23 de noviembre de 2010. Tras varias bajadas de rating y un plan de ajuste del sector financiero por la explosión de la burbuja subprime, que disparaba el déficit hasta el 32%, la Comisión Europea y el FMI acuerdan el desembolso de 85.000 millones de euros. De esta forma, Irlanda fue el primer país de la zona euro que entró en recesión, el segundo que pidió el rescate tras Grecia… y el primero que ha logrado dejar atrás las muletas de la Troika.
Entre medias, medió el mayor proceso de ajuste doméstico de un país de la Unión Europea desde su fundación. Reestructuración de la banca, que quedó reducida a dos entidades y la eliminación de 23.500 empleos públicos, venta de propiedades del Estado por valor de 3.200 millones, despidos masivos en la banca y unos presupuestos austeros, que lograron una reducción estructural del 14% (más de 7.000 millones de euros). Esto, que parece una cifra relativamente pequeña, supuso un cambio de paradigma en el país, habida cuenta de que los estabilizadores automáticos (mayor gasto por desempleo, menores ingresos por IRPF y cotizaciones sociales, etc.) estaban en su mayor auge, pues el país arrastraba una de las peores crisis de su historia.
Muchos fueron los que criticaron al país por su baja presión fiscal. Cuando la crisis estalló, ya contaba con las ventajas fiscales, sobre todo para grandes empresas. Y también, que esto no se suele decir tanto, una brecha fiscal (diferencia entre el coste del empleador y el salario neto recibido por el asalariado) de las más bajas de la OCDE. El caso es que la quiebra de Lehman Brothers les pilló en plena burbuja inmobiliaria, y el país estuvo en la UVI durante varios años. Y el caso, también, es que 2/3 de los ajustes lo hizo por el lado del gasto público, y el resto por el lado de los ingresos. De esta forma, se negó a renunciar a su fiscalidad atractiva. Mientras, por ejemplo, en España, nos subieron el IVA del 18 al 21% para evitar el rescate, en Irlanda se rebajó el IVA del 13,5% al 9% para el turismo y el ocio (recordemos que el tipo general es del 23%).
Un crecimiento de más del 5%
De esta forma se ha generado el mito del milagro económico irlandés. Durante toda la recuperación económica ha estado creciendo a ritmos del 6/7% interanual, liderando el ránking europeo, e incluso este año, con las principales economías en estancamiento económico (y algunas, como Alemania e Italia), coqueteando con la recesión, el Tigre Celta va a crecer a un ritmo superior al 5,5%.
¿Milagro económico? No. Aplicar las recetas adecuadas al problema adecuado. Irlanda estaba en un ciclo de crecimiento artificial que tuvo que parar de forma repentina. Lo fácil para atajar la enorme brecha en sus finanzas públicas hubiera sido subir los impuestos, pero eligió mantenerse como un refugio fiscal en una Europa que ya entonces avanzaba hacia algo parecido a un infierno fiscal en una economía desarrollada. El estudio Economic impact assessment of Ireland’s corporation tax policy de octubre de 2014 del ministerio de finanzas irlandés señala que un tipo del Impuesto de Sociedades del 15% hubiese reducido los flujos de entrada de filiales de empresas en un 22%, mientras que un tipo del 22,5% lo hubiese hecho en un 50%.
Y la apuesta por la libertad tiene premio. No importa que sea a nivel regional, como en Madrid, o nacional, como es el caso que nos atañe. Irlanda no sólo crece muy por encima de la media de la Unión Europea, sino que lo hace de forma sostenida y equilibrada.
Su ministro de Finanzas, Paschal Donohoe, ha hecho público durante esta semana que el país se mantendrá, por segundo año consecutivo, en una situación de superávit presupuestario. Concretamente, el superávit pasará de 169 millones de euros en 2018 (0,1% del PIB) a 1.500 millones en 2019 (0,4%).
Quien siembra y confía en la libertad económica, recoge. Una imposición orientada a la actividad privada ha supuesto una evolución en los ingresos públicos que:
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En 2016 ya habían recuperado la recaudación del pico de la burbuja (2007).
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Han cambiado su composición en la última década. Mientras que la imposición indirecta (independiente de la renta, como el IVA) ha ido perdiendo peso relativo paulatinamente, el IRPF y el impuesto de sociedades han sido los principales responsables del crecimiento de los ingresos.
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Concretamente, el Impuesto de Sociedades ha crecido a un ritmo promedio del 16% interanual desde 2012. El dato de 2019 asciende a los 10.887 millones de euros, duplicando la recaudación de 2008 y triplicando la lograda en el año del rescate financiero al país.
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La atracción de inversión y de actividad privada no sólo influye positivamente en el impuesto de sociedades, sino que también tiene efecto en el empleo y, por lo tanto, en la recaudación por IRPF. Irlanda tiene una tasa de paro del 4,8% y unos ingresos por IRPF que han crecido a un ritmo promedio superior al 6% desde 2012. La recaudación de 2019 ha duplicado la lograda en el año pico de su burbuja.
Irlanda es un país reconocido por su baja tributación a las corporaciones. El Impuesto de Sociedades es del 12,5% y existen elevadas deducciones que provocan que el 50% de la recaudación por esta figura provenga de las grandes empresas tecnológicas y farmacéuticas, principalmente norteamericanas. Pero no sólo eso. Incluso a pesar del incremento de casi 6 puntos durante los años de la crisis, la brecha fiscal irlandesa aún continúa casi 3 puntos porcentuales por debajo de la media de la OCDE y 7 de la española.
Irlanda muestra, en definitiva, que los impuestos no son causa, sino consecuencia, de la actividad económica. Dicho de otra manera, que una imposición baja es capaz de incentivar la recaudación pública.
Contención del gasto
Pero no todo es una tributación baja y orientada a la actividad privada. La menor injerencia pública también es un elemento fundamental en la fórmula del éxito celta. Además de recurrir a la austeridad para salir de la crisis, el recurso de "hay margen para la demanda agregada", propio de populistas e intervencionistas, ha estado al margen de las decisiones económicas del país. Prueba de ello es que hay que esperar hasta el año 2016 para ver el primer incremento de gasto público. Un incremento que, a la luz de los hechos, ha estado siempre por debajo del de los gastos, hasta llegar al superávit actual.
Todo lo anterior sin dejar de lado el modelo de bienestar que caracteriza a la Unión Europea. El salario medio en Irlanda de un empleado a tiempo completo fue de 46.402 euros, de acuerdo con el informe del Central Statistics Office. Los indicadores de bienestar social, según la OCDE, están en línea, e incluso muchos por encima, del resto de países comparables.
Y mientras los países que están sorteando la desaceleración actual lo hacen siguiendo este modelo, España parece abocada a repetir los errores del pasado. Porque, al parecer, una política monetaria ultraexpansiva que ha supuesto el 40% del PIB, para crecer tímidamente durante un puñado de años con cargo a déficit y deuda pública, es más saludable que una de impuestos bajos, que permite crear empleo, crecer a ritmos notables y sanear las finanzas públicas vía reformas estructurales.