El cambio climático es una realidad. La buena noticia es que cada vez es más extraño encontrar a alguien que lo niegue. El panorama es tan delicado que corremos el riesgo de adentrarnos en una situación de "no retorno". De hecho, el Banco Mundial sostiene que, si continúa esta dinámica negativa, el cambio climático podría sumergir en la pobreza a 100 millones de personas más en 2030. Son tan solo 11 años.
Y no solo eso. La superficie helada del Ártico desaparecerá, los desastres naturales serán peores y más frecuentes o las olas de calor se convertirán en insoportables. Por no hablar de las enfermedades y trastornos. La OMS ha comprobado que el cambio climático está ocasionando miedo, depresión y ansiedad en la población.
Lo cierto es que a lo largo de la historia de la Tierra se han dado alteraciones climáticas bruscas que han llegado incluso a modificar la geografía de nuestro planeta. La diferencia es que se producían de manera natural, y no como consecuencia de la acción de la humanidad.
La revista Nature ha publicado un estudio que demuestra que el aumento desmesurado de las temperaturas y los cambios en los fenómenos meteorológicos comenzaron en plena Revolución Industrial, en los años 30 del siglo XIX.
La realidad es que los científicos llevan desde el siglo pasado alertando de la gravedad de estos hechos, aunque, entonces, sus palabras eran ignoradas por las grandes potencias e incluso por la sociedad. No fue hasta 1992 cuando se adoptó en Nueva York la Convención Marco de la ONU sobre el Cambio Climático (COP), que entró en vigor en 1994. Veinticinco años y aquí hemos llegado. La COP25 tiene este año a España, y Madrid en concreto, como anfitrión.
Una Convención que ha tenido hasta dos destinos cerrados para su celebración. Primero, Brasil. No obstante, el presidente Bolsonaro anunció el año pasado que su país no podía hacer frente al gasto económico que supone organizar un evento de estas características. Después, fue Chile, pero los últimos acontecimientos y la situación de inseguridad que se vive actualmente en el país desaconsejaban su celebración. Entonces, apareció España, que lo ha organizado en tiempo récord.
El objetivo más inmediato de la COP25 es conseguir la estabilización de las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera y limitarlo muy por debajo de los 2 grados. Asimismo, la convención debe ser el encuentro definitivo para que termine de cerrarse el desarrollo del Acuerdo de París, que tiene que estar totalmente vigente en enero de 2020.
De la misma manera que los gobiernos mundiales e instituciones tienen la obligación de contribuir a la preservación de nuestro planeta, también deben adquirir un compromiso las empresas. Una de ellas es Banco Santander, que se ha sumado a esta Conferencia como patrocinador oficial.
Dentro de su estrategia y en línea con la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, definidos por la ONU, Banco Santander presentó recientemente sus compromisos de banca responsable, con los que pretende contribuir a un crecimiento más sostenible e inclusivo. Una de las metas, acaso una de las más ambiciosas, es la de movilizar hasta 120.000 millones de euros de aquí a 2025 para luchar contra el cambio climático.
En línea con este propósito, la entidad que preside Ana Botín lanzó recientemente un bono verde por importe de 1.000 millones de euros, dirigido a la financiación de proyectos renovables, segmento en el que el banco es líder.
Este objetivo de acompañar a sus clientes en la transición hacia un modelo económico y productivo más sostenible se concreta también con el lanzamiento de nuevos productos y servicios. Por ejemplo, la nueva oferta hipotecaria lanzada en España, en la que el banco bonifica con 10 puntos básicos a quienes compren una casa eficiente.
La otra forma de contribuir a la lucha contra el cambio climático es mediante la reducción de la propia huella de carbono de la compañía. Ya en 2016, Banco Santander lanzó su plan de eficiencia a través del cual se han desarrollado 250 iniciativas con una inversión de 69,8 millones de euros con el que consiguió reducir el consumo eléctrico en edificios un 9%, un 9% las emisiones de gases productores del efecto invernadero y un 26% el consumo de papel, todo ello en países del G10.
Otra de las metas fijadas en sus compromisos de banca responsable es la eliminación de todos los plásticos de un solo uso en 2021 y asegurar que el 100% de la energía que consume en los países donde está presente procede de fuentes renovables en 2025.
Como parte de este compromiso el banco es parte de la Nations Environment Programme Finance Initiative, una iniciativa en la que colaboran más de 300 empresas en todo el mundo con el objetivo de solucionar los problemas medioambientales e ir de la mano de los puntos del Acuerdo de París. Además, en septiembre firmó los principios de banca responsable de la ONU.
Todas estas iniciativas -y decenas de ellas más- han provocado que la entidad haya sido elegida como la más sostenible del mundo según el Dow Jones Sustainability Index 2019.
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