Si la economía española fuera un equipo de fútbol, podría decirse que está jugando un partido en el que el rival la tiene acorralada contra la propia portería. Le rematan a puerta una vez por minuto. Desorientada, lo único que puede hacer de momento es aguantar. Jugar a no encajar goles. Hasta que el rival se canse o acabe el partido. No puede pensar en ganar; jugar a no perder es lo que toca.
Las reformas de Rajoy prepararon el terreno para una recuperación. Pero de una economía con alto desempleo y endeudada en exceso solo cabía esperar un crecimiento moderado. Digamos que no más de 2% anual. Sin embargo, entre 2015 y 2017, el PIB creció mucho más que eso gracias al golpe de suerte que significó el simultáneo desplome del precio del petróleo y la política monetaria ultraexpansiva del BCE, que se lanzó a comprar bonos y puso su tipo de interés de referencia en 0%.
Si la economía pudo responder a esos estímulos fue también porque tenía mucha capacidad ociosa. Por ejemplo, en la industria solo se utilizaba cerca del 70% de la capacidad productiva. Sin esa capacidad de producción disponible, los mismos estímulos hubiesen provocado crecimiento, pero con inflación y déficit exterior (como cuando Zapatero y Solbes multiplicaron el gasto público al mismo tiempo que España tenía tipos de interés por debajo de la inflación).
El paro no baja del 14%
En 2018, la economía se acercó a su capacidad potencial de producción y en 2019 ese margen se agotó. La economía ya está trabajando a pleno rendimiento. "¿Pleno rendimiento con una tasa de paro del 14%?", pensará el lector. Pero es lo que hay: el crecimiento del PIB de 2019, algo inferior al 2%, es incluso mayor que el ritmo de expansión potencial que en este momento tiene la economía española.
Recordemos: en los 20 años anteriores al lanzamiento del euro, la tasa de paro media fue superior al 17%. Entrar en el euro permitió un desplome de los tipos de interés que pagaban familias y empresas españolas. De ahí el inicio de un ciclo de crecimiento acelerado. Recordemos también que la tasa de paro del 9%, que fue la media entre 2004 y 2007, solo fue posible por el crecimiento insostenible promovido por la doble burbuja de gasto público y endeudamiento. Si la tasa de paro de la economía "a pleno rendimiento" es ahora 14% y no más del 17% es gracias a la reforma laboral.
Lo anterior significa que con uno u otro presidente la economía estaba abocada a moderar su ritmo de crecimiento y de creación de empleo. La diferencia está en el diagnóstico: se puede ser consciente de estos límites y tomar medidas para acelerar el crecimiento potencial de la economía o se puede creer que la recuperación está garantizada y que hay margen para otras prioridades, como el gasto "social".
Sánchez, a contracorriente
Las medidas que ha ido tomando Pedro Sánchez en materia económica desde que está en La Moncloa llevan a pensar que no tiene el diagnóstico correcto.
- Cuando es necesario mejorar la competitividad para reducir el endeudamiento exterior, decidió subir el salario mínimo un 22%. Precisamente cuando la productividad cae y las exportaciones comenzaron a descender.
- Además, cuando es necesario multiplicar la inversión, reduce la rentabilidad esperada de cualquier proyecto, por ejemplo, por el encarecimiento del precio de la electricidad y el aumento de los impuestos al diésel.
- Cuando se necesita mayor previsibilidad, se amenaza con subir impuestos (Patrimonio, Sucesiones, Sociedades, etc.) y con revertir reformas (Laboral).
- Cuando debe asegurarse la sostenibilidad de las cuentas públicas, acelera el crecimiento del gasto público.
En otras palabras: si el ritmo de crecimiento potencial de la economía es bajo, hay que acelerarlo. ¿Cómo? Haciendo más atractiva la inversión (capital físico), fomentando la contratación de personal (capital humano), reduciendo riesgos (sostenibilidad fiscal), aumentando la competencia (servicios profesionales; horarios comerciales) y evitando regulaciones innecesarias (alquileres).
Mientras eso no ocurra, conviviremos con un paro inaceptablemente alto y seremos más vulnerables a los vaivenes de la economía mundial. Mientras eso no ocurra, nos tendremos que conformar con jugar solo para "aguantar el resultado".
Diego Barceló Larran es director de Barceló & asociados (@diebarcelo)