El consejo del refranero no puede ser más sabio, no en balde parece remontarse a la Grecia del siglo IV a. C., según un relato gracioso de Plinio el Viejo, del que les hago gracia para no alargar el contenido de hoy.
El mandato no deja lugar a dudas: haz lo que crees que sabes hacer, aunque lo hagas mal, porque peor será el resultado de cualquier otra ocupación que no te sea propia.
Pese a la expresividad y extrema claridad del refrán, no son pocos los que, haciendo caso omiso a la lúcida indicación, se subsumen en ámbitos ajenos, pontificando con dogmatismo sobre aquello de lo que abundan en ignorancia.
Unas veces lo hacen con el ánimo de distraer la atención, eludiendo así el juicio público que su fracaso merece, con perjuicio de propios y extraños. En otras ocasiones lo practican con el intento de responsabilizar a terceros de un cometido propio que no han sido capaces de ejecutar, por simple incompetencia.
Ejemplos hay para todos los gustos. Hoy quisiera referirme al caso de un zapatero, Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo desde el primero de noviembre de 2011, es decir, que en poco más de un mes y medio cumpliría ocho años al frente de su zapatería.
El balance de su cometido no puede ser menos optimista. Como presidente de un banco central, su misión es la de situar en el mercado la cantidad de dinero necesaria, y sólo la necesaria, para mantener la estabilidad de los precios, salvo que la política económica determine otra cosa. Parece estar contrariado porque los precios deberían crecer más.
Así las cosas, por qué no hacer algo diferente. ¿Por qué no promover el crecimiento económico? Para ello, dispuesto a aumentar la demanda interior, que tirará del PIB, no ha dudado en lanzar dinero a espuertas –se habla de más de 600.000 millones de euros– para que consumidores, inversores y sector público gasten más. La manía de los keynesianos de actuar con políticas de demanda, menospreciando las de oferta.
El fracaso del zapatero ajeno a su profesión no ha podido ser mayor. Dinero y más dinero y la demanda y el crecimiento estancados y próximos a la recesión. Señor Draghi, para que no se deprima, debe tener en cuenta –esto lo sabe bien el mundo de la equitación– que podemos tener éxito en llevar el caballo todos los días al río, pero cada día fracasaremos en nuestro intento de que beba. El sistema que recibió su dinero tampoco tenía sed.
No se empeñe ahora en, olvidando su profesión, obligar a los sistemas fiscales europeos a que sus políticas sean acordes con lo que usted no consigue con su política monetaria. La conclusión de aquel histórico debate entre Milton Friedman y Walter W. Heller, publicado en un breve librito –apenas noventa páginas–, Monetary versus fiscal policy (1969), es bien expresiva. Conviene tenerla en cuenta y cuesta poco releerla.