Y, finalmente, lo consiguió. Casi seis años han pasado desde que Podemos nació como partido político, aprovechándose del enorme descontento social que dejó tras de sí la crisis económica, y su máximo líder, Pablo Iglesias, está a un paso de cumplir su gran sueño de entrar en el Gobierno.
Lo que más sorprende en este caso no es tanto el hecho de que uno de los populismos más radicales y peligrosos de Europa haya logrado irrumpir en las instituciones españolas, dado que son numerosos los países que han corrido la misma suerte a lo largo de la historia, sino que su llegada al poder sea alentada por buena parte de las fuerzas que componen el hemiciclo, junto con el inestimable apoyo de importantes medios de comunicación, y, especialmente, que sea el PSOE quien le abra la puerta de la Moncloa, pues el principal objetivo de los podemitas no es otro que el de liquidar y enterrar al socialismo patrio.
Que una proporción significativa de la sociedad española aplauda el principio de acuerdo alcanzado entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias para conformar un Gobierno de coalición ya es alarmante per se, pero que el artífice de meter al enemigo en casa haya sido el propio secretario socialista, ahora que Podemos se aproximaba a su techo político natural, resulta incomprensible, salvo que el presidente en funciones, tal y como ha demostrado una y otra vez, esté dispuesto a todo con tal de mantenerse en el cargo, hasta el punto de jugarse tanto la estabilidad institucional del país como la supervivencia de su partido a medio plazo.
Los primeros se equivocan de plano al pensar que Podemos es un partido al uso, asimilable a lo que se conoce comúnmente como socialdemocracia, cuando, en realidad, se trata de un movimiento antisistema de marcado perfil totalitario; mientras que los segundos confían en domesticar a la bestia, pese a que la mera concesión de un espacio en el Gobierno refuerza electoralmente a Podemos, consolidando así el liderazgo de Iglesias.
El problema, en definitiva, es que se trata de una pésima noticia para el conjunto de la población. Efectivamente, tal y como advirtió Sánchez en una de las escasísimas verdades que ha pronunciado como político, es que con Iglesias en el Gobierno son muchos los que no podrán dormir por la noche. Y razones no les faltan, pues, al menos, son diez los argumentos que deberían preocupar a la inmensa mayoría de españoles.
1. Comunista
No, por mucho que lo niegue o intente maquillar, Iglesias no es socialista ni socialdemócrata, sino un comunista convencido y, sobre todo, pragmático, lo que resulta aún más peligroso. Es la primera vez que el comunismo toca poder en España desde los aciagos tiempos de la Segunda República, y casi lo mismo se podría decir a nivel europeo, exceptuando el desastroso primer mandato de François Mitterrand en Francia, a principios de los años 80, y el no menos traumático de Syriza en Grecia desde 2015, con corralito incluido. El comunismo no sólo no tiene en su haber ni una sola historia de éxito, sino que es, de lejos, la ideología más asesina de la historia de la humanidad, con más de 100 millones de muertos a sus espaldas y otros tantos esclavos.
2. Chavista
Tal ha sido el fracaso de esta ideología, que sus defensores han tenido que reinventarla bajos eufemismos de toda índole para tratar de engañar a la opinión pública, como el "Socialismo del siglo XXI" que se sacó de la chistera el golpista Hugo Chávez, cuyo legado se ha traducido en la mayor crisis económica, política, social y humanitaria de la historia de Venezuela. No es de extrañar, por tanto, que el nuevo vicepresidente rojo que ostentará España se declare un fervoroso admirador del chavismo.
"Hugo Chávez era la democracia" o "lo que ha ocurrido en Venezuela es una referencia fundamental para los ciudadanos del sur de Europa" son tan sólo algunas de las numerosas loas que ha proferido Podemos en favor del desastroso régimen bolivariano durante los últimos años.
