La Casa Blanca sigue con cautela la evolución de la economía estadounidense. El pesimismo ha calado en los mercados y no faltan analistas alertando de una recesión en el corto plazo, pero el Gobierno de Donald Trump se muestra confiado en el desempeño de la producción norteamericana y plantea incluso una nueva rebaja de impuestos orientada a disipar cualquier duda sobre el desempeño futuro del país del Tío Sam.
Larry Kudlow, el gurú económico de cabecera de la Administración Trump, ha reconocido que el mandatario estadounidense está estudiando una nueva ronda de recortes tributarios: "Ya hemos vivido una reducción de impuestos histórica, pero puede que en 2020 veamos la rebaja fiscal 2.0, es decir, una nueva ronda de medidas orientadas a ayudar a los contribuyentes. Este Gobierno quiere ayudar a la clase media, a los trabajadores, a las familias, a las pymes, a las grandes empresas…".
No hay que olvidar que la rebaja fiscal impulsada por Trump en 2017 incluía una fuerte reducción de las retenciones aplicadas en el Impuesto sobre la Renta, cuyo mínimo exento se duplicó, y el Impuesto de Sociedades, donde el tipo general fue rebajado en un 50%. Ahora, la Casa Blanca ha puesto su mirada en tres posibles líneas de trabajo:
1. Repliegue arancelario. Trump sabe que ganar la batalla comercial a China es un tema crucial para las elecciones de 2020, donde se juega la reelección en la presidencia. Aunque la mirada hostil a China es predominante, dentro de su Gobierno hay voces que advierten del impacto negativo derivado de la escalada arancelaria producida en los últimos meses. Si Trump y su equipo constatasen que el daño económico provocado por el pulso a China es mayor de lo deseable, el Ejecutivo se plantearía tumbar parte de las tasas aplicadas recientemente. Ahora mismo, los aranceles son el 1,9% de los ingresos fiscales del Gobierno federal.
2. Cotizaciones sociales. En 2011, el Gobierno de Barack Obama aprobó una reducción temporal de las contribuciones a la Seguridad Social soportadas por los trabajadores. La retención pasó del 6,2% al 4,2%, aunque no de forma permanente, sino apenas en 2011 y 2012. Trump ha estudiado la posibilidad de replicar dicha medida, pero no ha llegado a dar luz verde a la propuesta.
3. Descontar el IPC en los impuestos al ahorro. Desde el comienzo de la legislatura, el equipo económico de Trump ha coqueteado con la idea de modificar las reglas tributarias aplicadas a las rentas del capital. Si prosperase el cambio, el cálculo de una ganancia se haría descontando el aumento del IPC.
El déficit fiscal, una amenaza
Bajo gobierno de Barack Obama, el déficit se mantuvo por encima del billón de dólares durante toda una legislatura. Entre 2012 y 2016, el fuerte avance de los republicanos en el poder legislativo obligó al presidente demócrata a moderar la evolución del gasto público, permitiendo que el déficit cayese de 1,1 billones de dólares en 2012 a 587.000 millones en 2016.
Sin embargo, el mandato de Trump ha estado marcado por un deterioro del déficit, motivado por el excesivo aumento del gasto. La proyección para 2019 es que el descuadre entre ingresos y gastos llegue a 896.000 millones de dólares, lo que supone un aumento considerable con relación a los niveles observados al final de la Era Obama.
El problema del déficit no se explica por la vía de los ingresos, puesto que la rebaja fiscal impulsada por Trump no resultó en un descenso de la recaudación total. De hecho, el boom económico de 2017 y 2018 permitió que el Tesoro del país del Tío Sam aumentase sus ingresos de 3,06 a 3,17 billones de dólares. Impuesto por impuesto, solo en Sociedades se observó una merma recaudatoria.
La brecha fiscal aumenta, por tanto, por el excesivo aumento de los gastos, que no están evolucionando a la par con los ingresos, sino que están creciendo por encima de lo que se puede permitir el Tesoro. Este desequilibrio pone en duda la posibilidad de impulsar alguna de las rebajas fiscales exploradas por Trump.