El coste económico del terrorismo callejero independentista en Cataluña va más allá de los destrozos al mobiliario urbano, el vandalismo contra los comercios y la suspensión de la actividad de compañías tan importates como Seat o Vueling. Así, hay que sumar la pérdida de ingresos derivada de la negativa de turistas británicos, estadounidenses o franceses a visitar el Principado tras las advertencias emitidas por sus embajadas, y la espantada de los jubilados que programan sus vacaciones con el Imserso. Y, por supuesto, las más de 5.600 empresas que han huido de Cataluña tras el referéndum ilegal del 1-O, que evidentemente no encuentran el menor aliciente para regresar.
Por cierto, el empresariado catalán, en líneas generales, no ha abierto la boca hasta que no se ha visto al borde de la ruina; y lo ha hecho, cuando lo ha hecho, en voz muy baja para no incordiar a los golpistas, si es que no ha tenido la indecencia suicida de apoyarlos. En los comunicados no fallan las apaciguadoras referencias al "diálogo" y al "acuerdo". ¿Qué hay que acordar con unos liberticidas que están sembrando el terror en las calles de Cataluña y devastando la economía regional? Cuánto buenista cobarde. En el pecado llevan la penitencia.
La inversión extranjera se está desplomado en Cataluña. Así, mientras que a cierre de 2018 Cataluña recibió sólo 2.985 millones de euros de capital foráneo, lo que representa el 6,4% del total nacional, a Madrid llegaron 39.925 millones, el 85,3%. Sobran los comentarios. Otro dato demoledor es que, en el último año del que hay datos completos, el PIB de la Comunidad de Madrid creció un 60% más que el de Cataluña.
A todo esto, la Generalidad manejada por los golpistas incumple sistemáticamente el objetivo de déficit, tiene la mayor deuda pública de España, ha disparado el gasto y acaba de aprobar otra oleada de subidas de impuestos. Y aunque el separatismo haya tratado goebbelsianamente de culpar a España del mísero estado de sus cuentas, lo cierto es que Madrid aporta 10.000 millones de euros más que Cataluña al sistema de financiación autonómica. Las comparaciones, en este caso, son odiosas sólo para quienes quedan en evidencia.
El nacionalismo, el peor enemigo de Cataluña, está siendo además su ruina. Qué páginas más negras está escribiendo en la historia del Principado.