Pedro Sánchez ha rebajado el crecimiento de España, y lo hace en dos sentidos. El primero de ellos, modifica a la baja la previsión de crecimiento para 2019, llevándola al 2,1%, y lo hace en el momento en el que tiene que enviar a Bruselas las cifras presupuestarias para 2020. Sin embargo, su recorte del crecimiento del PIB sólo es de una décima, cuando lo sensato, por la propia evolución del PIB interanual e intertrimestral de los dos primeros trimestres, habría sido rebajarlo hasta, por lo menos, el 2%. De hecho, BBVA se ha unido a Banco de España y Funcas, y lo ha rebajado de manera más profunda que el Gobierno: hasta el 1,9%.
Por otra parte, y lo más grave, es que es realmente Sánchez el que rebaja esa cifra. Es decir, que ha sido la inestabilidad que se introdujo en la política y economía con la moción de censura sin programa, y con el único punto programático que consistía en echar al PP del Gobierno, la que está produciendo toda la desaceleración que se deba a la parte interna de la economía.
Sánchez, de tanto querer emular a Zapatero con la memoria histórica y otras decisiones para remover rencillas entre españoles que se cerraron con la transición, con el único propósito de conseguir votos a cualquier precio, también está copiando a su predecesor socialista en lo relativo a la economía. Así, ha pasado de negar el empeoramiento de la evolución económica a hablar ahora de enfriamiento y de desaceleración.
Pero el líder socialista no ha admitido de buen grado la rebaja, sino que no le ha quedado más remedio al tener que enviar a Bruselas el documento presupuestario. Si no, a buen seguro que no habría tocado ni una centésima, o no lo habría hecho hasta después de las elecciones. Ahí vuelve el fantasma de Zapatero, cuando unido a Solbes proclamaba que no pasaba nada grave en la economía. Recordemos el debate entre Solbes y Pizarro.
De hecho, el plan presupuestario enviado a Bruselas es tan optimista, que confía en alcanzar el objetivo de déficit del 2% para 2019 y del 1,7% para 2020. Todo ello, pese al empeoramiento del crecimiento económico y pese a todos los factores que suponen un riesgo serio para la marcha de la economía y, por tanto, para el cumplimiento de los citados objetivos.
Sanchéz claudica
Pues bien, pese a que no le guste reconocer lo que él llama "enfriamiento" y que comienza a ser principio de pulmonía, ha tenido que enmendarse y reducir las expectativas de crecimiento, cosa que, por los efectos de su gestión, no es la primera vez que hace. Al poco tiempo de llegar, en octubre de 2018, rebajó el crecimiento al 2,3%. Tres meses después, en enero de 2019, bajó otra décima, y ahora, tras haber alardeado durante la primavera de que la economía española se disparaba y que podrían revisar al alza las previsiones, rebaja la estimación de crecimiento otra décima más, hasta el 2,1%.
Y no rebaja más la previsión porque no quiere perder la barrera del 2%, ya que por la evolución del PIB trimestral y por el perfil agudo que está tomando la desaceleración, no parece que vaya a poder crecer España en 2019 ni siquiera ese 2%. En el primer trimestre se ha quedado en el 0,5%; en el segundo trimestre, en el 0,4%; y en el tercero, el Banco de España estima un 0,4%. Si contamos con el hecho de que no parece que el cuarto vaya a mejorar sobre los dos anteriores, o no mucho, alcanzar el 2% es casi imposible, con lo que el 2,1% lo es todavía más.
El propio Banco de España también ha rectificado hace unas semanas sus previsiones de crecimiento para 2019 a pesar de que el pasado mes de junio las revisaba al alza.
Entonces, ya se dijo que con los datos de crecimiento del primer trimestre esas revisiones no eran más que una cuestión técnica, matemática, pues se habían realizado unas previsiones anuales más pesimistas teniendo en cuenta la evolución de la segunda parte de 2018, donde la actividad se deterioró de una manera más intensa a la esperada. Eso llevó a que las previsiones de todo 2019 fuesen más cautas. Espejismo que incluso se ha desvanecido, pues el INE lo ha corregido al 0,5% mencionado para ese trimestre.
