Ana vive aterrada en su propia casa. Apenas sale de la habitación para evitar encontrarse con el okupa que se ha instalado en su vivienda. No come nada de la nevera por temor a que la envenene, según su versión, ya lo hizo en una ocasión. Ha sido insultada y agredida. El okupa está condenado por delito de lesiones leves a Ana, tal y como ha remitido el abogado de la víctima , Alberto García Cebrián.
La inquilina está intentando salvar el piso de su hermano José y su cuñada Maribel, un matrimonio madrileño propietario del inmueble situado en el barrio de San Cristóbal (Madrid). "Alquilamos nuestra casa a Javier, un chico recién separado de su mujer que venía a buscarse la vida a Madrid. Estuvo dos años pagándonos el alquiler. Antes de dejar la casa en febrero, nos pidió si podíamos dejar a su pareja dos semanas hasta que le dieran las llaves de un piso donde viviría. Le dijimos que su novio podría quedarse sin problema. Javier se marchó a su pueblo de Toledo y su exnovio se ha convertido en un okupa. Jamás pensamos que nos iba a hacer esto", cuenta con tono amargo la mujer del propietario a Libre Mercado.
Mientras tanto, Ana, la cuñada de Maribel, ya tenía todo preparado para instalarse en la vivienda de su hermano que, supuestamente, se iba a quedar ya vacía: "Ella no vio problema en vivir con ese chico esas dos semanas. Lo que jamás pensó es que iba a convertirse en un okupa y además agresor", relata Maribel, la cuñada de Ana.
El juez rechaza la orden de alejamiento
Pasaban los días y Hugo, el okupa, no se iba. "Son seis meses ya. Mi cuñada no puede más. Está aguantando en la casa por nosotros. El abogado nos ha dicho que, si ella abandona la vivienda, va a ser peor porque entonces el okupa no se irá nunca", narra la afectada a este periódico.
Pero lo peor estaba por llegar. Cada vez que llegaba Ana del trabajo no podía hacerse la cena. "Él se come su comida. En una de esas, Ana le pidió que dejara de hacerlo y el okupa la agredió cogiéndola fuertemente de las muñecas. Pusimos una denuncia y el juez condenó al okupa por un delito de lesiones leves pero se negó a ponerle una orden de alejamiento. Le explicamos que, además de agresor, era un okupa, enseñamos el contrato, pero nada. No sirvió de nada. El juez dijo que no veía necesario poner una orden de alejamiento. Nuestra letrada en aquel momento le dijo al juez si necesitaba que Ana estuviera en una caja de pino. El magistrado le respondió con lo mismo, no es necesario la orden y le dio igual que fuera un okupa que vivía con ella en la habitación de enfrente. Es una locura", afirma. Y agrega: "Solo nos queda esperar a la orden de desahucio que tarda muchísimo", lamenta Maribel.
El letrado que lleva el caso, García Cebrián, asegura a este diario que si el juez hubiera puesto una orden de alejamiento se podría haber echado antes al okupa de la vivienda. "Es una pesadilla para Ana. Mi cliente tiene que soportar vivir con miedo y no puede cambiar la cerradura de su propia casa puesto que entonces incurriría en un delito", explica el jurista.
"Okupa con oro y perfumes de lujo"
Y así se lo hicieron saber a la familia. José, Maribel y Ana no deben hacer nada, por su bien. De hecho, tienen todas las de perder. "La justicia es muy garantista con el okupa. Y en este caso, el okupa agresor conoce cómo funciona la ley en España. Es cubano y tiene antecedentes penales en nuestro país por estafar a hombres españoles homosexuales. Lo grave del asunto es que vive de ello. Cuando lo desahucien de este piso se irá a otro tan tranquilamente y con impunidad", señala García Cebrián.
Maribel no da crédito a lo que les está sucediendo. Su marido está en paro y tiene un hijo pequeño. Debido a la situación no están cobrando ningún alquiler a Ana. "¡Si tendríamos nosotros que pagarle a ella por lo que está aguantando! ¡Pobre!", exclama la propietaria. "Nuestra situación es precaria, solo trabajo yo y el okupa tiene cadenas de oro que pesan kilos, perfumes caros, ropa de marca, a él no le falta de nada. Está trabajando, no paga nada y hace lo que hace porque quiere".
Aunque lo más insoportable para ella es el abandono de la justicia. "Ha llegado a empadronarse en nuestra casa. La policía, en un primer momento, nos dijo que 'había hecho morada' y que no podíamos hacer nada. Preguntamos, '¿pero qué morada? ¡es nuestra casa!'", reclamaron.
Sin embargo, por mucho que la pareja dueña de la vivienda insista en recuperar su casa tras seis meses de lucha, nada pueden hacer. Tanto es así que, por consejo del letrado, piden a Ana que ni se dirija al okupa. "En estos casos, los okupas buscan pelea para poder denunciar al propietario. Lo mejor es no contactar con ellos y echarles mucha paciencia hasta que llegue la orden de desalojo".
Mientras tanto, Ana se encuentra "rodeada de santos y orando" para que el okupa se vaya algún día. Es el sacrificio que está haciendo por su hermano José. "Es lo que nos queda, aguantar y sufrir en un país donde los delincuentes son protegidos", sentencia Maribel.