Nueva Zelanda tiene poco más de 4 millones de habitantes y casi 28 millones de ovejas, por lo que el 80% de las emisiones totales de metano provienen del ganado vacuno y ovino. Esta situación ha hecho que el país empiece a buscar alternativas para reducir estas emisiones. Y las ha encontrado gracias a la genética.
En concreto, Nueva Zelanda ha creado un programa genético para impulsar la cría de ovejas con una "baja emisión de metano", un gas contaminante. "Este enfoque actualmente beneficiará a la industria ovina, que representa poco menos del 20% de las emisiones contaminantes de Nueva Zelanda", comentó a Efe Mark Aspin, director general del Consorcio Pastoral de Investigación de Gases de Efecto Invernadero (PGGRC, siglas en inglés).
Nueva Zelanda aprobó en noviembre una ley para reducir a cero las emisiones de carbono en el 2050, que además pretende disminuir un 10% las emisiones de metano biológico procedentes de la agricultura en el 2030.
La organización Beef + Lamb New Zealand (B+LNZ) y el PGGRC anunciaron la semana pasada que comenzaban a implementar este programa genético basado en las mediciones de "valores de crianza", que identifican las características que se persigue potenciar para mejorar los rebaños. Uno de estos valores es el nivel de emisión de metano, que cada ganadero implicado en el programa mide en una porción de su rebaño mediante unas "cámaras de acumulación" adaptables al remolcador de un camión que se desplaza hasta las granjas.
Las ovejas pasan 50 minutos en estas cámaras aisladas en dos sesiones que se realizan en un período de 14 días para determinar cuánto metano emite cada una de ellas, sobretodo, cuando eructan o vomitan.
El programa se basa en una investigación que comenzó hace diez años. "Hemos trabajado en esta investigación desde 2008. Las mediciones han sido probadas durante unos seis años y ajustadas para medir los genotipos de los ejemplares reproductores", señaló Aspin.
Los resultados permitirán a los criadores seleccionar los carneros que tienen una menor nivel de emisiones y utilizarlos para la reproducción, en un proceso que dará resultados en unos dos años, los que tarda uno de estos animales en desarrollarse comercialmente.
El proyecto ha sido recibido con interés por los ganaderos, según destacó el director ejecutivo de B+LNZ, Sam McIvor, que señaló que un sondeo situó la reducción de los gases de efecto invernadero como una de las cinco prioridades del sector.
Varios países, entre ellos Irlanda, Noruega o Australia, han mostrado interés por el programa, indicó Aspin que se mostró confiado en que su impacto aumente "a medida que los cambios genéticos se profundicen con cada generación".
Nueva Zelanda aprobó en noviembre una ley para reducir a cero las emisiones de carbono en 2050, que además pretende disminuir un 10 por ciento las emisiones de metano biológico procedentes de la agricultura en 2030.