Desenlace inesperado para Vicente Moreda. El anciano de 87 años no da crédito a lo dictaminado por la juez del Juzgado de Instrucción número 21 de Madrid. Su nieta, Paula Enríquez Moreda, había okupado su casa con su pareja, y tras la denuncia interpuesta por el abuelo, la magistrada ha absuelto a las dos okupas del delito de usurpación de vivienda.
Recordamos cuando empezó su pesadilla. En mayo de 2019, y tal y como recogió este diario, Vicente volvía a su casa ubicada en el número 112 de la calle Atocha en Madrid. Cuando introdujo la llave, el anciano comprobó que ésta no entraba y la cerradura había sido forzada. Llamó a su hija, Amelia Moreda. Juntos escucharon las risas de la nieta y su novia al otro lado de la puerta. Le habían okupado la vivienda y ni la empresa Desokupa, experta en desalojos exprés, consiguió que su nieta abandonara el inmueble.
Hasta la fecha, el abuelo no ha podido regresar a su domicilio. No ha vuelto a pisar su casa. Su nieta no se lo permite. Casi un año lleva padeciendo la usurpación de su inmueble, adquirido por él y su mujer, Amelia de la Piñera, en 2014. Ahora, su esposa se encuentra en una residencia, sufre alzheimer y apenas es consciente del infierno que atraviesa su esposo y su hija Amelia, madre de la okupa.
Absolución de las okupas
Vicente nos cuenta su calvario actual. Creyó que la justicia podía ayudarle. Aconsejado por su abogado perteneciente al despacho de la empresa Desokupa, él y su hija interpusieron una denuncia por delito de usurpación contra su nieta y su novia. Hace dos días recibieron la sentencia y la inesperada respuesta.
La sentencia, a la que ha tenido acceso Libertad Digital, viene a confirmar los hechos descritos por Vicente Moreda y su hija Amelia a este periódico. En la resolución, la juez admite que el anciano y su esposa no pueden vivir en el inmueble desde que Paula entrara en el domicilio el año pasado. Se reconoce que "hay una situación familiar difícil", pero "no se dan por probados los delitos de usurpación", concluye el fallo judicial.
Cabe destacar que a Vicente no le resultó nada fácil demandar por la vía penal a su nieta. El letrado del anciano pidió el inmediato desalojo de la vivienda y la pena de seis meses de multa con una cuota diaria de 4 euros. Pero la pareja de okupas ha salido absuelta. "No lo entiendo. No comprendo lo que está haciendo mi hija. Pero menos se puede entender la sentencia ¡Si cambiaron la cerradura! En este país proteger la propiedad privada es imposible. Es terrible todo esto", lamenta en profundidad Amelia.
A su lado se encuentra Vicente, que escucha al otro lado de la línea telefónica nuestra conversación. "Le paso con mi padre", nos dice Amelia con nerviosismo. Escuchamos la voz temblorosa del abuelo: "Que a mis 87 años tenga que estar padeciendo esto y no tenga donde vivir es muy injusto. No puedo más. No hay quien se crea esto, ¡quiero volver a mi casa! Me trae de cabeza...¡vaya vida! A ver si podéis ayudarnos", se sincera.
Sin justicia
Paula, la nieta en discordia, no parece que vaya a dar su brazo a torcer. "Está muy bien asesorada por mi exmarido. No va a tener piedad con sus abuelos maternos", lamenta Amelia.
Tanto el abuelo como la madre intentaron hablar con ella. Pero la puerta jamás se abrió. Ni siquiera con la policía que tuvo que quedarse en el rellano de la vivienda de Vicente, mientras intentaba convencer a las okupas de que devolvieran la casa a su abuelo. Pero nada. En todo este tiempo, su nieta ha rehusado dialogar con su familia.
"Ella no quiere hablarme, no hay manera de llegar a un acuerdo. Siempre la hemos tratado muy bien. En el juicio ni me miraba. No entiendo nada. Mi mujer con alzheimer y la justicia nos abandona...", expresa con tono lastimero el anciano. Su hija continúa "¿cómo es posible que la juez admita que es la propiedad de mis padres y que no ordene el desalojo?", se pregunta atónita.
Por ahora, la única vía judicial que les queda es la demanda por lo civil. Tardará mucho más, puede que un año. A los Moreda solo les queda resignarse. Su mazazo es doble porque no se trata de un okupa desconocido sino de un familiar, lo que parece estar dificultando aún más la salida de la vivienda de la nieta. "La cuestión es que mi padre sigue sin poder volver a su casa en Madrid, y mi madre está enferma y se encuentra en una residencia. Padeceremos esta injusticia porque las leyes en España no protegen a los propietarios. Estamos desamparados", finaliza Amelia desesperada.