La joven activista sueca Greta Thunberg se ha convertido en el nuevo icono de la progresía mundial a cuenta del cambio climático, gracias, entre otros factores, a sus apocalípticos mensajes acerca del futuro del planeta y su particular forma de transmitirlos a la sociedad, con una firmeza y convencimiento ciertamente eficaces desde el punto de vista mediático. Hasta tal punto ha llegado su fama que ya hay quien defiende su candidatura para recibir el próximo Premio Nobel de la Paz, dando así buena cuenta del creciente desprestigio que está recabando este galardón en los últimos años.
Greta, sin embargo, es la única figura inocente dentro de esta particular campaña, ya que, en realidad, no es más que un títere, una simple y vergonzosa marioneta en manos del poderoso lobby climático, Quien piense que el fenómeno Greta es natural y espontáneo, se equivoca de plano. Se trata de una medida y estudiada campaña de marketing dirigida por influyentes ONGs y organizaciones empresariales con fuertes intereses a nivel económico. Una operación, en definitiva, que, con la vergonzosa connivencia de sus padres, se aprovecha de la imagen de esta joven para alcanzar sus particulares objetivos, que no son otros que ganar ingentes cantidades de dinero con el cuento del cambio climático.
Son billones de dólares los que están en juego. El hecho de que el mensaje de esta activista, perfectamente estudiado y teledirigido, cale en la sociedad y en las clases dirigentes beneficia de forma directa a las grandes compañías renovables que se mantienen a la espera de obtener cuantiosas inversiones públicas para contribuir a la reducción de emisiones de CO2, y así, en teoría, frenar el desastroso calentamiento que se cierne sobre el planeta. Cuando más cale este discurso, más dinero ganarán sus impulsores, a costa, eso sí, de los bolsillos de los contribuyentes y los propios consumidores, puesto que el coste de la energía subirá aún más por culpa de esta estrategia política.
Sirva como ejemplo el caso de España, donde la factura de la luz se ha disparado en los últimos años, pasando a encabezar el coste energético de Europa, debido a la irresponsable y carísima implantación de fuentes renovables. Y ello, a pesar de las enormes dudas e interrogantes que se ciernen sobre el discurso políticamente correcto que gira en torno al origen antropogénico del calentamiento global o de que las presuntas soluciones aportadas sean las más eficaces para tal cometido. No, no hay nada de inocente y altruista en la campaña que protagoniza Greta.