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José María Rotellar

Sánchez y su "enfriamiento" provocan un principio de pulmonía en la economía española

La economía española confirma, con cada dato que se publica, que la desaceleración aumenta. El enfriamiento que menciona Sánchez es un buen resfriado que puede llegar a pulmonía

Desde que se llevó a cabo la moción de censura y, en los primeros días de junio, tomó posesión Pedro Sánchez de su cargo como presidente del Gobierno, se produjo un cambio en muchos aspectos de la vida política y, con ello, de la economía española. Es cierto que los presupuestos aprobados en 2018, antes del cambio de gobierno, fueron expansivos, en gran parte como obligación de la composición parlamentaria, y que entre 2012 y 2018 hubo algunas medidas económicas que podrían haberse tomado de otra manera y evitar la subida de impuestos aprobada en diciembre de 2011, pero también es verdad que en términos generales había una estabilidad política y parlamentaria y una estabilidad presupuestaria, que dotaba a la economía de una confianza lo suficientemente importante como para que el consumo se mantuviese y se acometiesen inversiones empresariales, muchas de ellas procedentes de la inversión extranjera que se recibe en España.

Sin embargo, la llegada de Sánchez a lomos de una moción destructiva, que no tenía más programa que desalojar al PP del Gobierno, ha introducido una serie de factores que afectan muy negativamente a la economía española: inestabilidad política e inestabilidad presupuestaria, que provocan inseguridad en los agentes económicos debido a la incertidumbre existente, alimentada por el miedo a la aplicación de una política económica del corte de la que se reflejaba tanto en el proyecto de presupuestos devuelto en febrero como en la actualización del plan de estabilidad que el Gobierno envió a Bruselas a finales de abril.

Es normal que los ciclos económicos tengan partes bajistas, al igual que tienen partes alcistas. Ahora bien, lo que hay que hacer es adoptar medidas económicas ortodoxas que contengan el gasto, el déficit y la deuda y dejen más recursos a los ciudadanos y empresas, pues así se mitigarán los efectos del descenso económico. Para ello, lo primero que hay que hacer es reconocer la situación. Y lo segundo, dar estabilidad, confianza y seguridad, al tiempo que se adoptan las medidas ortodoxas antes mencionadas.

Sin embargo, durante mucho tiempo, el Gobierno de Sánchez trató de negar la realidad, pero la economía española confirma, con cada dato que se publica, que la desaceleración aumenta, además de manera cada vez más evidente.

Es tan evidente, que ya hasta Sánchez ha empezado a hablar de "enfriamiento" de la economía. Esto nos hace recordar una época vivida no hace tanto tiempo. Todo se repite: primero, la negación, luego, la utilización de términos poco claros. Como cuando Zapatero, hace diez años en una entrevista, mencionó, de pasada, el término "crisis".

Pues bien, este enfriamiento de la economía que menciona Sánchez es realmente un buen resfriado que puede llegar a pulmonía si se sigue impregnando a la economía española de la inseguridad de la que adolece desde mayo de 2018 y, sobre todo, si Sánchez gobierna con una política económica de izquierda radical, como la que hasta el momento ha planteado pero no ha podido ejecutar.

Así, si en julio hablábamos de la desaceleración del PIB en el avance que el INE daba de ese trimestre, ahora, dicho avance se queda incluso optimista, porque el INE ha revisado a la baja el crecimiento de la economía.

Antes, estimaba un crecimiento trimestral del ITR-2019 del 0,7% del PIB. Pues bien, ahora lo rebaja al 0,5%, con el segundo trimestre también en el 0,5% del PIB.

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De hecho, el INE ha rebajado el crecimiento final de 2018, del 2,6% al 2,4%, y ha rebajado también el crecimiento interanual del PIB del primer y segundo trimestre, nada menos que dos décimas, del 2,3% al 2,1%.

De seguir así la economía, todo parece indicar que con dificultad llegaremos al 2% de crecimiento en el global del año, cuando hace sólo unas semanas el Gobierno quería elevarlo al 2,3%.

Hay que recordar que, antes de llegar Sánchez, ese último año completo (2017) la economía creció al 2,9%. Sólo en unos meses, el efecto de la desconfianza se ha comido medio punto del PIB, y en un año escaso se ha comido casi un punto.

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Y esa desaceleración abarca todos los sectores y agentes económicos, tanto en tasa trimestral como interanual. La evolución del PIB en términos trimestrales es preocupante:

  • El PIB intertrimestral, crece un 0,5% escasamente (en realidad, un 0,4768%).

  • El consumo de los hogares baja hasta el 0% intertrimestral, 3 décimas menos que el trimestre anterior.

