Las cuentas del Gobierno de Pedro Sánchez hacen aguas por todas partes. El Ejecutivo social-comunista ha presentado esta semana unas nefastas previsiones de crecimiento y de paro para los próximos años, a las que piensa dar respuesta con sus armas más perniciosas: más gasto, más impuestos, más deuda y más déficit. Con estos números, es imposible dar credibilidad a la dudosa ortodoxia presupuestaria con la que Nadia Calviño ha intentado insuflar calma en Bruselas. Por mucho que la tecnócrata socialista se esfuerce en presentarse como adalid de la estabilidad presupuestaria, las proyecciones que ha pergeñado junto a María Jesús Montero son un despropósito.
A los social-comunistas no les va a importar que la actividad económica se desacelere o que el empleo se frene y van a seguir gastando sin medida el dinero del contribuyente. De hecho, han tenido que admitir –otra vez– que el PIB no va crecer tanto como habían prometido, y apenas lo hará en un 1,6%. En cuanto a las previsiones sobre el mercado de trabajo, tampoco son halagüeñas, pues la tasa de paro ni siquiera va a lograr bajar del 13% y la creación de empleo se situará en el 1,4%, por debajo de la evolución del PIB. Ante este panorama –que numerosos expertos vaticinan será todavía peor que lo que prevé el Gobierno–, cualquier gobernante con un mínimo sentido de la responsabilidad tomaría medidas preventivas y de contención para no abocar a la ciudadanía a una nueva crisis. Sólo a los genios que están en Moncloa se les ocurriría disparar el techo de gasto un 3,8%, hasta los 127.609 millones de euros, lo que supone un extra de 5.000 millones más que el pasado año.
El incompetente doctor –en Economía, para mayor descaro– Sánchez va a rectificar por tercera vez sus propios objetivos de déficit, con la pérdida de credibilidad ante los mercados y la Comisión Europea que eso supone. Montero ha fijado el desfase contable para este año en el 1,8%, cifra que es más del triple de lo comprometido por el Gobierno de Mariano Rajoy en 2017, cuando fijó un objetivo de déficit para el conjunto del Estado del 0,5%. Para 2021, el PP calculaba que España lograría alcanzar el equilibrio presupuestario; con el PSOE y Podemos a los mandos, ya se pueden ir olvidando.
Pretender gastar más en una economía estancada tiene otra consecuencia: se necesitan ingresos. Pero esto nunca ha sido un problema para los socialistas, acostumbrados como están a sangrar a los ciudadanos. Por eso el Ejecutivo de Sánchez piensa encomendarse a las subidas fiscales y a los nuevos impuestos que ha urdido con Podemos para expoliar al contribuyente los miles de millones que necesita. Montero presumió en el Consejo de Ministros de esta semana de que ya tiene preparadas la Tasa Tobin y la Tasa Google para empezar a aplicarlas de forma inminente. Según sus cálculos, que sólo se cree ella, las arcas del Estado ingresarán unos 2.000 millones de euros por esta vía. Pero es que ni por esas: Sánchez e Iglesias tendrán que recurrir poco menos que a la magia para conseguir la recaudación que necesitan. Y todavía no se sabe el monto definitivo del déficit en 2019, que podría acabar descabalando por completo las cuentas públicas.
Vayan preparándose para lo peor. No es tremendismo sino mero instinto de supervivencia, habida cuenta de que estamos en manos del Doctor Sánchez, la don nadie Nadia y la inefable Montero.