El diplomático Diego Arria es una de las voces más influyentes de la oposición democrática de Venezuela. en la actualidad, es miembro del consejo asesor de distintas entidades como la Escuela de Estudios Internacionales de la American University, el International Crisis Group, el Centro Internacional de Ética, Justicia y Política o el Museo de Arte y Diseño de Nueva York.
A lo largo de su larga trayectoria pública, Arria fue alto cargo de la ONU, la OEA y el Banco Interamericano de Desarrollo, además de diputado nacional, gobernador de Caracas y ministro de Turismo de Venezuela. Libre Mercado asistió a su conferencia en la Universidad de la Fundación para el Progreso de Chile para conocer su opinión sobre el desastre socialista que ha sufrido su país.
- ¿Cómo una sociedad a la que toda América Latina miraba con cierta admiración ha terminado experimentando una degeneración tan profunda, hasta el punto de terminar sometida a una dictadura como la del régimen chavista?
Los venezolanos caímos en la tentación de sentirnos ricos, de creer que tendríamos siempre un mayor nivel de prosperidad que nuestros vecinos de la región. Mirando atrás, lo cierto es que siempre fuimos más frágiles de lo que nosotros mismos reconocíamos. La sombra de la bota militar ha estado siempre presente desde que Venezuela es independiente. La clase política tampoco estuvo a la altura, hasta el punto de que, en mi opinión, nunca hemos tenido una democracia plena.
Cuando Hugo Chávez llega al poder, las élites pensaban que su gobierno podría ser manejado, controlado y orientado. Se confundieron. Los venezolanos no fuimos conscientes de que la verdadera riqueza no te la da el petróleo, sino que te la dan las instituciones sociales y económicas. Caímos en la trampa de pensar que estábamos blindados y que a nosotros no nos podía pasar lo que sí ocurría en otros países de la región. Estábamos equivocados y lo hemos aprendido de la forma más dura y cruel, porque Venezuela hoy es un caos total y absoluto, una narco-dictadura que lo ha destrozado todo.
- Usted vivió en carne propia una expropiación televisada. Con el paso de los años, ese tipo de ataque a la propiedad privada se convirtió en pan de cada día.
Hugo Chávez televisó la expropiación de mi finca. Saquearon todas mis pertenencias en vivo y en directo. Pero lo más triste es que ese tipo de atropello se fue repitiendo con otras personas y nunca se produjo una reacción contundente frente a esos abusos que empezaba a cometer el régimen. Algunos empresarios me llamaron o me contactaron para darme alguna palabra de apoyo, pero estoy seguro de que la mayoría pensaba que eso no les iba a pasar a ellos también.
- Los regímenes anteriores no fueron modélicos. ¿Ese pasado tan imperfecto hizo que la llegada de Chávez resultase menos alarmante de lo que debería haber sido desde un primer momento?
Las élites políticas que gobernaron Venezuela en las décadas anteriores al ascenso de Hugo Chávez tienen mucha culpa. Permitieron la degeneración de las instituciones. Toleraron, aceptaron y se beneficiaron de la corrupción. Y, cuando Hugo Chávez llegó al poder, esas mismas élites creyeron que iban a poder manipular o influir al régimen en beneficio propio.
Venezuela es un país con un enorme talento. Nuestros emprendedores, ingenieros, médicos y artistas han tenido que abandonar su tierra, pero triunfan por medio mundo. Ese capital humano siempre fue extraordinario, sobre todo en comparación con la esfera política, que siempre ha sido tremendamente mediocre. De hecho, el clima imperante de corrupción en el que hemos vivido durante tanto tiempo ha provocado una degeneración y un daño social muy importante.
- Hugo Chávez contó con todo tipo de aliados en los gobiernos de Ecuador, Bolivia, Argentina, Nicaragua… ¿Hay alternativas al socialismo en la región?
Chile es hoy uno de los países más prósperos y desarrollados de América. Recuerdo mi visita al Chile de Salvador Allende. Es increíble el salto que se ha producido desde entonces, es como pasar de una sociedad en blanco y negro a una sociedad en color. El desarrollo que ha generado el modelo liberal es espectacular y demuestra que la riqueza la generan las instituciones que promueven el pluralismo social y económico.
- El régimen socialista venezolano era tremendamente expansionista: aspiraba a controlar toda la región y, por momentos, parecía que ese sueño podía terminar haciéndose realidad.
Los lazos de la izquierda radical, populista y autoritaria que encabezaba el chavismo se habían articulado durante años a través del Foro de Sao Paulo. El rol central que antes jugaba Cuba pasó a ser ocupado por Caracas. En la campaña exterior del chavismo se movilizaron 90.000 millones de dólares. Ese dinero fue a financiar partidos políticos en otros países, a pagar programas de gasto público para otros gobiernos…
Ahora que el sistema se rompe en pedazos, las consecuencias son globales. Millones de latinoamericanos hacen las maletas y huyen de la ruina social y económica que han causado esos gobiernos. Eso es lo que ha hecho que muchas democracias de Occidente empiecen a abrir los ojos y a reconocer lo que ha estado pasando. En ese sentido, lo cierto es que Donald Trump ha sido el único líder internacional que ha alzado la voz de forma clara ante los abusos que se están produciendo.
- ¿Cómo se articula la transición a la democracia? ¿Cuál es el camino de futuro para Venezuela?
Es fundamental, en primer lugar, que exista una presión internacional a favor de la democracia. Eso ha empezado a ocurrir en los últimos tiempos, por suerte. También creo, en segundo lugar, que la adopción de sanciones contra los jerarcas del régimen es vital para asegurar el bloqueo económico de los políticos corruptos que han saqueado el país y que ahora pretenden eludir su responsabilidad. Y, en tercer lugar, pienso que la reacción ciudadana es fundamental. Las fuerzas armadas son el régimen, no cabe esperar que ese poder articule un giro a la democracia.