Doctor en Administración de Empresas por la Universidad Católica de La Plata, el argentino Martín Krause es profesor universitario y académico adjunto del Cato Institute de Estados Unidos, uno de los think tanks liberales más importantes del mundo. Miembro de la Mont Pelerin Society, ha publicado diversos libros y elabora anualmente el prestigioso Índice de Calidad Institucional. Krause participó en la Universidad de la Fundación para el Progreso para hablar de desigualdad y desmontar los mitos propagados por la izquierda en torno a dicho debate.
- Emmanuel Macron ha decidido que el G-7 dedique su próxima reunión en Biarritz para hablar de la desigualdad. Pasan los años pero no cambia el tema estrella.
Todo muy francés, muy políticamente correcto… (Bromea). De hecho, fue un ensayista galo, Michel de Montaigne, quien popularizó en el siglo XVI la idea de que la economía es un juego de suma cero en el que, si unos se enriquecen, es necesariamente porque otros se empobrecen. Pero, siendo justos, el grado de riqueza y prosperidad de los ciudadanos que vivían en la Francia de entonces era similar al de siglos atrás. La economía no crecía. Por tanto, su intuición tenía cierto sentido. Otra cosa distinta es que ese dogma se siga manteniendo hoy en día, en un contexto de economía de mercado en el que el crecimiento ha mejorado el bienestar de los ciudadanos de generación en generación.
- ¿A qué se debe la persistencia del mito?
Probablemente a los escritos de Karl Marx sobre la plusvalía, que se popularizan a pesar de que la Revolución Industrial estaba mejorando de forma progresiva el nivel de vida observado en los países de Occidente. La idea de que el capitalista se enriquece a costa del trabajador sigue latente en círculos de extrema izquierda, pero también ha calado en la mentalidad de millones de personas.
Incluso hay liberales que han contribuido al equívoco. Es el caso de John Stuart Mill, que planteó una separación entre el proceso de creación y la dinámica de distribución de la riqueza. Mill viene a decir que una cosa no tiene nada que ver con la otra, pero en la medida en que modificamos la distribución, el productor cambia su expectativa y, al hilo de las nuevas expectativas, quizá decidirá reducir, alterar o incluso cancelar su operativa.
- Más recientemente, el tema se puso de moda a raíz de los trabajos de Thomas Piketty.
¡Otro francés! (Bromea) Pero es curioso que, en pleno fenómeno Piketty, la Academia Sueca decidió entregarle el Premio Nobel de Economía a Angus Deaton. Hay una diferencia importante entre los trabajos de uno y otro. Piketty quiere disparar los impuestos sobre el capital y las rentas altas, aspira a un programa masivo de redistribución.
El caso es que, leyendo los trabajos de Piketty, uno no entiende su pesimismo. Según sus propios datos, la renta por habitante de Francia ha subido de 5.000 a 35.000 euros. En cuanto al porcentaje de la renta media que maneja el 10% que más gana, sus estudios muestran que esa cuota ha caído notablemente. Incluso si lo ceñimos al 1%, vemos que ese porcentaje cae del 22% al 10% desde comienzos del siglo XX hasta hoy. ¿Y qué le preocupa a Piketty? Que hay cierto aumento de la desigualdad, que el 0,1% más rico se ha enriquecido de forma espectacular…
- Frente al relato de Piketty, Deaton defiende una mirada más ponderada a esta cuestión.
De hecho, Deaton apunta que el progreso genera una cierta desigualdad de forma inherente. Pone el ejemplo de la evolución de la esperanza de vida. Entre las familias nobles de Reino Unido, dicho indicador se dispara de 30 a 60 años a lo largo del siglo XVIII, mientras que el resto de la población se quedó estancada. Sin embargo, las innovaciones médicas que ayudaron primero a los más ricos terminaron llegando después al conjunto de la población.
Hoy, la esperanza de vida se sitúa en niveles mucho mayores, incluso en el mundo pobre. Y la buena noticia es que el ritmo de cambio se ha acelerado, porque las nuevas tecnologías se propagan cada vez más rápido. La innovación genera progreso y acarrea una desigualdad inicial, pero después facilita una convergencia hacia arriba, conforme los nuevos adelantos van extendiéndose.
- Oxfam lidera anualmente la campaña global contra la desigualdad.
Es dramático que Oxfam habla reiteradamente de desigualdad y pobreza como si fuesen sinónimos. Si somos más desiguales, somos más pobres… y punto. Pero la cosa no es tan fácil. En la China de 1990, la renta era de 300 dólares por persona (salvo en el caso de los jerarcas comunistas, que ganaban diez veces más). Hoy, la renta por habitante es de 9.000 dólares, treinta veces más que antaño… Pero, según Oxfam, todo eso es malo, porque hoy el agregado de ingresos arroja más diferencias que antaño.