Hace poco recogíamos en Libre Mercado el caso de Ana, una inquilina que vivía aterrada en su propia casa. Un okupa se había instalado en su vivienda, justo en la habitación de al lado. El moroso se hizo dueño y señor del territorio con el consiguiente padecimiento de la mujer y el daño a su salud física y mental.
El okupa del piso de Ana fue condenado por delito de lesiones leves contra ella, tal y como transmitió a este diario el abogado de la víctima, Alberto García Cebrián. Sin embargo, el juez siguió permitiendo que el okupa agresor continuara en la vivienda de Ana, alargando su sufrimiento hasta que se produjera el lanzamiento.
Desafortunadamente, España está llena de este tipo de casos. Según los expertos, los procedimientos contra los okupas de habitación están creciendo. "Sucede que muchas familias acuden a esta fórmula para ganar un extra a final de mes. Alquilan las habitaciones libres, pero si el inquilino les sale rana, hasta que se ejecute el lanzamiento, la convivencia es insoportable. Aunque no exista un cálculo hecho, podemos garantizar que los casos están aumentado considerablemente", aclara José Vidal Rodríguez de Liébana, abogado del despacho de Legálitas.
Evitar las discusiones
Desde los departamentos jurídicos se pide un ejercicio de serenidad y paciencia para sobrellevar este tipo de okupaciones, y hacer de tripas corazón pese a tener que cruzarte con el moroso por los pasillos y estancias de la casa.
Lo que no hay que olvidar, en primer lugar, es realizar un contrato por escrito. "Esto hay que hacerlo siempre. De lo contrario, el desalojo puede tardar años. Los contratos verbales perjudican al propietario. Las acciones legales contra el okupa dejarían al descubierto al dueño para demostrar el impago de rentas o duración del contrato. Probar los hechos ante un juez se nos hace imposible sin haber formalizado las condiciones por escrito", explicita el letrado.
Y, sobre todo, evitar el conflicto. La confrontación entre el dueño y el usurpador puede suponer la perdición total para la víctima de la okupación: "No debemos dejar que el okupa nos tiente y provoque porque lo que suele buscar es que el procedimiento desemboque en la vía penal. Hay que evitar a toda costa las discusiones. Esto es muy complicado porque los nervios juegan malas pasadas. Es una situación que se hace insostenible al tener que cruzarte con el okupa en el salón, cocina o cuarto de baño. Pelear es lo peor que podemos hacer", describe el experto.
La protección a nivel legal del okupa en España da lugar a que muchos propietarios asuman una larga convivencia que, por supuesto, torna en una pesadilla no apta para cardíacos. Mantener la calma a sabiendas de la injusticia moral y legislativa que supone no poder desalojar al okupa es harto complicado para el afectado.
Dormir sabiendo que el enemigo está acostado al otro lado de la pared ha hecho que muchos propietarios vivan atrincherados en sus propias habitaciones. Cerrojos especiales, miradas escondidas tras una puerta entreabierta, miedo a que la comida esté envenenada y ataques de pánico nocturnos llegan a padecer muchos arrendadores. Viven con resignación, y especial angustia, que el okupa cene tranquilamente en su cocina y amparado por las leyes.
"Los okupas te pueden denunciar por amenazas. Esto implicaría que el procedimiento civil abierto al moroso se traslade a la vía penal por coacciones. Si se le impide usar algún servicio de la casa, por ejemplo, cortar la luz de su área habitacional, será interpretado por un juez penal como delito. Y, cada vez, se dan con más frecuencia", especifica el jurista.
Abandonar la vivienda
Aunque parezca que se ha perdido la batalla, los abogados suelen aconsejar abandonar la vivienda e interponer la demanda por desahucio con el contrato en la mano.
"Cuando al okupa le llega la demanda, monta en cólera y se producen los altercados. Hay un roce extremo entre las partes. Por eso, para tener la paciencia que se requiere hasta el lanzamiento, lo que recomendamos al cliente es abandonar la vivienda. El arrendador no va a salir victorioso de los ataques nunca", apunta Rodríguez de Liébana.
También es muy normal que los propietarios se parapeten y busquen sus propios métodos para echar al okupa. Una mala idea. "No se pueden cambiar las cerraduras del piso porque se incurriría un delito de coacciones. De lo civil pasaría a lo penal. Es un error muy típico, cortar el agua, cambiar las llaves, poner candados a la puerta de la habitación... nada de esto beneficia al afectado. La policía actúa siempre en consecuencia, normalmente se detiene al propietario cuando ocurren estas disputas o se les quita la llave. Estas reacciones suelen ser muy comunes entre los dueños de la propiedad. Es comprensible, pero lo desaconsejamos por completo mientras las leyes continúen como están", finaliza el letrado.