 90%. La escasez siempre ha sido el estado natural del ser humano. La comodidad y abundancia que existe actualmente en buena parte del planeta es un milagro inédito, cuyos frutos, por desgracia, no parecen disfrutar ni, lo que es peor, valorar las generaciones presentes cuando, ya sea por ignorancia o puro sectarismo, siguen abrazando la fracasada tesis socialista cual religión.
Aunque el dato más revelador y concluyente acerca de la histórica mejora que ha registrado la humanidad es, sin duda, el inédito aumento de la esperanza de vida, puesto que, durante este período, ha pasado de tan sólo 30 años en todas las regiones del mundo a una media global de 73 años en 2019, superando ya los 80 en numerosos países. Es decir, la gente vive casi tres veces más tiempo que en la época pre-capitalista.
Y si el capitalismo se traduce en riqueza, su reverso, el comunismo, cosecha justo el resultado contrario. Desde el punto de vista estrictamente económico, el PIB per cápita de los países más intervencionistas no alcanza los 8.000 dólares al año de media, frente a los más libres, que se sitúan por encima de los 63.500, hasta ocho veces menos, tal y como señala el último Índice de Libertad Económica de la Heritage Foundation.
Los casos más extremos dan buena cuenta de las vergonzosas condiciones de miseria que se ve obligada a padecer la población que todavía sufre la pesada bota del comunismo. Así, el salario medio en Cuba se sitúa en 28 dólares al mes. Esto significa que los cubanos tendrían que trabajar durante 36 años para poder comprarse un coche de segunda mano, destinando el 100% de su sueldo a ese objetivo, y más de 700 años si aspirasen a adquirir una vivienda media en España.
Mientras, en Venezuela, otro de los grandes paradigmas del comunismo patrio, más del 90% de la población sufre privaciones materiales severas, según la última Encuesta de Condiciones de Vida realizada en dicho país, hasta el punto de que el consumo per cápita de carne se ha desplomado de 22 kilos en 1999 a tan sólo 4 en 2019, al tiempo que la esperanza de vida al nacer ha caído en 3,5 años.
os países, una lección.
Entre 1970 y 2017...
hile
Libertad económica: +123%
PIB per cápita: +204%enezuela
— Instituto Cato (@InstitutoCato) February 11, 2020
Libertad económica: -64%
PIB per cápita: -42%https://t.co/BIkqgoB72c pic.twitter.com/hd4I41jTZ0
Y todo ello sin contar que capitalismo y comunismo también ocupan posiciones diametralmente opuestas en materia de libertad política y social. No es ninguna casualidad que los países más libres económicamente, como es el caso de Noruega, Nueva Zelanda, Suiza o Finlandia, son los que registran una mayor calidad democrática y una menor corrupción política, mientras que los más socialistas, pese a su buena prensa, ocupan los puestos de cola en ambos indicadores.
El capitalismo es una bendición para aquellos que tienen la suerte de disfrutarlo y un sueño a alcanzar, una dulce utopía, para quienes han tenido la desgracia de caer bajo el yugo del comunismo, una de las mayores lacras, si no la mayor, de la historia del hombre.