Pocos tecnócratas han negociado tantos programas de reestructuración de deuda como Charles Dallara. Este economista y financiero nacido en Estados Unidos ha sido asesor del gobierno de su país bajo los mandatos de Ronald Reagan y George H. W. Bush. Además, ha trabajado en el Fondo Monetario Internacional y ha dirigido durante una década el Instituto Internacional de Finanzas. Dallara visitó Madrid hace varias semanas para participar en una serie de actos organizados por la Universidad Camilo José Cela. El experto se refirió a la situación de la economía mundial y compartió su miedo a la crisis fiscal que, en su opinión, se está gestando.
A un año de las elecciones, Trump parece tener una alta probabilidad de salir reelegido. ¿En qué punto están las instituciones políticas de Estados Unidos y Europa tras una legislatura tan diferente a lo esperado?
La falta de liderazgo es palpable en todo Occidente. Eso es especialmente grave en un contexto como el actual, marcado por una gran complejidad económica que requiere de soluciones integrales a los retos que se nos plantean. Por ejemplo, la globalización crea riqueza de forma generalizada, pero también acarrea un repunte súbito de la competencia con otros mercados. ¿Estaban las economías de Occidente preparadas para absorber ese shock? No en todos los casos. En mi país hay muchas comarcas que se han visto afectadas negativamente por estos procesos. Sus fábricas cerraban y no había programas orientados a facilitar la aparición de nuevas empresas, a la captación de nuevas inversiones, a la reconversión de todo ese capital humano… Si hubiésemos hecho un mejor trabajo antaño, hoy no tendríamos que lidiar con el regreso de la retórica proteccionista.
Vd. trabajó durante años en el Fondo Monetario Internacional y fue director del Instituto de Finanzas Internacionales entre los años 1993 y 2013. ¿Qué papel creen que va a jugar las instituciones multilaterales en las próximas décadas?
Estamos en un momento crucial y las instituciones de antaño se están viendo superadas. A mediados del siglo XX surgieron organizaciones multilaterales que buscaban promover el clima de libertad política y económica que hemos cultivado en Occidente. Son los años de la creación de Naciones Unidas, Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, OTAN… Pero el mundo de entonces no es el mundo de hoy y la gobernanza global carece de canales efectivos para coordinar los procesos de la globalización.
La economía global está acusando la incertidumbre generada por las tensiones comerciales entre su país y China. ¿Qué valoración hace de lo que está pasando?
La "guerra comercial" entre Estados Unidos y Japón nos retrotrae a las tensiones que ya hubo entre mi país y Japón en los años 70. Aquellas disputas tenían en su raíz la falta de apertura de la economía nipona, que se beneficiaba de la globalización con un fuerte aumento de las exportaciones pero no permitía que los bienes y servicios ofrecidos por empresas extranjeras compitiesen en su mercado doméstico en un régimen de igualdad jurídica y libertad económica. Con China está pasando lo mismo. Pero hay una diferencia. Japón era, y es, una democracia. China es un régimen autoritario, de ahí que la magnitud del problema sea mucho mayor.
Jugó un papel clave en la crisis griega. ¿Qué conclusiones sacó de aquella experiencia?
Me pasé dos años negociando la mayor "quita" de deuda pública de la historia. Entre 2011 y 2012, coordiné decenas de reuniones con los acreedores del gobierno heleno, con el objetivo último de solucionar de la mejor manera posible el grave problema de estabilidad financiera que estaba sufriendo Grecia, en particular, y Europa, en general.
El resultado de aquellas negociaciones fue un fuerte recorte de la deuda pública en manos de accionistas privados. El grueso de los acreedores admitió una "quita" del 73%. Eso quiere decir que, por cada 100 euros de rentabilidad esperada en el momento de adquirir los bonos helenos, terminaron aceptando una rebaja hasta los 27 euros. Fue un ajuste muy importante que evitó el colapso definitivo de la economía griega.
