CFD es ya una sigla sentenciada. Desde hace algo más de un lustro, las instituciones financieras que velan por el bienestar económico de los inversores (pequeños, medianos y, en ocasiones, grandes) mantienen una lucha encarnizada con los contratos por diferencia. En Estados Unidos puede que lleven incluso más tiempo vetando este tipo de instrumentos, pero en Europa las limitaciones son algo más recientes.
Los CFDs han pasado de moda. Siguen atrayendo a legiones de minoristas en todo el mundo, pero defenderlas cuesta bastante. Más aún desde que entraron en juego las STKs. Sí, otra sigla. En los mercados gusta eso de sintetizar los nombres de los instrumentos, más si cabe en este caso, ya que hablamos de acciones sintéticas. Hay quien las confunde con las nuevas CFDs, pero las diferencias son notorias.
Si bien es cierto que tanto las STKs como los CFDs comparten su naturaleza flexible (y, por ende, se adaptan bien a diferentes perfiles), existen matices que conviene tener en cuenta. En realidad, resulta complicado diferenciarlas, ya que tratamos con derivados, y en ambos casos se opera con un producto que se basa en un activo subyacente.
El apalancamiento en los STK
Efectivamente, al igual que ocurre con los contratos por diferencia, las acciones sintéticas ofrecen la posibilidad de especular sin tener las acciones. Entonces, ¿en qué se diferencian los CFDs de las STKs? Pues en el apalancamiento. Estos derivados sobre acciones obvian el apalancamiento que caracteriza a los contratos por diferencia, lo que repercute directamente en el coste de las operaciones.
Un refresco light sigue siendo un peligro para la salud (a largo plazo), pero cumple con las exigencias de las autoridades alimentarias. Lo mismo pasa con los STKs, son CFDs edulcorados que pasan la criba de los organismos financieros. Visto así, parece que no hay motivo alguno para alabar las acciones sintéticas y elevarlas a la categoría de instrumento innovador.
Pero sí lo hay. Existe una gran diferencia entre los STKs y los CFDs, y tiene que ver con los dividendos. En ambos casos, el trader no compra acciones reales, por lo que no se le puede llamar ‘accionista’; pero sí puede percibir un montante neto equiparable a los dividendos que pagaría una empresa con acciones en el mercado. Evidentemente, los operadores que ofrecen STKs solo contemplan esta posibilidad para clientes que abran operaciones en largo, y se muevan en franjas temporales amplias. Teniendo en cuenta que las acciones sintéticas no están apalancadas y no conllevan costes extra, o eso aseguran los operadores que las ofrecen, se trata de una alternativa con mucha miga.
¿Por qué operar con CFDs?
Por muy bien que suene la banda sonora de los STKs, el trading con acciones sin apalancamiento no convence a todo el mundo. Para la mayoría de traders que asumen un riesgo medio, los CFDs son mucho más jugosos. Y visto que no hay mayor diferencia entre ambos productos que el apalancamiento, la decisión parece obvia.
Ambas herramientas, permiten acceso inmediato al mercado de manera indirecta (hay que recordar que, en realidad, no se compra ni vende el activo), dan margen de maniobra para estrategias de cobertura y son totalmente bidireccionales. Y ahí está el punto fuerte de los CFDs: si ponerse en corto es una prioridad para maximizar beneficios, lo lógico es apalancarse.
El problema es que los CFDs tiene costes añadidos, gastos por mantenimiento de las operaciones y ciertas limitaciones. Resumiendo, los STKs son más baratos y menos arriesgados, pero disminuyen la ratio de ganancias. Los CFDs ofrecen unas perspectivas mucho más lucrativas, pero tienen asociado un riesgo astronómico (en comparación con las acciones sintéticas).