Tan importante como conocer los datos generales de crecimiento económico es adentrarse en los fundamentales que sostienen el aumento de la actividad. Quizá el mejor ejemplo lo tenemos antes de la crisis. En plena burbuja, España emitía tres puntos de deuda pública y privada por cada punto de crecimiento, un patrón que terminó demostrando su insostenibilidad entre 2007 y 2008, cuando la economía pasó de crecer artificialmente a enfrentar una profunda corrección que se prolongó durante más de cinco años.
Así las cosas, conviene analizar con cautela el boletín de crecimiento que acaba de divulgar el Instituto Nacional de Estadística, puesto que se trata de la última información oficial sobre el PIB antes de unas Elecciones Generales que pueden determinar el rumbo de la política económica española durante los cuatro próximos años.
De entrada, la información que ha distribuido el INE viene a confirmar que, en efecto, la economía española ha entrado en una fase de desaceleración cada vez más pronunciada. Así, el dato trimestral de crecimiento fue del 0,5% entre julio y septiembre de 2018, pero bajó al 0,4% en el mismo periodo de 2019.
En clave interanual, esto viene a confirmar la senda bajista de la producción económica. Aunque en 2015 se llegaban a registrar variaciones del 4,2% y el pasado año 2018 se seguían produciendo expansiones del 2,8%, hoy vemos que la trayectoria de crecimiento observada en el PIB español llega solamente al 2%.
No obstante, si escarbamos en las cifras generales vemos problemas aún más grave en el patrón de crecimiento de nuestra economía. Y es que, teniendo en cuenta que la AIREF ha estimado un déficit público del 2% del PIB para el presente curso, podemos decir que todo el crecimiento de 2019 se esfumaría si las Administraciones hubiesen ajustado sus cuentas.
Dicho de otro modo: el crecimiento está "dopado", puesto que hablamos de un avance de la economía equivalente al 2% del PIB, pero incluyendo dentro de dicho aumento un gasto financiado con deuda que se sitúa también en el 2% del PIB.
Más deuda
Hay que tener en cuenta que, según los documentos remitidos por Moncloa a la Comisión Europea, la deuda pública va a crecer este año en 24.000 millones de euros, lo que supone un endeudamiento de 1.260 euros extra por hogar. Esa indisciplina presupuestaria sostiene artificialmente al alza las cifras de crecimiento, pero condenando a España a soportar una carga fiscal muy elevada, con una deuda pública que ya llega a 25.500 euros por habitante.
No solo eso: es importante tener en cuenta cómo se van alterando los distintos factores que impulsan el crecimiento. Así, aunque en el tercer trimestre de 2018 veíamos que el gasto en consumo final de los hogares aumentaba un 1,6% y el de las Administraciones Públicas lo hacía en un 1,9%, un año después encontramos que estas tasas son del 1,5% y el 2,5%, lo que supone una caída del 6% para los hogares y un repunte del 32% para las Administraciones.
Se consolida, pues, un paradigma preocupante. El crecimiento lo sostiene el Estado a base de endeudamiento, de modo que la vigencia a largo plazo del modelo de crecimiento desarrollado bajo el gobierno socialista parece ser más que dudosa.