Sería falsear la realidad si aceptara llamar cumbre al evento que congrega la atención de los medios en Madrid. Transigiría por llamarlo llanura, pero he preferido el vocablo abismo al considerar que los que están en él difícilmente volverán a la luz.
No cabe hablar de cumbre, ni por los países que participan ni por los dignatarios que los representan. La mayor parte son países sin relevancia alguna para que sus decisiones sean medulares ante el problema anunciado –si existiese algún problema–.
No oculto, evitando confusiones, mi especial atracción por países como los principados de Andorra y Mónaco, pero sus mejores decisiones no podrán contribuir sustantivamente a resolver el Apocalipsis del Calentamiento Global, caso de hacerse realidad.
Diferencia habría si contáramos con la presencia de China, Rusia, Estados Unidos, India, Brasil, Alemania, Francia… a quienes corresponde una buena porción de la tarta contaminante, y si su representación la ostentaran quienes tuvieran capacidad para comprometerse con el resultado de la conferencia.
Hoy por hoy, se puede afirmar que la convocatoria ha sido un fracaso. No alivia mi calificación el dato de los 25.000 asistentes, aunque fueran reales –yo no he podido contarlos–. Otra cosa sería si se me asegurara que los asistentes han satisfecho de su peculio una cuota de inscripción, semejante a la habitual en congresos o reuniones científicas.
No veo el negocio que nos presenta el presidente del Gobierno en funciones. Gastaremos sesenta millones de euros, quizá cincuenta –muchísimo para una foto–, compensados, de sobra, por unos ingresos que dejarán los asistentes de cien millones. Me temo que la falta de homogeneidad entre gastos e ingresos no permite, sin más, sustraer los primeros de los segundos.
Para encubrir el fracaso, nos explican que es una reunión técnica, y que por eso no han asistido mandatarios plenamente responsables. Difícil de aceptar, porque los encuentros técnicos, científicos, etc. no utilizan semejante parafernalia.
Mi escaso interés por los grandes pronunciamientos de Naciones Unidas no me impedía interesarme por el desarrollo de la COP 25; interés que venía de mi desencanto en 2015 con el Acuerdo de París. ¿Es esta conferencia una oportunidad para la enmienda? Quizá, pero puede que vaya en sentido contrario al esperado. Sólo oigo y veo referencias sobre el clima.
El escándalo de París, para mí, era su contradicción. Se manifestaba preocupado por la pobreza en el mundo, cuando el texto convenido –que comprende una exposición de 15 párrafos y 29 largos artículos, en total, unas 18 páginas– sólo en dos líneas –artículos 2 y 6–, y en una de la exposición, menciona la erradicación de la pobreza.
Abundan referencias genéricas al crecimiento económico y al desarrollo sostenible, sin concreción alguna. Y cuando apunta a mejorar la educación, es para poder acceder a la información sobre el cambio climático.
¿Significan algo los más de nueve millones de muertes anuales por hambre? No lo sé; simplemente, hablemos del clima y sus peligros.