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Daniel Rodríguez Asensio

Guerra de divisas, un juego de suma cero en el que perdemos todos

El comercio internacional no se reactivará por la acción de los bancos centrales ni la depreciación de las divisas, sino todo lo contrario.

El comercio internacional no se reactivará por la acción de los bancos centrales ni la depreciación de las divisas, sino todo lo contrario.

Un nuevo capítulo de la desaceleración económica a nivel global ha comenzado. Tras los incentivos fiscales improductivos y los incentivos monetarios improductivos, llega la guerra de divisas (improductiva). Trump lleva varias semanas presionando a Jerome Powell, presidente de la FED, para que aborde una nueva rebaja de tipos de interés. Éste respondió con una tímida reducción de 0,25 puntos porcentuales en su última reunión de política monetaria, pero al presidente norteamericano no le ha parecido suficiente, y mucho menos ahora que el Banco Popular de China ha permitido la devaluación del yuan hasta su nivel más bajo desde diciembre de 2008 (más de 7 yuanes por dólar)

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Cabe recordar que el Banco Popular de China lleva varios años ejerciendo un notable ejercicio de control del tipo de cambio de su divisa a través de transacciones con reservas internacionales. O, lo que es lo mismo, para que el yuan rompa la barrera de los 7 yuanes por dólar, el máximo organismo monetario ha reducido su intervencionismo en los mercados y la divisa china ha reaccionado como cualquier economía cada vez más débil y con perspectivas a la baja en su sector exportador. Cabe recordar que este movimiento podría ser una represalia contra los aranceles que ha anunciado Trump a bienes por valor de 300.000 millones de dólares.

¿Manipulador de divisas? Sí, pero no en el sentido que Trump y algunos opinólogos pretenden hacer creer. El yuan chino debería estar en continua depreciación frente al dólar por la lenta caída del gigante asiático durante los últimos… ¡años! O, dicho de otra manera, si el Banco Popular Chino no hubiese ejercido un control de divisas como el que ha llevado a cabo estos años, el yuan estaría, probablemente, desplomado, y los ciudadanos chinos serían notablemente más pobres. No en vano, solamente ha bastado una ligera laxitud del Banco Popular de China para que se convierta en el país que más salidas netas de capital experimenta del mundo.

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La devaluación de la moneda no es una herramienta de competitividad internacional. Las compañías exportadoras de valor no van a exportar más por tener una moneda barata; las compañías que exportan precios bajos siempre van a tener un competidor en algún lugar del mundo que sean más competitivas; y, sin embargo, los productos que compran los ciudadanos y empresas provenientes del exterior van a ser más caros en moneda local… Y la deuda externa también.

Según Nomura, la deuda corporativa emitida en dólares ascendió a 7.000 millones de dólares en 2018. Hasta el año pasado, la deuda en moneda extranjera se había mantenido estable. La economía china ha estado creciendo varios años con cargo a deuda. No sólo sus gobiernos, sino también sus agentes reales (empresas y familias). La relación crecimiento del PIB frente al crecimiento del endeudamiento de familias y empresas es de 1 a 5,7. El crédito a empresas continúa ascendiendo hasta casi el 170% del PIB, mientras que el apalancamiento de los hogares está cercano al 50% del PIB, mostrando un incremento de más de 10 puntos porcentuales en los últimos cinco años.

En China podría estar explotando la enorme burbuja generada durante los últimos años y la devaluación del yuan no es una herramienta para paliarla. El Banco de Construcción de China, el segundo banco más grande del país por activos en balance, ha firmado un acuerdo por valor de 291.000 millones de dólares (2 billones de yuanes) con el gobierno provincial de Hunan durante los próximos cinco años. Estamos hablando de una región en la que gobiernos locales, como Leiyang, ya estaban impaganado nóminas públicas, a pesar de un crecimiento del 7,2% en el primer semestre de 2019. Esto, a pesar de la emisión de 900.000 millones de yuanes emitidos en bonos sólo en el mes de junio, la cifra más alta desde julio 2016.

La guerra de divisas se reabre en un momento en el que se junta el hambre con las ganas de comer. China y Europa acumulan indicadores a la baja, y Estados Unidos, como ya hemos comentado en esta columna, también podría estar dando señales de fin de ciclo.

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El mundo desarrollado debería recordar la ineficacia de la guerra de divisas entre 2013 y 2015, que culminó con el QE europeo. El comercio internacional no se reactivó por la acción de los bancos centrales ni la depreciación de las divisas. Más bien, fue el repunte económico el que devolvió el optimismo a la economía global.

Entrar en una guerra de divisas es un juego en el que perdemos todos. Sólo el cruce de declaraciones entre dos grandes potencias a nivel mundial supuso que los Bancos Centrales de Nueva Zelanda, India y Tailandia anunciaran nuevas bajadas de tipos para protegerse ante posibles depreciaciones. O, lo que es lo mismo, entramos en un juego de manipulación artificial de la moneda para volver al punto de partida en términos de competitividad internacional. Mientras tanto, como hemos visto, son los ciudadanos y empresas los más perjudicados por la gestión de sus políticas.

China es un manipulador de la moneda, como también lo es el BCE y como también quiere Trump que lo sea la FED. Todo para reactivar economías que sólo necesitan más libertad y gestionar los desequilibrios acumulados. Recuerden: cuanto más tiempo tardemos en abordar los desajustes, más dura será la caída. Y no, no va sólo por China.

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