Los aranceles que anunció Donald Trump la semana pasada han puesto de uñas a buena parte de los españoles. El próximo día18 es la fecha que se ha marcado el Gobierno estadounidense para empezar a gravar una larga lista de productos españoles, entre los que se cuentan el aceite de oliva, el vino de Ribera y el queso manchego. El castigo será del 25%.
Las alarmas se han disparado en el sector de la alimentación y bebidas, que calcula que el valor de las exportaciones a EEUU supera los 1.000 millones de euros. No hay patronal que no haya puesto el grito en el cielo estos días, ni productor que no haya exigido al Gobierno una solución urgente ante la ruina que se les avecina. En su línea, la respuesta del Ejecutivo de Pedro Sánchez no ha podido ser más populista.
El primero en hacer el ridículo fue el ministro de Agricultura en funciones, Luis Planas, que bravuconeó diciendo que, si bien Moncloa no desea una "guerra comercial" con EEUU, "si la inician, vamos a contestar y defendernos con todas nuestras armas". Francamente patético.
Después, entró en escena el propio Pedro Sánchez, tirando de chequera... del contribuyente para cebar el caciquismo que tanto daño ha hecho a España y con el que tanto se ha lucrado el PSOE. Con la excusa de los aranceles de Trump, el presidente en funciones anunció que rebajará el número de peonadas necesarias para cobrar el subsidio agrario, el polémico PER. Así, su único plan de acción para que el sector agroalimentario y ganadero pueda esquivar la guerra arancelaria consiste en ponerse a comprar votos de la manera más desvergonzada. Por desgracia, no cabe sorprenderse, viniendo de quien viene.
Por otro lado, y aunque los socialistas vayan clamando por los "inaceptables" aranceles de Trump, hay que tener muy presente que lo del presidente norteamericano no es sino una respuesta a las ayudas ilegales que España, Francia, Alemania y Reino Unido han venido proporcionando al gigante Airbus, el fabricante de aviones europeo. ¿Y no ha subvencionado también EEUU a Boeing, su principal competidor? Pues... también es cierto. El afán de los políticos por utilizar el dinero de los ciudadanos para sostener a empresas privadas no entiende de continentes.
Al final, lo peor es que estas guerras comerciales son muy dañinas para los ciudadanos de todas las economías afectadas, que pagan más de una u otra manera (vía precios, vía impuestos) por hacerse con los productos afectados. Una desgracia con la que tantos políticos pretenden sacar tajada. Tan terrible como indignante.