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Mikel Buesa

Ciudadanos y la economía

El entendimiento de los dirigentes del partido naranja, cuando se cruza con las cuestiones económicas, no da mucho de sí.

El entendimiento de los dirigentes del partido naranja, cuando se cruza con las cuestiones económicas, no da mucho de sí.
EFE

No sé si será porque en Ciudadanos ya no queda ningún economista en ejercicio o porque esto de la economía es un asunto abstruso inasequible para la mentalidad simplificadora de los políticos en general, el caso es que, en los últimos días, ese partido nos ha proporcionado varios ejemplos demostrativos de que el entendimiento de sus dirigentes, cuando se cruza con las cuestiones económicas, no da mucho de sí.

Todo el mundo conoce la oferta de última hora que Rivera le hizo al doctor Sánchez para arreglar in extremis el tema de la investidura. No me detendré en su aspecto demagógico, oportunista y electoralista –cosa que ha sido destacada por los medios y que ha quedado ya obsoleta–, sino en su referencia a los autónomos. Al parecer, Rivera pace en la finca que gestiona muy eficazmente Lorenzo Amor, constructor y factótum del lobby que han constituido estos trabajadores para ver si ven rebajados sus costes y engrandecidas sus rentas parasitando al Estado. Digo esto porque sólo bajo ese supuesto puedo tratar de explicarme la obsesión por el tema del dirigente naranja –que, por cierto, comparte con buena parte de los políticos de otros partidos–. En esencia, lo que Rivera exigió a Sánchez es que no se subiera la cuota –de la Seguridad Social, se entiende– a los autónomos, colocando este tema a la misma altura que el de la cooperación entre el PSOE y los de EH Bildu en Navarra y el de volver a aplicar el artículo 155 a Cataluña, unido al rechazo de unos eventuales indultos a los golpistas catalanes que están en espera de sentencia por parte del Tribunal Supremo. O sea, que sin duda Rivera ha elevado el tema de los autónomos a los altares de la alta política.

Pocos comentarios he leído sobre esta última circunstancia, y menos aún han sido los que se han detenido en analizar su naturaleza económica. Ésta es la que a mí me interesa, seguramente por mi propia deformación profesional y porque muestra hasta dónde puede llegar un político en el ejercicio discriminatorio en favor de sus votantes. Digámoslo con claridad: hacer que los autónomos paguen poco a la Seguridad Social es equivalente a proponer que al menos una parte de las prestaciones sociales que reciben la paguen los asalariados. Esto es lo que está ocurriendo desde hace décadas y esto es lo que ningún político se atreve a cuestionar. Y Rivera lo que quiere es más bien acentuarlo, mostrando así lo bien que hace su trabajo Lorenzo Amor en el ejercicio de su labor como líder del grupo de presión que trabajosamente ha logrado levantar. En definitiva, Rivera pretende que los 16 millones de asalariados que hay en España carguen parcialmente con la cuenta de los tres millones de autónomos que hay en el país.

Es verdad que, en su oferta a Sánchez, Rivera asoció confusamente este asunto a una eventual congelación de los impuestos a las clases medias trabajadoras. Nótese que el líder de Ciudadanos no se refiere nunca a los asalariados, tal vez por la connotación sindicalista que tiene este concepto o, sencillamente, porque así emplea tres palabras que suenan rimbombantes para designar lo mismo. Y nótese también que, con tal referencia, Rivera evoca su machacona propuesta de bajar los impuestos, sin especificar, por cierto, cuáles son los que quiere reducir. Pero hete aquí que, pasados unos pocos días, este último tema se le ha quedado cojo –demostrándose así, una vez más, lo cortas que son las alas de la demagogia electoralista–, pues su colega Ignacio Aguado, vicepresidente en Madrid, ha anunciado a bombo y platillo que de lo dicho en la campaña regional sobre tal asunto ya no hay nada de nada. No habrá rebaja de impuestos. Así de claro.

Y otra vez la economía está ausente del razonamiento de los políticos. En el caso de Aguado lo que vemos es que su justificación para no reducir ya la carga fiscal es que Sánchez no libra a la Comunidad de Madrid los dineros de la financiación autonómica. Es verdad que esto último es molesto y que puede dar lugar a algún desajuste de tesorería. Pero ello no tiene nada que ver con la posibilidad de que puedan elaborarse unos presupuestos para el año próximo en los que aparezcan las prometidas rebajas fiscales. Claro que, si así se hiciera, Aguado no podría irrumpir en la campaña electoral que ya ha empezado a desarrollarse agitando el fantasma de los pagos aplazados y el recorte de los servicios públicos, achacándoselos al doctor Sánchez y, de paso, al partido socialista. No es que yo pretenda defender, a estas alturas de mi vida, al presidente interino del Gobierno. Pero a cada uno lo suyo; y a los de Rivera los veo acercándose peligrosamente al mismo abismo en el que se precipitó UPyD, uno tras otro, empujados por la ambición ególatra de su líder.

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