Los recientes datos publicados sobre la demografía española son preocupantes, el número de nacimientos en España es el más bajo desde 1941 y se han encadenado cinco años en los que las defunciones registradas superan a los nacimientos.
Estas cifras no son sólo estadísticas, son una alerta que anticipa la dificultad que tendremos en el futuro para mantener el llamado estado del bienestar y nuestro sistema de pensiones. En los próximos 30 años el número de pensionistas en España pasará de los actuales 9,7 millones a unos 15 millones, lo que supondrá. lógicamente, un incremento exponencial del gasto. Esta situación se complica aún más si añadimos el aumento de la esperanza de vida en nuestro país, una de las más elevadas del mundo.
Tendremos un futuro por tanto en el que un colectivo menguante de cotizantes tendrá que sustentar a un mayor número de pensionistas, durante más tiempo y, además, con pensiones más elevadas al incorporarse a la jubilación personas que han tenido bases salariales más altas.
En este contexto cobra especial importancia el ahorro privado, con un objetivo muy concreto a largo plazo: intentar mantener en nuestra etapa de jubilación un nivel de vida lo más parecido posible al que disfrutamos durante nuestro periodo laboral. Un objetivo en principio difícil de alcanzar si tenemos en cuenta el complicado futuro que hemos citado. Para ese objetivo, diría que vital, contamos los ahorradores con un aliado de extraordinaria potencia: el interés compuesto, un pequeño milagro que hace que nuestro dinero trabaje y que, el resultado anual de dicho trabajo, se una al capital inicial y vaya produciendo frutos en los años sucesivos.
Para lograr que el interés compuesto genere buenos resultados los ahorradores tenemos que poner por nuestra parte tres ingredientes:
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Recurrencia en el ahorro: realizar aportaciones periódicas según se vaya disponiendo de liquidez.
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Amplio el plazo temporal: cuanto antes empecemos a ahorrar antes empezará nuestro dinero a trabajar y, por tanto, a generar resultados.
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Producto financiero adecuado: debemos invertir en el tipo de activo que con mayor probabilidad nos de una mayor rentabilidad a largo plazo. Ese activo es, sin duda, la renta variable.
Combinando esos ingredientes de forma adecuada conseguiremos resultados sorprendentes.
Imaginen a una persona que empieza su vida laboral con 20-22 años y que, con esfuerzo, consigue realizar una primera aportación de 5.000 euros en un fondo de inversión o de pensiones de renta variable. A partir de ahí va ahorrando un importe de 200 euros mensuales que recurrentemente va aportando al mismo producto financiero. Pues bien, llegada la edad de jubilación de ese ahorrador, con 65-67 años, y si consideramos una rentabilidad anualizada media en todo ese periodo de un +10%, contará con un patrimonio aproximado de 2,2 millones de euros. Tomen ustedes este ejemplo y lleven al límite las cifras, reduzcan la rentabilidad al 7-8%, disminuyan el ahorro mensual a 100 euros… aún en esos escenarios la cuantía ahorrada superará con facilidad el millón de euros.
El futuro demográfico no es esperanzador, en ese aspecto nuestra posibilidad de actuación es muy limitada. El futuro del sistema de pensiones es complejo y vinculado a decisiones y condicionantes políticos en los que nuestra capacidad de decisión es también reducida. Pero afortunadamente tenemos medios que nos permiten actuar para mejorar y proteger nuestra calidad de vida en el futuro.
Hagamos caso a las señales de alerta y empecemos a ahorrar, no importa tanto el importe sino la recurrencia, el largo plazo y el activo financiero adecuado. Nos quedan 15 días en este 2019 para empezar a preparar nuestro futuro (y enseñar a nuestros hijos a que preparen también el suyo). No los desaprovechen...