"El PSOE propone la gratuidad del primer año de matrícula en carreras científico-técnicas para las mujeres". La noticia es del martes. Y ha sido una de las más comentadas de la semana. En algunos casos para bien: sus defensores aseguran que será un estímulo para que las mujeres españolas accedan a sectores tradicionalmente masculinos. Para otros, en cambio, es una nueva muestra del paternalismo feminista: ese machismo encubierto que les dice a las mujeres que ellas solas no pueden, que necesitan la ayuda del Gobierno, la ONG de turno, el BOE o la cuota.
La medida es una novedad. No se había planteado hasta ahora en España. Pero el discurso no lo es. En los últimos años, esta cuestión, la de las mujeres en la ciencia, es de las que más atención ha generado dentro del movimiento feminista. Todos podemos recordar campañas de concienciación sobre el papel de las mujeres científicas en las que se anima a las chicas jóvenes a que estudien y trabajen en sectores que, en teoría, hasta ahora les han estado vedados.
Al ciudadano medio, la idea que le llega desde estas campañas es la de un país en el que ser mujer y científica es casi una heroicidad. Algo excepcional. Reservado a unas pocas pioneras que han tenido que sobreponerse a miles de obstáculos. Aquí, por ejemplo, en un vídeo de El País muy citado estos días, la neurobióloga Mara Dierssen hace referencia a los estereotipos, al tiempo que asegura y denuncia, citando una encuesta de la Fundación L’Oreal de 2015, que "el 63% de los encuestados pensaba que las mujeres no valíamos para ser científicas de alto nivel".
Sobre esta encuesta, sobre las preguntas y sobre cómo no es cierto que ese dato y esa interpretación sean correctos, también se ha escrito bastante. Por ejemplo, aquí Cristian Campos en El Español o aquí, con muchísimo detalle y excelentes anotaciones, Josu Mezo (@Malaprensa) en Naukas. Es curioso, pero se habla de estereotipos y se cae, de lleno, en uno sin demasiado fundamento: que la población española piensa que las mujeres no valen para la ciencia. Y otro apunte: es muy triste que sean precisamente páginas de divulgación científica las que, sin ninguna precisión ni análisis de las cifras y preguntas reales, hayan proporcionado altavoz a un estudio tan pobre y tan poco riguroso.
Pero más allá de la encuesta de marras, lo otro es cierto, ¿no? Porque sobre la idea general con la que nos bombardean –hay pocas mujeres científicas y en España este hecho es especialmente grave– hay un cierto consenso. Al menos eso puede pensarse leyendo los medios de comunicación, donde menudean las columnas al respecto, y escuchando a los líderes políticos, que casi cada semana anuncian nuevas iniciativas al respecto. Pues bien: tampoco. En España no hay pocas mujeres científicas: ni en términos absolutos ni en la comparación con los hombres, ni si miramos a los países de nuestro entorno. Sólo una manipulación muy sutil de los datos y las definiciones puede llevarnos a esta conclusión.
¿Qué es ciencia?
Lo primero que habría que decir es que, cuando se plantea un enunciado tan genérico como "Mujeres científicas", siempre existe un problema de definición. ¿Qué entendemos por "ciencia"? ¿Qué campos o profesiones incluimos en la categoría? Hay algunos (desde un físico nuclear hasta un bioquímico) que parecen claros; sobre otros (un diseñador web o un veterinario), quizás habría más discusión, no tanto porque no se valore lo que hacen como por acotar el significado del término.
Nosotros partiremos del siguiente estudio de Eurostat: Women in science and technology, actualizado por última vez en febrero de este mismo año. Según sus datos, un 41% de los trabajadores de la UE en los campos "Ciencia y tecnología" son mujeres; en España, la proporción sube hasta el 48% (690.600 mujeres frente a 735.300 hombres).
Así, a primera vista, el dato llama la atención. No es la paridad exacta que algunos parecen pretender, pero se le asemeja bastante: un 48% de mujeres y, además, por encima de la media europea.
¿Quizás lo que ocurre es que Eurostat hace una definición poco precisa? No lo parece. En esta web (en inglés) se explica que "los científicos e ingenieros" son aquellos trabajadores con título universitario (o sin título pero que trabajen en un cargo que normalmente lo exige) y que forman parte de tres categorías laborales según las estadísticas (ISCO-08) de la Organización Mundial del Trabajo:
- Categoría 21: Profesionales científicos e ingenieros: físicos, matemáticos, ingenieros civiles, ingenieros industriales, arquitectos…
- Categoría 22: Profesionales de la salud: médicos, dentistas, farmacéuticos…
- Categoría 25: Tecnología de la información y la comunicación: desarrolladores de software, administradores de sistemas…
Como vemos, es una clasificación bastante amplia. Y las mujeres no están infrarrepresentadas en la medida que políticos y medios quieren transmitir: recordemos que representan el 48% de los que se dedican a estas profesiones.