  • La inversión cae un 0,1%, cuando en el trimestre anterior crecía un 0,4%. Cuando el PP dejó el Gobierno, crecía un 2,7%.

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Especialmente significativo de la desaceleración es el dato de inversión en bienes de equipo, que cae un 1,3%, cuando el trimestre anterior crecía un 3,6% y cuando se produjo la moción de censura crecía un 6,6%.

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  • La agricultura cae un 4,2% en el ITR-19 y un 2,2% en el IITR-19. Cuando llegó Sánchez al Gobierno, crecía un 1,9%.

  • La industria crece sólo un 0,2%, mientras que el trimestre anterior crecía un 0,8%.

  • La construcción crece un 1%, 7 décimas menos que el mismo trimestre del año anterior.

  • Los servicios crecen un 0,6%, una décima menos de lo que crecía el trimestre anterior.

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  • El comercio cae de manera abrupta y crece sólo una tercera parte de lo que crecía el trimestre anterior.
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En cuanto a la variación interanual del PIB, los datos no son mejores, sino que también muestran esta desaceleración aguda de la economía.

El consumo de los hogares crece un 0,8%, cuando en la estimación de julio le daban una previsión de 1,7%. Respecto al IITR-18 crece 1,2 puntos menos. Esto muestra el empeoramiento de las expectativas de los consumidores, que han empezado a ahorrar por un motivo de prudencia.

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La inversión crece un 1%, frente al 4% que crecía el trimestre anterior y al 8,2% que crecía cuando se produjo la moción de censura.

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La inversión en bienes de equipo cae un 1%, lo que denota malas expectativas, que retrasan y anulan inversiones, ya que los bienes de equipo son imprescindibles para realizarlas. En el trimestre anterior crecía un 7% y cuando Sánchez llegó al Gobierno crecía un 12,1%.

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En cuanto al sector exterior, las exportaciones crecen un 2,1% frente al 3,1% que crecían en el mismo trimestre de 2018, ligado, en parte, a una pérdida de productividad y competitividad de la economía española, y por otro lado, a ralentización de las economías que nos compran. Las importaciones, por su parte, caen un 0,9%, cuando crecían un 6,2% en el momento en el que se ejecutó la moción de censura, que muestra menor demanda de los nacionales más por prudencia que por caída de la renta, que todavía no se ha producido en términos generales, pero que, de seguir, así, se producirá y agravará la situación.

Por sectores, la agricultura cae un 4%, mientras que crecía un 7,8% al llegar Sánchez al Ejecutivo. La industria se queda en un 0%, acumulando cinco trimestres sin crecimiento interanual y la construcción crece un 4,3%, pero en el mismo trimestre del año pasado crecía un 5,4%.

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Los servicios crecen un 2,9%, mostrando un claro estancamiento. Dentro de los servicios, el comercio crece un 2,8%, tres décimas menos que el trimestre anterior. Y, además, vuelve a deteriorarse uno de los puntos más débiles de la economía española, la productividad, que sigue cayendo y lo hace un 0,6% en el ITR-19 y vuelve a caer un 0,3% en el IITR-19, que resta competitividad a la economía española.

Obviamente, eso tiene su repercusión en el mercado de trabajo. Todos los datos nos muestran la tendencia bajista de la economía, cada vez de manera más intensa. Primero, la EPA del segundo trimestre mostraba cómo la desaceleración era clara en el empleo, con menores crecimientos en la ocupación que el mismo trimestre del año anterior y con incremento del paro una vez que se le elimina la estacionalidad propia de las contrataciones de Semana Santa y del inicio de las de verano, siendo la primera vez que se incrementaba el paro desestacionalizado desde 2012.

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Por su parte, en cuanto al paro registrado nos encontramos con el peor agosto desde el año 2010, como ya mencionamos en Libre Mercado.

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También son los peores datos de afiliación a la Seguridad Social de un mes de agosto desde 2008.

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Y la contratación indefinida no deja de caer desde hace más de medio año.

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Con todo ello, queda de manifiesto, una vez más, que la economía se desacelera y que es preciso que se acometan reformas profundas que permitan minimizar la ralentización. Hace falta ajustar el gasto, reducir los impuestos en cuanto sea factible y no subirlos nunca e intervenir lo mínimo posible en la economía, para, así, cumplir con los objetivos de estabilidad, atraer inversiones y facilitar la actividad económica y, con ello, el empleo. Por desgracia, la política económica del Gobierno, tal y como ha reflejado en la actualización del plan de estabilidad enviado a Bruselas a finales de abril, va en la dirección contraria a lo que necesita la economía española.

Este "enfriamiento" de Sánchez puede acabar en pulmonía para la economía española. Si Sánchez sigue, ya sabemos qué futuro nos espera: el mismo que nos procuró Zapatero.

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