3. Contra la Constitución
Pero como, por suerte, España cuenta con una Constitución que garantiza derechos y libertades individuales frente a la amenaza totalitaria del comunismo, lo que, en última instancia, pretende Iglesias es derogar la Carta Magna, a la que llegó a tildar de "papelito" para imponer su particular modelo colectivista. ¿Qué quién lo dice? Él mismo… "Un proceso constituyente para abrir el candado del 78 y podamos discutir de todo, de democratizar [colectivizar] la economía, de la cuestión territorial, de todas y cada una de las cosas...".
4. Expropiar, confiscar…
Y es que Pablo Iglesias, por mucho que se diga lo contrario, no cree en la propiedad privada -al menos, en la de los demás-. "Un Gobierno no puede salir un día y abolir la economía de mercado, no se puede, ya me gustaría a mí", según señaló en Salvados, pero, para empezar, aboga abiertamente por nacionalizar empresas y "sectores estratégicos" tales como la banca o la energía, entre otros. "Ser demócrata es expropiar", según el líder de Podemos, en clara alusión al ya célebre "exprópiese" chavista. Y, si hace falta, se confisca (sin pagar justiprecio) y punto, lo cual supone un robo a mano armada.
5. Quiebra soberana
Y por si todavía no queda clara la naturaleza colectivista de Iglesias, he aquí sus palabras: "Yo pienso en Francia, últimamente, mucho. Y recuerdo una frase que me entusiasmó de Jean-Luc Mélenchon: Si gano las elecciones, lo primero que haré es hacer que el Ejército desfile por los Campos Elíseos para mandar un mensaje a los mercados financieros. Ya me gustaría a mí poder hacer lo mismo", en alusión a un posible impago de la deuda pública.
6. Salir del euro
A nivel europeo, son muy escasos los políticos que abogan abiertamente por abandonar la moneda única para volver a imprimir pesetas, pero Iglesias es uno de ellos. España debería "recuperar el control de la política monetaria, saliendo del euro, e inmediatamente devaluar para favorecer las exportaciones. Debería también decretar la suspensión del pago de la deuda y nacionalizar la banca…".
7. Contra la prensa libre
La radicalidad de Iglesias se extiende igualmente al ámbito de los derechos civiles más básicos, como la libertad de prensa. "Lo que ataca la libertad de expresión es que la mayoría de los medios sean privados, e incluso que existan medios privados", afirmó con rotundidad en su día. Negar la libertad de prensa es negar la democracia misma, pero poco parece importar al gremio periodístico semejante amenaza.
8. Contra la libertad de expresión
Que apoye los escraches como una forma de "jarabe democrático", siendo, como son, un arma de intimidación política, también constituye una enorme preocupación a tener en cuenta. Y si no que se lo pregunten a Rosa Díez, que no pudo ejercer su derecho a la libertad de expresión por culpa de un boicot en el que participó el hoy aspirante a vicepresidente.
9. Disturbios
Y lo mismo se podría decir de las marchas y disturbios callejeros que tan habitualmente protagonizan los antisistema, donde la violencia, lejos de ser excepción, es norma. "Tengo que reconocer que me ha emocionado", decía Iglesias en alusión a unas imágenes en las que la turba rodeaba y agredía a un policía tras una marcha celebrada en 2012 cuyo objetivo consistía en rodear el Congreso de los Diputados… Todo muy democrático, sin duda.
10. "Explicación política" de ETA
Asimismo, su alusión a la "guerra" de ETA contra el Estado, la "explicación política" del terrorismo o su posición en torno a la puesta de libertad de los etarras también deberían generar un hondo alarmismo en el seno de la sociedad.
El próximo vicepresidente del Gobierno, en definitiva, profesa una ideología totalitaria, admira a un régimen ruinoso como el chavista, sueña con derogar el marco constitucional del 78, aspira a derribar la economía de mercado, impagar la deuda y salir del euro, además de nacionalizar empresas o acabar con la libertad de prensa, entre otros terribles postulados… Sí, Sánchez, por una vez, tenía razón: sobran los motivos para no dormir tranquilo con Iglesias en el Gobierno. Ahora, empieza la pesadilla.