También podemos acudir al informe Científicas en cifras 2017, del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades. De nuevo, aquí podemos introducir matices en función de la clasificación que hagamos (cómo definamos "ciencia" o "trabajo científico") pero la foto panorámica sigue muy lejos del discurso dominante:
- En la página 39, tenemos un gráfico con la tasa de población ocupada en "sectores de alta y media-alta tecnología" (otra categoría de Eurostat). En España, el 4,1% de los trabajadores pertenecen a este sector, pero entre los hombres suben al 5,5% y entre las mujeres el porcentaje cae al 2,3%. Por lo tanto, sí, es cierto que en estos sectores concretos, que ocupan a una parte muy pequeña de la fuerza laboral, la presencia de mujeres es bastante inferior (eso sí, el desequilibrio hombre-mujer en este sector en concreto es similar a la media de la UE).
- Sin embargo, la imagen cambia mucho si vamos a las páginas 41-42 del informe. Allí aparecen las personas que trabajan en "actividades intensivas en conocimiento" (otra categoría estadística). En este caso, lo que vemos es que el porcentaje de mujeres en este campo (38,5% del total de mujeres trabajadoras) es bastante superior al de hombres (27,5%). También aquí repetimos el patrón de la UE: al ampliar la definición, la relación cambia y hay más mujeres que hombres. Para Eurostat, las "actividades intensivas en conocimiento" son aquellas en las que hay más de un 33% de titulados universitarios.
- Podemos ir más allá. En la página 43 del mismo informe, se recoge "la tasa de población ocupada en sectores industriales intensivos en conocimiento según sexo". Aquí hay casi paridad: el 12,9% de los hombres con un empleo y el 12,1% de las mujeres que trabajan lo hacen en ocupaciones que encajan con esta definición.
Y hay más tablas y gráficos en este informe. Lo que parece claro, tras analizarlas, es que el resultado o el titular que queramos destacar dependerá mucho de la estadística que escojamos y de la definición de ciencia que tomemos. Como veremos a continuación, si acotamos "ciencia" y hacemos que sea sinónimo de tecnología y ordenadores (informática, ingeniería, etc…) sí hay un cierto desequilibrio a favor de los hombres. Pero si hablamos de "ciencia" en su sentido más habitual (lo que incluye áreas de la salud, la investigación farmacéutica o la biología) la diferencia entre los dos sexos es mucho menor de lo que nos dicen (o incluso desaparece o hay más presencia femenina en algunos subsectores).
Lo mismo ocurre en las estadísticas sobre estudiantes universitarios. Este punto es muy importante, porque son las cifras más usadas cuando se habla de mujeres y ciencia. En la mayoría de los reportajes en los que se intenta demostrar la infrarrepresentación femenina en los campos científicos, se alude, de una u otra forma, a estos datos. ¿Y cuáles son? De acuerdo a la última edición de La Universidad Española en Cifras 2016-17, que cada año publica la Conferencia de Rectores, en aquel curso había matriculados 148.762 chicos en las carreras de Ingeniería y Arquitectura en las universidades públicas españolas frente a sólo 51.330 chicas (página 174 – tabla 1.I.2.8). O lo que es lo mismo: apenas el 25% de los alumnos eran mujeres. Ésta es una cifra que han destacado muchos titulares en los últimos años.
¿Cuál es el problema? Pues que hay que mantener una definición muy estrecha de ciencia para que te salga algo de esto. Las carreras universitarias se dividen en cinco grandes ramas:
- Artes y humanidades: Arte, Diseño, Lenguas, Historia, Geografía, Traducción…
- Ciencias sociales: Derecho, Económicas, ADE, Educación, Políticas…
- Ciencias: Biología, Física, Matemáticas, Química…
- Ciencias de la salud: Farmacia, Medicina, Óptica…
- Ingeniería y arquitectura: Ingeniería Industrial, Ingeniería Aeronáutica, Arquitectura, Informática…
¿Cuál es el reparto por sexos en cada categoría?
Como puede comprobarse, si miramos al conjunto de la población universitaria, la cosa ya no está tan clara como nos quieren hacer ver.