En 2014 había señales de recuperación. Era una recuperación lenta y llegaba tras un periodo de austeridad doloroso, pero había una mejora. La producción empezaba a crecer, el aumento del paro se frenaba… Pero la llegada al poder de Alexis Tsipras introdujo nuevas disputas con los acreedores y terminó desencadenando una nueva crisis de la que se salió con rondas de austeridad más duras de lo pactado por su predecesor.
Según mis estimaciones, creo que habrá que esperar a 2027 para que el PIB griego sea mayor que el de 2008. Es un desastre, son casi dos décadas perdidas, pero hay que tener en cuenta que, al margen de los errores que cometieron los acreedores a la hora de negociar los programas de "rescate", lo cierto es que la economía griega parece tener alergia a las reformas estructurales y, por lo tanto, tiene un acomodo muy difícil en una moneda como el euro, que exige mayores niveles de competitividad.
¿Qué me dice de las medidas tomadas en EEUU y Europa como reacción a la Gran Recesión? ¿Hemos aprendido algo?
La crisis podría haberse evitado. De entrada, si nos ceñimos al corto plazo, creo que lo ocurrido con Lehman Brothers se pudo evitar. Pero, si ampliamos el foco, creo que los errores venían de atrás: una política monetaria demasiado laxa, que inundó de liquidez los mercados y fomentó la aparición de burbujas financieras e inmobiliarias; una regulación inadecuada, que no fue capaz de mitigar el riesgo; una política fiscal descuidada, con déficits en tiempos de crecimiento…
En Estados Unidos se tomaron medidas de estímulo fiscal, pero pronto fueron replegadas. Desde 2010, se podría decir que la economía dejó atrás la crisis y entró en una fase de crecimiento moderado. Sin embargo, en Europa siguieron dándose situaciones de enorme estrés económico y financiero hasta 2015. Fue una crisis más dura y, especialmente, más larga.
¿Y qué me dice de España?
A mediados del siglo XX, España estaba muy por detrás del resto de Europa. Sin embargo, su proceso de convergencia ha sido rápido y satisfactorio. Hoy se puede decir con satisfacción que España está ocupando el sitio que tiene que ocupar, puesto que goza de un reconocimiento amplio por parte de una comunidad que ve a este país como una democracia efectiva y una economía de mercado competitiva. Pero hay problemas pendientes de resolver. El paro ronda el 15% y, en el caso de los jóvenes, supera el 30%. En Alemania, esos indicadores rondan el 4% y el 8%, respectivamente. ¿Es esa situación sostenible en el largo plazo? No lo creo. De hecho, pienso que supone un reto significativo para la democracia, porque niveles tan altos de paro abren la puerta al populismo.
El horizonte fiscal parece preocupante. ¿Cree que vamos a una nueva recesión mundial?
Estamos permitiendo una acumulación de deuda alarmante. La política actual del Banco Central Europeo está siendo un tremendo error. Con las obligaciones fiscales tocando máximos, los títulos de deuda están negociándose en mínimos, a veces incluso con tipos negativos. La fiesta terminará en algún momento y habrá que pagar la cuenta. Parece que hay una carrera para ver quién asume más riesgos, quién se endeuda más. Pero los mercados, tarde o temprano, van a despertarse y van a constatar que los patrones actuales no se sostienen. Por mucho que ahora estemos mirando hacia otro lado, si los problemas fiscales siguen acumulándose llegará un momento en el que será imposible ignorar los riesgos que se están incubando en la actualidad.
¿Cuándo ocurrirá ese despertar de los mercados? La verdad, no lo sé. Pero estoy seguro de que pasará. Y creo que no somos conscientes de lo que se nos viene encima. He negociado muchos programas de "rescate", no solo el de Grecia, también estuve involucrado en programas similares en Argentina, Brasil. Filipinas… Francamente, toda esa experiencia me hace creer que estamos jugando con fuego. No hay disciplina fiscal.
En Estados Unidos vemos que el déficit está creciendo. Europa ha acumulado una deuda muy alta. Pero China también es un problema en este frente, porque su crecimiento sigue bajando y su endeudamiento sigue creciendo.