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Por qué los mercados reaccionan con euforia ante el triunfo de Boris Johnson

Su rival, Jeremy Corbyn, planteaba un plan económico de izquierda radical que espantaba a los inversores.

Su rival, Jeremy Corbyn, planteaba un plan económico de izquierda radical que espantaba a los inversores.
Boris Johnson, ayer viernes | EFE

El arrollador triunfo del Partido Conservador en las Elecciones Generales de Reino Unido ha sido recibido con extrañeza por buena parte de los medios de comunicación del Viejo Continente. Dicha reacción se explica, en gran medida, por el recelo y las críticas que despierta la decisión de Boris Johnson de pisar el acelerador para sacar adelante el Brexit.

Pero esa mirada pesimista no la comparte la mayoría de ciudadanos británicos que ha otorgado a los tories la mayoría parlamentaria más amplia que ven las islas desde el apogeo del thatcherismo. Algo parecido ocurrió en los mercados. A primera hora del viernes, la Bolsa de Londres se disparaba un 2%, mientras que la libra se apreciaba un 3% frente al dólar. Al terminar la jornada, el FTSE seguía en verde, con un crecimiento superior al 1% durante la jornada, mientras que la divisa británica se cambiaba a un ratio de 1,33/1 con la moneda norteamericana, por encima del 1,31-1,32/1 observado durante toda la semana anterior.

Algo parecido ocurre, de hecho, en los demás selectivos europeos. En Francia, el índice CAC 40 rozó máximos históricos, tras experimentar una subida del 1,5% en los primeros momentos de la jornada, y se despidió hasta el lunes con una subida que rozó el 0,6%. En Alemania, el DAX de Frankfurt vivió un repunte superior al 1% en los primeros compases del día y mantuvo una tendencia al alza del 0,5% en el cierre de media tarde. También hubo subidas en Madrid, con el Ibex 35 saltando más de un 1% durante el viernes.

No hay que olvidar, además, que los fundamentales de la economía británica parecen resistir con entereza el notable repunte de la incertidumbre desatado por la decisión de abandonar la Unión Europea. Así, el desempleo se sitúa por debajo del 4%, la tasa de actividad bate récords al situarse por encima del 76%, los salarios suben a tasas anuales que se acercan al 4% y el stock de inversión extranjera se sitúa a la cabeza del Viejo Continente y solamente por detrás de Hong Kong y Estados Unidos.

Johnson exhibió estas cifras como demostración de buena gestión por parte de los tories, pero también llegó a las urnas con nuevas propuestas económicas. En clave fiscal, los conservadores se comprometieron a congelar los impuestos hasta 2023, anulando así algunas rebajas tributarias (estaba previsto, por ejemplo, que el Impuesto de Sociedades bajase del 19% al 17% en 2020), pero dejando claro también que no financiarán la transición al Brexit por la vía de los aumentos fiscales.

En paralelo, buena parte de la comunidad empresarial e inversora ha reconocido como un acierto la idea de Johnson de sacar adelante el Brexit y acabar de una vez por todas con el bloqueo político que frena la salida de Reino Unido. Esto no significa que dicho proceso esté exento de riesgos (los hay y son significativos) y tampoco implica que haya una abrumadora mayoría social a favor del Brexit (el referéndum se saldó con un resultado muy ajustado y las encuestas apuntan que esa situación se mantiene). Lo que sí significa es que, partiendo de la base de que el pueblo británico se mostró a favor de la salida de la UE, lo mejor es articular un acuerdo lo antes posible y zanjar la incertidumbre que ha marcado los últimos años y que ha motivado dos convocatorias electorales y dos dimisiones en Downing Street (a saber, la de David Cameron en 2017 y la de Theresa May en 2019).

El miedo a Corbyn

Por otro lado, es importante tener en cuenta que el triunfo de Johnson aleja el fantasma del laborismo radical encarnado por Jeremy Corbyn. El controvertido líder de la izquierda británica llegó a las urnas defendiendo una espectacular subida de impuestos valorada en 100.000 millones de euros. Además, propuso abiertamente la nacionalización de las telecomunicaciones, la energía, los ferrocarriles, el correo postal, el suministro de agua y otros sectores de actividad.

En paralelo, Corbyn había puesto encima de la mesa distintas medidas orientadas a desplazar la propiedad privada y generalizar la propiedad colectiva de las empresas de las islas. La idea de los laboristas era obligar a las compañías a entregar paquetes de acciones a sindicatos y organizaciones de trabajadores, en línea con las viejas propuestas radicales que precipitaron el declive de la socialdemocracia sueca, allá por finales de los años 70.

En resumen, el Partido Laborista había dejado a un lado la moderación encarnada por Tony Blair y se había entregado al radicalismo socialista con una batería de propuestas que causó espantó entre la comunidad inversora y que también ha sido repudiada por los electores, que han castigado a Corbyn con un resultado desastroso.

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