Pues bien, tras ello, el Banco de España es quien más corrige las previsiones: una rebaja de casi medio punto del PIB (cuatro décimas exactamente), que deja la previsión de crecimiento del Producto Interior Bruto español para el presente ejercicio en un 2%.
Asimismo, esa revisión a la baja la aplica también el antiguo banco emisor para 2020 (dos décimas, dejándolo en 1,7%) y para 2021 (una décima, para dejarlo en 1,6%).
Especialmente significativa es la revisión a la baja del consumo de los hogares, que Banco de España recorta a casi la mitad para 2019 (del 1,8% de crecimiento al 1%), con recortes adicionales para las previsiones de 2020 y 2021, en cuatro y una décimas, respectivamente.
Y posteriormente al Banco de España y antecediendo a la rebaja del Gobierno de sus propias previsiones, Funcas ha rectificado, también a la baja, sus estimaciones de crecimiento para 2019: tres décimas, hasta dejar la previsión de crecimiento en el 1,9%.
Funcas, además, lo ha hecho de manera más acusada para 2020, donde estima que la economía va a crecer medio punto menos que en su anterior estimación, quedándose en el 1,5% para el próximo ejercicio.
Del mismo modo, como se mencionaba anteriormente, BBVA Research ha rebajado cuatro décimas, hasta el 1,9%, la previsión de crecimiento de la economía española para 2019.
El servicio de estudios rebaja, a su vez, tres décimas sus previsiones para 2020, de manera que estima el crecimiento de dicho ejercicio en el 1,6%.
Y aun siendo más optimista, el FMI también acaba de rebajar las previsiones de crecimiento de la economía española: una décima para 2019 y otra décima para 2020, situándolas en el 2,2% y el 1,8%.
Cascada de revisiones a la baja
Esta cascada de revisiones a la baja de las previsiones económicas de España ponen de manifiesto que todos los indicadores muestran que la desaceleración es cada vez más aguda y que puede empeorar. Es más, el impacto no queda ahí, porque hay una serie de circunstancias internas y externas que minan ese crecimiento y que, si no desaparecen, pueden tener un impacto mucho más profundo en la desaceleración económica.
Esos riesgos son:
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El rebrote proteccionista entre China y Estados Unidos: inmersos en una lucha de ida y vuelta, en amagar y no dar del todo, pero con un riesgo importante de que al final se desencadene una guerra comercial más intensa, al que se une ahora la posible guerra comercial entre Estados Unidos y la Unión Europea. Aunque en los últimos días se produzcan acercamientos de las posturas enfrentadas, no termina de resolverse, con lo que el riesgo permanece.
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La resolución del problema del Brexit: sigue ahí, con la inseguridad económica que provoca y la certeza de que, si es abrupto y sin acuerdo, el impacto será muy negativo en el Reino Unido especialmente, pero también será significativo en el resto de la UE, siendo España un país que puede verse fuertemente afectado, por ejemplo en los sectores de automoción y de turismo. Si finalmente se logra un acuerdo menos lesivo, el impacto será menor, pero no está todavía claro que eso vaya a suceder.
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Irán: las tensiones con Irán pueden hacer subir el barril de crudo, de manera que, por cada diez dólares de incremento por barril, afectaría negativamente al crecimiento del PIB español por la alta dependencia energética de nuestra economía, en tres décimas, tal y como se detalla en los anexos de la actualización del programa de estabilidad que el propio Gobierno del presidente Sánchez envió a Bruselas a finales de abril.
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La inestabilidad política en España: como foco de inseguridad económica y merma del crecimiento, con otras elecciones generales convocadas y sin que parezca claro que vaya a haber un escenario de mayor gobernabilidad después de las mismas.
A día de hoy, por tanto, no parece que sea tan fácil que dichos elementos desaparezcan rápido, con lo que lo mejor que se puede hacer es tomar medidas por el lado de la oferta para dinamizar la economía, ajustar el gasto, no subir en ningún caso los impuestos y flexibilizar el entorno económico.