Una treintena de activistas de Greenpeace se han encaramado a un andamio en el número 29 de la Gran Vía. A la altura de una quinta planta, los activistas han desplegado una pancarta gigante que medía 180 metros. Su objetivo era denunciar en plena celebración del Black Friday, "la fiesta del consumismo y su relación con la crisis climática".
En la calle cientos de compradores permanecían impasibles al espectáculo de los ecologistas. Javier, dependiente de una óptica ha sido testigo de la protesta: "Querían llamar la atención, pero la gente los ha ignorado y ha seguido comprado".
"Prohibido Black Friday", se podía leer en los carteles amarillos. Pero en la arteria principal del capitalismo madrileño, el ambiente seguía como si tal cosa. Greenpeace tenía la intención de poner el poco en "los efectos contaminantes y consecuencias sociales que tiene las compras masivas" en el Viernes Negro de rebajas. "Esta forma de consumo produce costes muy bajos con el consiguiente impacto sobre las clases trabajadoras más vulnerables", denunciaba la ONG.
Pero las clases trabajadoras seguían trabajando y las que estaban libres, comprando. Primark, Douglas, H&M, Lefties, Bershka, Zara, entre otros muchos establecimientos, estaban hasta la bola. A rebosar. El gentío se agolpaba a la entrada de la multinacional irlandesa para rabia de los activistas.
Susana Pacheco ha viajado desde Toledo hasta Madrid solo para aprovechar los descuentos del Black Friday. Admite que el planeta le importa pero nos cuenta con cara de sorpresa que no se esperaba la manifestación. "Es que no entiendo qué tiene qué ver. Nos tienen que hacer sentir mal ¿por qué? No estoy de acuerdo", decía. Su acompañante asiente y remata con un "¡son unos pesaos!". Ambos llevaban varias bolsas en la mano. "Hay rebajas pero no como yo esperaba. Le dan mucho bombo al Black Friday y después no es para tanto", sentencia la toledana.
La Cumbre del Clima está a la vuelta de la esquina en Madrid (2 al 13 de diciembre, Ifema) y Greta Thunberg se acerca a bordo del catamarán con sus amigos empresarios de tendencia eco-pija. La preocupación excesiva de la niña hasta rozar la obsesión enfermiza por el cambio climático, no parece ser compartida por el resto de la población. O eso parece. En el mundo real la gente parece más normal y en la Gran Vía, en pleno Viernes Negro, varios consumidores nos transmiten que ven a los ecologistas "muy exagerados y tremendistas".
¿Emergencia climática? ¿Calentamiento global? "Pero si está lloviendo y hace frío", nos responde una señora que sale de Zara y a la que hemos preguntado su opinión por las consignas de Greenpeace en plena calle.
Segundo intento de atención
Y como no surtió el efecto esperado, los manifestantes decidieron bajar de los cielos madrileños y colocarse donde es imposible no verlos: en los escaparates. En El Corte Inglés y Fnac se han dejado ver posando tras los cristales como esfinges. Pero ni por esas. Los transeúntes caminaban a por lotería de Navidad camino de Doña Manolita (estaba al lado). Cuando se percataban de la escena que estaban protagonizando los activistas cual maniquíes enfadados, sacaban el teléfono móvil y los grababan. "Yo creo que lo único que quieren es que los fotografíen, no sé cómo los dejan entrar en el Fnac y colocarse ahí", cuchichea una mujer. El que parece su marido le contesta que "¡será para no escucharlos!". Y prosiguen calle abajo.
Entre la muchedumbre se respira ansia por encontrar gangas. La mayoría de los anuncios ofrecen tímidos descuentos del 20%. Algunos son más osados y ofertan hasta el 80% de rebaja del precio real. No dejan de ser solo unos cuantos. Rosario viene de Alcorcón en busca de unos zapatos. "Solo veo que han rebajado unos tres o cuatro euros. Ya que estoy aquí me da igual, los voy a comprar". ¿No piensa ahorrar con el nuevo gobierno social-comunista?, cuestionamos. "Sí, (risas). Habrá que guardar algo pero yo prefiero vivir el momento y lo que venga, pues vendrá. Carpe Diem", concreta alegremente.
Al lado de Rosario se escucha de repente: "¡A este ritmo nos quedaremos sin planeta Tierra!", son los de Greenpeace. "¡Fuera Black Friday!" Pero que no, que nada. Que la gente seguía comprando. Y llega la hora de almorzar y hasta a un ecologista motivado le entra el hambre. Recogen carteles y adiós.