Hace ahora cuatro años, la Banco de Suecia concedió a Angus Deaton el Premio Nobel de Economía. El éxito de Thomas Piketty con el lanzamiento de El Capital en el siglo XXI parecía sugerir que el galardón recaería sobre el economista galo o algún otro experto en el estudio de la desigualdad, como el serbio Branko Milanovic.
Sin embargo, la concesión del premio a Angus Deaton supuso un espaldarazo a la larga trayectoria de un prestigioso economista que siempre ha defendido que la salida de la pobreza implica necesariamente la generación de ciertas desigualdades. China es un perfecto ejemplo de ello: el gigante asiático tiene hoy mayores cotas de inequidad salarial que hace treinta años, pero su tasa de pobreza se ha reducido de forma exponencial. El foco, por tanto, hay que ponerlo en la eliminación de la pobreza, no tanto en la desigualdad que puede generarse en un contexto de progreso.
En los dos años siguientes, el Banco de Suecia reconoció la trayectoria de Oliver Hart y Berngt Holmström, expertos en el análisis económico de los contratos, y en Richard Thaler, influyente estudioso de la economía del comportamiento. En 2018, el reconocimiento fue compartido por William Nordhaus y Paul Romer, expertos en introducir innovaciones meteorológicas en las proyecciones económicas de largo plazo.
El trabajo de los tres premiados
Pero el tema de la desigualdad sigue de plena actualidad, de modo que las quinielas sobre el Nobel de 2019 volvían a situar a economistas como Piketty o Milanovic entre los favoritos para hacerse con el premio. No obstante, los tres premiados de este año (Abhijit Banerjee, Esther Duflo y Michael Kremer) comparten con Angus Deaton su preocupación por la pobreza como tema de estudio.
Banerjee y Duflo sonaron como favoritos para recibir el galardón en 2012, a raíz del éxito que cosecharon un año antes con el lanzamiento de Poor Economics, un libro en el que exponen fórmulas para luchar contra al pobreza a través de experimentos a pequeña escala en áreas como la educación, el emprendimiento o la sanidad.
Ambos autores impulsan este tipo de soluciones desde el centro de investigación J-PAL, un proyecto con sede en Estados Unidos que ha realizado cientos de proyectos especializados en estudiar, medir y mejorar todo tipo de proyectos de reducción de la pobreza. En total, J-PAL cuenta con más de 150 académicos asociados que han realizado más de 1.000 evaluaciones y han ofrecido opiniones científicas sobre cómo mejorar la estrategia contra la pobreza de más de 80 países. Los proyectos analizados por el J-PAL han alcanzado ya a 400 millones de personas.
Uno de los economistas más importantes del centro es Michael Kremer, que comparte el galardón del Banco de Suecia con Banerjee y Duflo. Kremer es uno de los economistas que hizo posible el éxito de la iniciativa Deworm the Word, cuyo objetivo es mejorar la estrategia nacional de desparasitación aplicada por los gobiernos de países como India, Etiopía, Kenia o Vietnam. Además, Kremer es todo un experto en el estudio de la demografía en clave global e histórica.
La nota que acompaña el anuncio de la concesión del Premio Nobel de Economía de 2019 recuerda la "mejora de los estándares de vida" ocurrida en las últimas décadas. A continuación, el jurado recalca que "más de 700 millones de personas todavía subsisten con ingresos extremadamente bajos", lo que exige buscar "respuestas fiables" a estos retos tan complejos.
En este sentido, Banerjee, Duflo y Kremer son especialistas en medir de forma práctica el resultado de uno u otro tipo de programas contra la pobreza, algo especialmente necesario ahora que la pobreza global se sitúa por debajo del 10% y la consolidación de la reducción de la miseria requiere soluciones duraderas.
En clave educativa, los premiados han puesto de manifiesto lo importante que es mejorar la productividad de los docentes: sus estudios muestran que el absentismo de los profesores de las escuelas del mundo pobre tiende a reducirse cuando sus contratos pasan de ser fijos a estar sujetos a una renovación anual sujeta a objetivos.
Otro mito que han tumbado las investigaciones de los premiados por el Banco de Suecia es el de la supuesta validez de los microcréditos como alternativa contra la pobreza. Lejos de validar esta creencia, popularizada durante los años 90, sus investigaciones apuntan que estos mecanismos no tienen objetivos notables a la hora de reducir la pobreza, mejorar la inversión o aumentar el consumo.
Así, el denominador común en la obra de los tres galardonados es su apuesta por un análisis de abajo hacia arriba, que huye de los grandes planes contra la pobreza propios de la izquierda y centra el tiro en retos concretos que se deben solucionar sobre el terreno, considerando los incentivos económicos y realizando un seguimiento continuado de los resultados que tienen los proyectos desplegados.