Sí, hay estudios relacionados con la ciencia y la tecnología en las que la presencia de hombres es muy elevada. Incluso más que ese 74% que aparece en el acumulado de Ingeniería y Arquitectura. Por ejemplo, si analizamos el reparto por carreras (los datos en EducaBase, del Ministerio de Educación) tenemos sólo un 6% de chicas matriculadas en el Grado de Ingeniería del Automóvil, un 11% en Ingeniería de Computadores, un 13% en Ingeniería Mecánica o un 15% en Ingeniería Electrónica Industrial y Automática. También es cierto que hay especialidades de Ingeniería que sí parecen atraer más a las mujeres: por ejemplo, hay un 46% de alumnas en Ingeniería Química Industrial y un 49% en Ingeniería Medioambiental.
Pero ni de broma podemos afirmar que las mujeres no quieren ser científicas o que no se atreven a estudiar carreras en sectores de tecnología punta sólo mirando esta rama de Ingeniería. Porque los datos de las categorías de Ciencia o Ciencias de la Salud (dos ramas dominadas desde hace años por las mujeres) no se deben sólo a que haya más chicas en medicina o farmacia (que, como sus estudiantes saben perfectamente, siguen siendo dos carreras que son ciencia pura y dura, por mucho que tengan también un aspecto humano). Pues bien, no es sólo eso. En carreras relacionadas con la tecnología más puntera también predominan las mujeres: Biología 62%, Bioquímica 65%, Biotecnología 61%, Biomedicina 75%, Ciencia y Tecnología de los Alimentos 68%, Óptica y Optometría 73%... Y podríamos seguir.
En total, si sumamos las tres ramas científicas (Ciencias, Ciencias de la Salud y Arquitectura-Ingeniería) lo que nos sale es que hay 171.396 mujeres y 216.297 hombres matriculados. O lo que es lo mismo: 44 vs 56%. Hay más chicos que escogen estas carreras, pero ni mucho menos existe la desproporción que se intuye tras ciertos titulares.
¿La ciencia es cosa de chicos?
Como vemos, con los datos encima de la mesa es imposible sostener que las mujeres no están presentes en los sectores relacionados con la ciencia o la tecnología punta. Es cierto que parece haber una tendencia: los chicos parecen más interesados en tecnología asociada a la informática, la industria y la construcción y las chicas tienden más a carreras en las que esa tecnología tiene más relación con la medicina o la biología. ¿Y qué?
De hecho, dentro de cada carrera podríamos encontrar todavía más diferencias. Se han hecho cientos de estudios al respecto. Por ejemplo, como explicábamos en marzo en Libre Mercado, en un artículo sobre el "techo de cristal" que puede servir de complemento de éste, en Medicina, una carrera con más del 65% de estudiantes mujeres, hay especialidades que copan los hombres: Bioquímica Clínica, 75% de residentes hombres (ver datos en redacciónmedica.com para la convocatoria de MIR 2015-16); Cirugía Plástica Estética y Reparadora, 63%; o Neurocirugía, 60%. Lo que queremos decir con esto es que incluso si los talibanes de la paridad lograsen el objetivo declarado ahora mismo (que en todas las carreras universitarias haya al menos un 40% de mujeres) seguirían teniendo margen para mantener su discurso de discriminación y su intervencionismo: entonces se fijarían en que hay especialidades en las que no se alcanza la frontera que ellos mismos, arbitrariamente, han establecido como correcta. Siempre habrá una universidad, una carrera o una clase en la que no se alcance un porcentaje determinado y que sirva como excusa. O se cambiará el porcentaje del 40 al 45%... o a lo que se necesite en cada caso.
En este sentido, cabe hacer cuatro apuntes muy relevantes:
- ¿Ciencia es sólo si lo hacen los chicos? En esto, como en muchas otras cuestiones, el feminismo oficial acaba pareciéndose mucho al machismo que denuncia. Si hace 40 años hubiésemos pedido una definición de carreras y empleos asociados "a la ciencia y la tecnología", no cabe duda de que medicina, biología o farmacia habrían estado en la lista.
Ahora, como se quiere transmitir una determinada imagen (que no hay científicas mujeres), se termina con la paradoja de que se hacen estadísticas diseñadas para que muestren el resultado buscado. Y ¿qué pasa? Que se acaba definiendo como "ciencia y tecnología" sólo a aquellos campos en los que hay más hombres. En resumen, para el discurso oficial está haciendo "ciencia y tecnología" un chico que mete código de software para una web, pero no una chica que se pasa doce horas al día en un laboratorio de bioquímica.
- Por qué sí bioquímicas y no informáticas: seguimos con las bioquímicas, porque la exclusión de determinadas carreras no es sólo una trampa estadística. También tiene que ver con el hecho de que incluirlas destruiría el discurso dominante, aquel que dice que las chicas no se matriculan en estudios relacionados con la tecnología porque hay una especie de presión social (una mezcla de miedo a ser las únicas de su clase, ser discriminadas en su carrera por ser mujeres, falta de referentes…).
