La Cumbre Climática COP-25 comienza este lunes en Madrid. El evento, que se trasladó de Santiago de Chile a la capital española por los graves disturbios que está sufriendo la capital latinoamericana, contará con la presencia de la activista sueca Greta Thunberg, que ya navega hacia nuestro país y está llamada a convertirse en la protagonista del cónclave.
Pero el alarmismo que desplegará la joven escandinava a su paso por España choca con los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Y es que, de acuerdo con las cifras oficiales, nuestras emisiones de gases de efecto invernadero se sitúan hoy muy por debajo de los niveles de antaño.
La Cuenta de Emisiones a la Atmósfera es la publicación que mide estas cuestiones. Dicho indicador muestra una tendencia a la baja durante la última década que rompe con el discurso pesimista de Thunberg y otros activistas medioambientales. Así, en 2018 vimos que se le dedicó una amplia cobertura al dato de 2017, a pesar de que el leve repunte observado entonces era un dato aislado de la tendencia.
Midiendo las emisiones en toneladas de dióxido de carbono equivalente (tCO2e), encontramos que los niveles registrados en 2008 ascendían a 417,9 millones, muy por encima de las 340,7 que se registraron en 2018, el último año con datos disponibles. El dato del curso pasado representa, además, una caída del 2,3% respecto a 2017.
Si comparamos los datos de hace una década con los números que acaban de salir a la luz de la mano del INE, podemos ver que se ha producido una caída del 18,5% en las emisiones de gases de efecto invernadero. El mínimo de la serie se dio en 2013, coincidiendo con los momentos de peor crisis económica, pero las cifras del periodo 2014-2018 se han mantenido contenidas y moderadas, constatando que, pese a la recuperación, la economía española es hoy mucho más sostenible que antaño.
El dióxido de carbono (CO2) es el principal gas de efecto invernadero, puesto que sus emisiones suponen el 83,3% del total. En términos anuales, su producción experimenta una caída del 1,9%. En segundo lugar aparece el metano (CH4), que acumula el 9,8% de las emisiones, un aumento testimonial del 0,1% con respecto al año anterior. En tercer lugar aparece el óxido nitroso, que supone el 5,3% del total y baja un 2,8% en términos anuales. Por último, el resto de gases de efecto invernadero son el 1,6% de la suma y caen un 28,7% entre 2017 y 2018.
Una "guerra" contraproducente
Por sectores, la industria es el principal responsable de las emisiones de gases de efecto invernadero, puesto que supone el 23,9% del total. Su producción bajó un 1,6% durante el último año. En segundo lugar aparece el suministro de energía, que supone el 20,9% del total de emisiones pero cae un 11,6% respecto al año pasado
El transporte ha concentrado el grueso del debate sobre estas cuestiones. Sin embargo, los datos muestran que su peso sobre el total de emisiones dista mucho de ser preponderante y se sitúa, en realidad, en una cuota del 15,1%. La variación anual es negativa: sus emisiones aumentan un 2,6% coincidiendo con la guerra al diésel del gobierno de Pedro Sánchez.
La cuenta de emisiones del transporte por carretera muestra que su producción de gases de efecto invernadero ha caído de 41.278.000 a 31.879.200 toneladas de dióxido de carbono equivalente entre 2008 y 2018. El transporte aéreo sí experimenta un crecimiento 11.623.700 a 15.669.500 durante el mismo periodo, pero supone un porcentaje del 4,5% sobre el total de emisiones y su crecimiento se moderó significativamente en los tres últimos años.
Algo parecido ocurre con las emisiones de óxidos de nitrógeno, que suponen el 29,1% del total y bajan un 41,6% durante la última década, pero crecen un 9,7% entre 2017 y 2018. En cuanto a las emisiones de partículas de diámetro aerodinámico (PM10), el transporte amasa el 4,6% de las emisiones totales y bajan un 36,9% desde hace diez años, pero crecen un 27,7% en el último año.
Los fabricantes de automóviles han denunciado que la guerra al diésel incide negativamente en las ventas del transporte (este año, la caída se mueve en torno al 8%), lo que a su vez frena el ritmo de renovación del parque de vehículos y consolida la permanencia en las carreteras de automóviles menos eficientes.