Lo que ocurre es que, si queremos mantener este discurso, tenemos que admitir también que hace 50 años no había referentes en nada. En las universidades y en el mercado laboral no había ingenieras, pero tampoco médicas, biólogas o químicas. Sin embargo, esa teórica falta de referentes no impidió a las mujeres asaltar las facultades de carreras de tecnología punta. Sí, es cierto que asaltaron algunas y no otras. Quizás porque unas les interesan y otras no. El problema es que plantear esto hace que se venga abajo, como un castillo de naipes, todo el resto del argumentario: ese que dice que no se matriculan en Informática o en Ingeniería Naval por el machismo que las rodea. Si fuera así, tampoco se habrían matriculado nunca en odontología o biomedicina (por citar sólo dos campos que hace 20-30 años era muy masculinos y ahora dominan claramente las mujeres).
Porque, además, tampoco hay una reflexión sobre lo que se insinúa detrás de esa afirmación de que las chicas no se atreven a matricularse si no ven a otras chicas hacerlo. Aquí hay un poco (o un mucho) de paternalismo. Pero no sólo eso. También es un argumento cuestionable simplemente mirando los datos: en la mayoría de las carreras de ingeniería hablamos de una presencia femenina que está alrededor del 20-25% del total de los alumnos. Es bastante menos de la mitad, eso es cierto. Pero no es algo marginal. No es el 1% o el 2%. Una chica que quiera estudiar Ingeniería Aeronáutica (por poner un ejemplo), sabe que el 24% de sus compañeros será mujer. Bien, estará en minoría, pero no será el bicho raro ni algo absolutamente excepcional.
De hecho, no puede descartarse que estas campañas consigan el propósito contrario al buscado y alguien debería analizarlo. Cuando le dices a alguien "Anímate, que tú puedes", hay que tener cuidado en cómo lo haces: porque, por una parte, le estás animando; pero, por otra, le estás advirtiendo de que lo que va a hacer es algo complicado o para lo que necesitará superar obstáculos. En este caso, quizás haya chicas pensando en estudiar estas carreras que ahora piensen "Sí que debe ser difícil para una mujer progresar en este sector, si hasta tienen que hacer anuncios para denunciar la discriminación". No decimos que esto vaya a ocurrir. Pero cuidado con los mensajes bienintencionados (o en lanzarlos sin luego analizar si están logrando su objetivo).
- Y los hombres, ¿qué? La pregunta que nadie se hace. Si a las mujeres les cuesta apuntarse a determinadas carreras porque son minoría, lo mismo podría decirse de los hombres en otras: Educación Infantil (7% de chicos), Traducción e Interpretación (19%) o Enfermería (19%), entre otras muchas. Sin embargo, no hay demasiadas campañas sobre este tema. Se da por hecho, de nuevo con un cierto tufillo de feminismo-machismo paternalista, que si un chico no se matricula en una facultad es porque no le gusta, pero si una chica no lo hace es porque no se atreve. ¡Qué mal piensan de las mujeres sus supuestos defensores!
- ¿Y los rectores? Por último, un apunte curioso. En todos estos informes con miles de estadísticas, datos, tablas y gráficos sobre "igualdad de género", hay uno que destaca por la desproporción. Lo encontramos en la página 70 del informe "Científicas en cifras 2017" que citábamos antes. Aunque entre los estudiantes hay más igualdad, es cierto que en las posiciones superiores (desde catedráticos a directores de departamento) hay bastantes más hombres. Aquí habría tres explicaciones posibles: la primera, discriminación (viendo algunas cifras, puede pensarse que hay casos y casos); la segunda, que estamos ante un problema que se irá resolviendo con el tiempo porque está muy relacionado con la edad (los catedráticos de 2019 son los estudiantes de 1970-1980 y en aquel momento la proporción de hombres era superior); y una tercera con los diferentes intereses de unos y otras (enfrentados a la decisión de seguir dando clase e investigando o de optar por un puesto más administrativo, pero con más poder, los profesores y profesoras universitarios tienen diferentes prioridades).
Aquí se abre el terreno para un debate interesante. Pero con un matiz importante: los rectores, esos que tantas campañas hacen por la igualdad de género, son en un 92% de los casos hombres. Todavía está por llegar el caso de uno de ellos que deje su puesto a una mujer. A los demás, a sus estudiantes, les quieren imponer la paridad por decreto; eso sí, a ellos todo esto no les toca.